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12 de diciembre de 2012

5 prendas de vestir que dañan la salud...



En el siglo XVIII se puso de moda entre las mujeres de clase alta europea el corsé, un corpiño que se ajustaba con unas cintas al tronco de la usuaria, con intención de estilizar la figura. La cintura de avispa se lograba, sí, pero a qué precio: muchas mujeres se desmayaban por la falta de aire porque el corsé comprimía su caja torácica, deformando las costillas. El corsé siguió usándose hasta los albores del siglo XX, desfilando por el estrecho linde entre la prenda de vestir y el instrumento de tortura, momento en el que entraron en nuestros vestidores los zapatos de tacón de aguja, los pantalones pitillo y otras prendas que garantizan un pasaporte al ambulatorio.

Los zapatos de tacón

El zapato de tacón lo puso de moda Luis XIV, a.k.a. “el Rey Sol”, que los utilizaba para disimular su corta estatura (igual que haría Sarkorzy tres siglos después). En los años 50 del siglo pasado se popularizó el uso del tacón de aguja, versión fetichista de la costumbre china de vendar los pies a las mujeres. El uso del zapato de tacón desplaza el peso del cuerpo del talón a los dedos de los pies, provocando el desgaste del cartílago de las rodillas y de los huesos del pie, deformando los dedos y provocando lumbalgia en la espalda. Un dato a colación: las mujeres tienen cuatro veces más problemas de salud en los pies que los hombres.




Pantalones ajustados

Puede que los hermanos heavies de la Gran Vía de Madrid sean los últimos usuarios de pantalones marca-venas del Estado español, pero durante los 70 y los 80 los elásticos, pitillo y, en general, marcapaquetes formaban parte del fondo de armario de cualquier urbanita suburbial y rebelde que se preciara. Puede que esa proliferación esté directamente relacionada con la caída de la natalidad que asola occidente de 30 años a esta parte, porque el uso prolongado del pantalón ceñido comprime el nervio femoral, pudiendo causar impotencia y esterilidad, según el doctor Octavio Bessa, que acuñó el “síndrome de los pantalones ajustados”.



Imagen de Jutlancer (CC, Flickr).

Corbata

La pervivencia de la corbata entre de los adminículos del vestir masculino es un enigma escondido dentro de un misterio: ¿Hay algo más absurdo que un trapo colgante que no abriga y oprime el cuello? Pues en muchos entornos sigue resultando una osadía presentarse sin corbata. Según un estudio del British Journal or Ophtalmology usar corbatas demasiado ajustadas eleva la presión intraocular, lo que puede devenir en glaucoma y, en el peor de los casos, causar ceguera. Por si fuera poco, añade CNN, al ser una prenda que no visita mucho la lavadora es posible que sea un foco de bacterias y, por tanto provoque infecciones.



Tangas

La eclosión del tanga en el cajón de las prendas íntimas femeninas fue tan repentino que Carefree no le quedó otra que seguir la estela de Evax y lanzar una línea de compresas de nombre singularmente desafortunado: Carefree Tanga. El tanga -advierten los expertos- resulta un excepcional puente para que las bacterias viajen desde la puerta trasera a la delantera, causando infecciones. Si no quieres volver a las braguitas de toda la vida, 9 de cada 10 ginecólogos recomiendan usar tangas de algodón, más transpirables que los de nylon o seda.



Imagen de mAicLo (CC, Flickr).

Piercings

Al mismo tiempo que el tanga se convertía en un estándar de la lencería femenina, proliferaban los tatúes y los piercings pero ¡ojo! Se estima que un 20% de las perforaciones desarrollan una infección bacteriana, según un estudio de la Universidad de Northwestern. Además, una mala elección del establecimiento en el que te hagas el piercing puede causar problemas más graves, incluyendo el contagio del tétanos hepatitis B y C o incluso el VIH, así como reacciones alérgicas.

Con información de Weird Universe, Corses Historia, El Mundo, CNN y Greatist.com.

Fuente:

Cooking Ideas
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