No resulta suficientemente estimulante ni para los sentidos, ni para las emociones ni para la mente. Es una especie de pseudoarte exprés, delirio de grandeza para insuflar el conocimiento por medio de la diversión, pero todo queda en un contacto superficial y frío, aturdimiento vacuo de sobreestímulos.
En la bandeja de entrada del correo electrónico, decenas de entidades diferentes que uno ya no sabe si son del Río +20 oficialista, del alternativo y revolucionario o de actividades paralelas de emprendedores, al final son letras rejuntadas que uno ni se molesta en descodificar.
Un tipo te explica que vino a Río a presentar un proyecto de casas flotantes con botellas en la base para que se mantengan en el agua cuando haya inundaciones. Otro que ha invitado al alcalde de Vitoria porque es una ciudad ejemplar verde y eso es a lo que se dedica. Otro que ha creado una agencia de comunicación para las noticias de Río +20 y que tiene una empresa de diseño creado con basura.
También con basura, la del Río +20, Vik Muniz prepara su nueva obra de arte. Marina Silva, ex ministra de medio ambiente, critica duramente al gobierno de Dilma por su nueva política ambiental.
En las conferencias Tedx +20, toman la palabra desde la familia de Cousteau hasta una empresaria que emplea ex presidiarias para hacer bolsas recicladas, desde un grupo de música que versiona a los Beatles con música tradicional brasileña hasta un inglés que genera luz de las pisadas del suelo.
En la Cúpula dos Povos, los indígenas reivindican sus derechos (mientras a unos diez kilómetros otros indígenas celebran sus olimpiadas verdes), pero también los gitanos, los moradores de favelas, los afectados por el amianto o las plantas nucleares, damnificados de Fukushima, quilombolas, otros que perdieron sus casas y sus familias por inundaciones.
Todos ellos, los de la cumbre alternativa, critican las cumbres de la ONU por ineficaces y por no escuchar al ciudadano. Otros, en otros lugares, celebran que las grandes decisiones se tomen en su ciudad o que por lo menos se debata la sostenibilidad del actual modelo económico.
Los delegados de la ONU, mientras, siguen horas y horas discutiendo un documento que no acaba de resolverse de cara a la cumbre del próximo día 20. Los jefes de Estado no han llegado todavía a la ciudad ni tampoco gran parte de los 50.000 delegados (y algún gas habrán emitido sus aviones) que van a participar de la cumbre. Pero, antes de la gran cumbre, muchísimas cosas están pasando en una ciudad en plena efervescencia.
Eso es Río +20, mucho más que una conferencia de la ONU. Millares de ideas multidireccionales que chocan, se funden, se abrazan, se enfrentan, se besan, se acuestan, se levantan. Toda esa energía, sostenible o no. Para bien y para mal.
Fuente:
El Mundo Ciencia