¿Quién fue la primera persona? Esta pregunta es el título de uno de los capítulos del último libro de Richard Dawkins, “The Magic of reality”, en el que plantea la paradoja de la clasificación por especies. Para comprender su pregunta, Dawkins pide que realicemos un experimento mental y nos imaginemos una pila de fotografías, un inmenso álbum familiar que iría de nuestra foto a la foto de nuestro padre, de nuestro abuelo y así hasta abarcar 185 millones de generaciones. Aparte de que la columna de fotografías sería más alta que los rascacielos de Nueva York, ¿qué nos encontraríamos?
“Nos encontramos con la respuesta paradójica de que nunca hubo una primera persona“, asegura Dawkins, “porque cada persona nacida pertenece a la misma especie que sus padres, y puedes ir tan atrás como quieras en el tiempo, sacar una fotografía y descubrir que tu abuelo de hace 185 millones de años era un pez. En principio puede resultar paradójico, pero cada una de las generaciones pertenece a la misma especie que sus padres“. El término “especie”, por tanto, es una convención humana para explicar las diferencias genéticas entre animales separados por miles de generaciones en lugar de una generación con la siguiente.
El truco evolutivo, como siempre, está en que el proceso es increíblemente gradual, y algo con lo que estamos familiarizados, asegura Dawkins, porque todos empezamos como bebés, después somos niños, luego adultos… y nunca hay un momento en que uno pueda decir ayer era un adolescente y hoy es un hombre. “En la evolución pasa lo mismo”, insiste, “si todos los ancestros estuvieran vivos, habría un continuo completo entre todas las criaturas. Nunca hubo un padre Homo erectus que dio a luz a un bebé de Homo sapiens“, concluye, “siempre habrían sido clasificados, si hubiera habido un taxónomo por aquel entonces, como miembros de la misma especie”.
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