A lo largo de la historia se han cometido muchos errores en nombre de
la Ciencia, unas veces por la escasez de medios disponibles y, otras,
por simples cabezonerías o manías de los científicos. Estos son algunos
de esos errores o manías…
Theodor Ludwig Wilhelm Bischoff (1807 – 1882) fue un biólogo y anatomista alemán. Profesor universitario de Anatomía y de Fisiología. Uno de sus estudios “más importantes” trataba sobre el cerebro humano. Determinó que el peso medio del cerebro de los hombres era de 1.350 gr. y el de las mujeres 1.250 g. Como era seguidor de la teoría “el tamaño sí que importa“, su conclusión final:
la capacidad intelectual de los hombres era mayor que la de las mujeres.
En 1868 es nombrado miembro extranjero de la Royal Society (es la
sociedad científica más antigua del Reino Unido y una de las más
prestigiosas de Europa). Cuando murió donó su cuerpo a la Ciencia –
craso error – y se averiguó que su cerebro pesaba 1.245 gr.
Henry Cavendish físico y químico británico
(1731-1810) es especialmente conocido por sus investigaciones en la
química del agua y del aire y por realizar importantes investigaciones
sobre la corriente eléctrica. De gran fortuna, sin esposa ni hijos,
excéntrico, tímido e introvertido, no tuvo trato cercano con casi
nadie. Las sirvientas de su casa tenían orden expresa de no cruzarse
con él bajo amenaza de despido, de manera que se comunicaba con ellas
mediante notas. Pero hasta tal extremo llegaba su manía de no tratar
con nadie que, no contando con los aparatos y utensilios necesarios para
medir la potencia eléctrica, por no encargárselo a otros,
decidió medir esa potencia eléctrica consigo mismo, calculando su fuerza
por el dolor, más o menos fuerte, que le producían las descargas.
Isaac Newton reconocido como uno de los científicos más grandes de todos los tiempos tiene una anécdota que parece confirmar la máxima “todos los genios son despistados”.
Mientras trabajaba en sus investigaciones no le gustaba ser molestado
pero tenía una gata que continuamente maullaba para entrar y salir de la
casa. Así que, hizo un agujero en la parte inferior de la puerta –
gatera – para que el felino no le molestase. Como la gata tenía la
costumbre de pasear por el barrio y flirtear con los vecinos, felinos
lógicamente, pasó lo que tenía que pasar… nacieron varios gatitos.
Newton hizo en la puerta otros agujeros más pequeños para los gatitos.
El investigador holandés Martinus Willem Beijerinckh (1851-1931) afirmaba que “un hombre de ciencia debe permanecer soltero“. Así, llegó a despedir de su laboratorio a un colaborador… ¡que se había casado!
Gaspar Balaus medico y poeta del siglo XVII tenía una manía que, a la postre, le acabaría costando la vida: estaba convencido que estaba hecho de mantequilla.
Esta creencia le llevó a evitar cualquier fuente de calor (una
chimenea, una lámpara, etc) para no derretirse. Un día muy caluroso,
con un sol inmisericorde, temió fundirse y se arrojó de cabeza a un
pozo, donde murió ahogado.
El gran Leonardo da Vinci, pintor, científico,
ingeniero, inventor, anatomista, escultor, arquitecto, urbanista,
botánico, músico, poeta, filósofo… (el Windows del Renacimiento) fue
pionero en muchas de las disciplinas a las que se dedicó. Una de las
disciplinas en las que Leonardo trabajó fue la Anatomía humana. Sus
estudios anatómicos recogidos en el “Manuscrito Anatómico”
(1510-1511) se centran en los intentos de comprender el funcionamiento
del cuerpo humano. Además, se sirvió de sus artes pictóricas para
elaborar dibujos detallados del cuerpo humano. Como ya he dicho antes,
debido a las limitaciones propias de la época cometió algún “pequeño”
error:
El pene estaba conectado con los pulmones que eran los que les insuflaban el “aliento” necesario para la erección.
Charles-Édouard Brown-Séquard (1817 – 1894) fue un
fisiólogo y neurólogo mauriciano conocido por ser el primero en
describir el llamado síndrome de Brown-Sequard aunque también es el
autor del elixir de la vida (que yo me he permitido denominar “testiculina“).
El 1 de junio de 1889, con 72 años, ante la Société de Biologie en
París, informó que había aumentado su fuerza física, su agilidad mental y
el apetito por la auto-inyección de un extracto derivado de los
testículos de perros y conejillos de Indias. Además, alivió su
estreñimiento y alargó el arco de su orina (auténtica muestra de vigor).
La poción que se inyectaba estaba compuesta por una pequeña cantidad de
agua en la que se diluía una mezcla de la sangre de venas testiculares,
el esperma y, por último, el jugo extraído de un testículo, aplastado
inmediatamente después de que haya sido extirpadode un perro. Las conclusiones de su estudio son irrefutables:
- La longitud promedio del chorro de orina durante los diez días anteriores a la primera inyección era inferior a la de los veinte días siguientes.
- Después de los primeros días de mis experimentos he tenido una gran mejoría en lo que respecta a la expulsión de materia fecal.
Recopilación de varios post publicados.
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