Nos ha pasado algunas veces a todos, o al menos a todos (a mí entre otros) los que nos gusta transformar los alimentos brutos, incomestibles, en delicias para el paladar. Una forma de hacerlo es freír estos alimentos a temperaturas superiores a la de ebullición del agua, unos 100ºC a nivel de mar, mucho menos en la altiplanicie boliviana, por ejemplo. A 140ºC los componentes de los alimentos se trocean (molecularmente) mejor que a 100ºC, de manera que freír es un buen procedimiento de cocina. Pero si no se tiene cuidado, el aceite 'salta', y a esas temperaturas produce quemaduras importantes.
El aceite hirviendo, él solo en una sartén, produce grandes cantidades de humo (grasa vaporizada), pero no molesta gran cosa. Ahora, si en una sartén con aceite más caliente que la temperatura de ebullición del agua allí donde estemos, echamos agua, de alguna forma, este agua se vaporizará instantáneamente, aumentará muchísimo su presión y explotará la burbuja formada de vapor como un globo sobrehinchado, arrastrando aceite de muy alta temperatura.
Los alimentos, cómo parte de seres vivos, contienen agua. De hecho, las células componentes de los alimentos son esencialmente globos de agua. Al romperse sus paredes por acción del calor, sale el agua que se vaporiza al instante. Y el aceite 'salta'.
Fuente:
El Mundo Ciencia