Una aurora boreal roja. | NASA / Tobias Billings
El astrónomo Rafael Bachiller nos descubre en esta serie los
fenómenos más espectaculares del Cosmos. Temas de palpitante
investigación, aventuras astronómicas y novedades científicas sobre el
Universo analizadas en profundidad.
El 25 de enero de 1938, hace ahora 75 años, tuvo lugar una gran aurora boreal que fue visible desde toda Europa. España, en plena guerra civil, vivió el acontecimiento entre la sorpresa, el desconcierto y el miedo.
Desde el Sol sopla un continuo viento de partículas que barre la órbita de la Tierra según se propaga hacia los confines del sistema solar. En épocas de actividad, en el Sol surgen violentas fulguraciones y eyecciones de masa coronal que incrementan enormemente la cantidad de materia transportada por este viento solar. Se trata de partículas con carga eléctrica (electrones y protones) que, cuando alcanzan nuestro planeta, penetran en la atmósfera por los polos siguiendo las líneas del campo magnético terrestre.
El viento solar y la magnetosfera terrestre | NASA
Cuando se propagan por nuestra atmósfera, estas partículas llegadas del Sol colisionan con los átomos y moléculas atmosféricos
transmitiendo parte de su energía, haciéndolos pasar a lo que en física
se conoce como 'estados electrónicos excitados'. Como todos los
sistemas tienden a un estado de mínima energía, los átomos y moléculas
de la atmósfera se liberan de su exceso energético emitiendo luz de
colores. El oxígeno emite luz verde, amarilla y roja, mientras que el nitrógeno emite luz azul.
Esta luminiscencia constituye uno de los espectáculos naturales más bellos en el cielo nocturno: las auroras polares. Debido a su mecanismo de formación, las auroras se dan en zonas próximas a los polos terrestres, suelen formarse en anillos irregulares, entre 65 y 75 grados de latitud, que se denominan 'zonas aurorales'. Groenlandia, Laponia, Alaska, la Antártida, son algunos de los lugares donde las auroras son comunes. En el hemisferio norte las auroras reciben el nombre de ‘boreales’ y ‘australes’ en el sur.
Una aurora boreal en Alaska. | Joshua Strang/USAF
Cuando el Sol pasa por un periodo de intensa actividad y origina
eyecciones particularmente violentas, los anillos aurorales pueden
extenderse hacia latitudes mucho más próximas al ecuador. Las auroras a
tan bajas latitudes son raras, pero hay numerosos casos bien
documentados. En setiembre de 1859 pudo verse una bella aurora desde Hawái y en 1909 se divisó una desde Singapur.
En fecha tan reciente como el 20 de noviembre de 2003, hubo una aurora
boreal que se observó desde gran parte de Europa. También en España las auroras son muy raras, tan sólo se alcanza a ver unas cuantas de ellas por siglo.
Los testimonios son muy numerosos. Paco Bellido en su blog 'El beso de la Luna' refiere alguno de ellos, destacando el relato de José Luis Alcofar en su libro 'La aviación legionaria en la Guerra Española'. Según Alcofar, en Barcelona después de un día de intenso bombardeo, la moral de la tropa se vio muy afectada por la aparición de esas luces inusitadas. Juan José Amores Liza, en este artículo, transcribe varios testimonios recogidos en Alicante. El diario ABC del día 26 informó que en Madrid se pensó que se trataba de un incendio lejano. Como desde la ciudad la aurora se veía hacia el noroeste, se pensó que ardían los montes del Pardo. Pero pronto se dedujo, por la altura y gran extensión de la luz, que se trataba de un fenómeno meteorológico.
Una aurora roja en Niza, 2001. | L. Bernardi, spaceweather.com
El padre Luis Rodés, por entonces director del Observatorio del Ebro,
publicó una nota explicativa en La Vanguardia del día 27 describiendo
la aurora como un 'gigantesco abanico abierto hacia el cielo… [de]
intenso fulgor rosáceo, atravesado por multitudes de bandas de luz más
blancas y brillantes, cual si procediesen de potentes reflectores
enfocados hacia el cénit…'
En muchos otros lugares de Europa, desde París a Viena y desde Escocia hasta Sicilia, la aparición de la aurora provocó abundantes anécdotas. En numerosos lugares se avisó a los bomberos, por creer que se trataba de un incendio. El fenómeno también se avistó en las Bermudas, donde se pensó que era un barco en llamas. En EEUU la tormenta solar paralizó las comunicaciones de radio por onda corta.
Aurora austral observada desde satélite | NASA
En algunos sectores católicos, la aurora de 1938 se asoció con una profecía de la Virgen de Fátima. En el segundo misterio, revelado por los niños que dijeron haberlo recibido de la Virgen el 13 de julio de 1917, puede leerse: 'Cuándo ustedes vean una noche iluminada por una luz desconocida, sepan que esto es el gran signo dado a ustedes por Dios que él está a punto de castigar al mundo por sus crímenes, por medio de la guerra, el hambre,..'. Naturalmente hubo quien vio en la aurora el gran signo que anunció la segunda guerra mundial y por ello, esta tormenta solar se conoce a veces como la 'tormenta de Fátima'.
