La fuga de agua altamente radiactiva a la que se enfrenta la central nuclear de Fukushima
es el peor incidente ocurrido desde que un terremoto y un tsunami
provocaron en 2011 la mayor catástrofe nuclear desde Chernóbil. Lo que
en un principio se clasificó como “anomalía”, según la escala
internacional que mide los eventos nucleares, pasó este miércoles a ser
considerado “incidente grave”. La Autoridad de Regulación Nuclear de
Japón (ARN) reconoció además que la fuga no ha sido contenida, que se
desconoce el punto exacto en el que se produjo y pidió a la gestora de la planta, Tepco,
que revise los otros 350 tanques iguales que el accidentado y
construidos a toda prisa en los que se almacenan ingentes cantidades de
agua muy contaminada. “Si se ha producido una fuga en uno, puede suceder
lo mismo en otros”, aseguró su presidente, Shunichi Tanaka, en rueda de
prensa.
La fuga pasó desapercibida al principio, según informó la cadena de televisión japonesa NHK.
El tanque que alberga el líquido contaminado carecía de indicador del
nivel de agua, así que los sistemas de control no pudieron detectar la
pérdida de volumen. Las inspecciones rutinarias no descubrieron el
vertido hasta que los trabajadores se encontraron con los charcos de
agua alrededor de uno de los recipientes cercanos al reactor número 4.
Se trata de tanques construidos a toda prisa, menos robustos que los
primeros, para almacenar el agua con la que se refrigeran los núcleos
fundidos de los reactores. Cada día se generan 400 toneladas de este
líquido cuyo nivel de radiación, 100 milisieverts por hora, equivale a
cinco veces el límite anual establecido para un trabajador de una
central.
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