Más allá de las interpretaciones supersticiosas, la aurora de 1938 supuso un hito peculiar en la guerra civil española. Un fugaz paréntesis que quizás sirvió para que las gentes elevasen los ojos al cielo, fascinados unos, asustados otros, pensando muchos que hasta los cielos se enfurecían por la barbarie de la guerra.
El 25 de enero de 1938, hace ahora 75 años, tuvo lugar una gran aurora boreal que fue visible desde toda Europa. España, en plena guerra civil, vivió el acontecimiento entre la sorpresa, el desconcierto y el miedo.
Desde el Sol sopla un continuo viento de partículas que barre la órbita de la Tierra según se propaga hacia los confines del sistema solar. En épocas de actividad, en el Sol surgen violentas fulguraciones y eyecciones de masa coronal que incrementan enormemente la cantidad de materia transportada por este viento solar. Se trata de partículas con carga eléctrica (electrones y protones) que, cuando alcanzan nuestro planeta, penetran en la atmósfera por los polos siguiendo las líneas del campo magnético terrestre.
El viento solar y la magnetosfera terrestre | NASA
Esta luminiscencia constituye uno de los espectáculos naturales más bellos en el cielo nocturno: las auroras polares. Debido a su mecanismo de formación, las auroras se dan en zonas próximas a los polos terrestres, suelen formarse en anillos irregulares, entre 65 y 75 grados de latitud, que se denominan 'zonas aurorales'. Groenlandia, Laponia, Alaska, la Antártida, son algunos de los lugares donde las auroras son comunes. En el hemisferio norte las auroras reciben el nombre de ‘boreales’ y ‘australes’ en el sur.
Auroras cerca del ecuador
Una aurora boreal en Alaska. | Joshua Strang/USAF
La aurora de la guerra
El 25 de enero de 1938, en plena guerra civil, tuvo lugar una aurora boreal que fue visible desde toda la península. La luz predominantemente rojiza, ocasionada por el helio y el oxígeno atmosféricos a baja altitud, presentó su máximo entre las 20 horas y las 3 h de la madrugada del día 26.Los testimonios son muy numerosos. Paco Bellido en su blog 'El beso de la Luna' refiere alguno de ellos, destacando el relato de José Luis Alcofar en su libro 'La aviación legionaria en la Guerra Española'. Según Alcofar, en Barcelona después de un día de intenso bombardeo, la moral de la tropa se vio muy afectada por la aparición de esas luces inusitadas. Juan José Amores Liza, en este artículo, transcribe varios testimonios recogidos en Alicante. El diario ABC del día 26 informó que en Madrid se pensó que se trataba de un incendio lejano. Como desde la ciudad la aurora se veía hacia el noroeste, se pensó que ardían los montes del Pardo. Pero pronto se dedujo, por la altura y gran extensión de la luz, que se trataba de un fenómeno meteorológico.
Una aurora roja en Niza, 2001. | L. Bernardi, spaceweather.com
En muchos otros lugares de Europa, desde París a Viena y desde Escocia hasta Sicilia, la aparición de la aurora provocó abundantes anécdotas. En numerosos lugares se avisó a los bomberos, por creer que se trataba de un incendio. El fenómeno también se avistó en las Bermudas, donde se pensó que era un barco en llamas. En EEUU la tormenta solar paralizó las comunicaciones de radio por onda corta.
Aurora austral observada desde satélite | NASA
En algunos sectores católicos, la aurora de 1938 se asoció con una profecía de la Virgen de Fátima. En el segundo misterio, revelado por los niños que dijeron haberlo recibido de la Virgen el 13 de julio de 1917, puede leerse: 'Cuándo ustedes vean una noche iluminada por una luz desconocida, sepan que esto es el gran signo dado a ustedes por Dios que él está a punto de castigar al mundo por sus crímenes, por medio de la guerra, el hambre,..'. Naturalmente hubo quien vio en la aurora el gran signo que anunció la segunda guerra mundial y por ello, esta tormenta solar se conoce a veces como la 'tormenta de Fátima'.
Más allá de las interpretaciones supersticiosas, la aurora de 1938 supuso un hito peculiar en la guerra civil española. Un fugaz paréntesis que quizás sirvió para que las gentes elevasen los ojos al cielo, fascinados unos, asustados otros, pensando muchos que hasta los cielos se enfurecían por la barbarie de la guerra.
También interesante
- El viento solar es muy tenue, su densidad es de unos 5 iones por centímetro cúbico. Estas partículas cargadas viajan a velocidades de unos 2.000.000 de kilómetros por hora.
- Las auroras no son fenómenos exclusivos de la Tierra. En los planetas gigantes Júpiter y Saturno, que poseen campos magnéticos más intensos que el terrestre, también se han observado espectaculares auroras polares.
- La aurora del 15 de enero de 1938, así como la gran mancha solar que la precedió, fue descrita en varios artículos de la revista Nature (en los números del 22 y el 19 de enero, del 5 de febrero y del 16 de abril de 1938)
Fuente:
El Mundo Ciencia