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14 de octubre de 2011

¿Por qué tienen tanto poder los grupos sociales sobre el individuo?

En Conocer Ciencia TV dedicamos un programa a la Psicología Social y la influencia de los grupos.


Ahora lo dejamos con el artículo:


Introducción

Sabemos que pertenecer a un grupo social implica compartir creencias, no necesariamente religiosas, sino también filosóficas o simplemente sobre el mundo cotidiano. Es decir, las creencias pueden ser entendidas como juicios de valor que tenemos instalados en el inconsciente y que determinan lo que valoramos como importante.

Así por ejemplo, un grupo de jóvenes skins, típicamente de pensamiento violento, compartirá la creencia de la violencia por la violencia, mientras que otro grupo de jóvenes hippies, mucho más pacíficos, compartirán el supuesto de los beneficios de la paz y el buen rollo. Ambos grupos de jóvenes tendrán buenos argumentos racionales para defender sus posiciones (los primeros podrán hablar sobre la naturaleza inherentemente agresiva del ser humano, de las desigualdades sociales, etc., otros podrán hablar sobre ecologismo, espiritualidad y paz) sin embargo al final habrán afirmaciones que a unos les parecerán evidentes mientras que otros los rechazarán.

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Explorando la naturaleza de las creencias

Aunque los creyentes religiosos presumen de que su fe se basa en un sentimiento transpersonal, a la hora de la verdad ocurre que la fe religiosa es mucho más relativa a la vida personal del creyente de lo que parecería. Se ha observado frecuentemente que un individuo que cree en Dios y al que la vida le sonríe, no pondrá su fe en cuestión, y eso mientras millones de personas mueren cada día y de forma absurda. No obstante, cuando este individuo sufra personalmente alguna desgracia será cuando su fe se ponga en crisis. ¿Razonable?

Esto por un lado. Por otro, tomemos como ejemplo el caso real de una secta llamada “Los Guardianes”. Esta secta, en 1950, contaba con 30 personas y tenían la creencia de que una de sus líderes, Miriam Keech, era capaz de comunicarse con extraterrestres. En una de sus comunicaciones los extraterrestres le revelaron que se acercaba el diluvio del fin del mundo y que antes de que ocurriera tal acontecimiento apocalíptico salvarían a toda la organización enviando platillos volantes de rescate. Como es lógico, esa mujer, Keech, estaba loca de remate y no aparecieron dichos volantes (ni hubo cataclismo). Ante la evidencia del fracaso, Keeck volvió a “ponerse en contacto” con los extraterrestres y recibió una justificación de lo ocurrido: dado que Dios estaba impresionado por la luz difundida por el grupo había perdonado al mundo entero. Esto reforzó las creencias de la secta y los unió más que nunca. Este ejemplo creo que es muy útil para comprender el poder de la sociedad pues una secta es uno de los pocos casos en los que es posible que un individuo esté en un grupo y corte relaciones con otros grupos (y consigo mismo…). Es una forma de aislar lo único que nos interesa: el cómo afecta a nuestra forma de ver las cosas el pertenecer a un grupo.

Exploremos algunas técnicas utilizadas en las sectas para asegurarse la anulación de la personalidad de sus integrantes:

1- Según Robert Cialdino, profesor de Psicología Social[1] en la Universidad de Arizona, una técnica muy utilizada es la del “pie metido en la puerta”. Esto ocurría en la secta citada arriba. Poco a poco el individuo entra en la organización hasta el punto que ha adquirido una responsabilidad que le ha hecho renunciar a demasiadas cosas como para echarse atrás. Como decía uno de los líderes de “Los Guardianes” después de la profecía no cumplida: “he abandonado prácticamente todo. He quemado todos los puentes. No puedo permitirme dudar. Tengo que creer”. De una forma similar, aunque no tan drástica, cuando un individuo pertenece a una institución y asciende en su jerarquía (asumiendo así más responsabilidad) luego es menos capaz de renunciar a ello.

2- Leon Festinger, de la Universidad de Stanford, definió la “disonancia cognitiva” como la tensión que se crea cuando, simultáneamente, tenemos dos pensamientos que no concuerdan entre sí. Así pues, en el caso de la secta de “Los Guardianes”, la tensión se solucionó haciendo que sus implicados se involucrarán todavía más (justificando el fracaso de la predicción).

3- Otra de las maneras de controlar a los individuos es controlar la información. Los grupos católicos, por ejemplo, evitarán facilitar a sus feligreses determinados textos como podría ser el libro “¿Por qué no soy cristiano?” de Russell o algún libro de Nietzsche. Una vez más, formar parte de un grupo puede impedir adquirir conocimientos que permitirían al individuo pensar por sí mismo.

4- La pérdida de la individualidad es otro de las estratagemas utilizadas. Por ejemplo, en mi experiencia personal en el Ejército me raparon el pelo, me dieron un uniforme y me sumergieron en un tipo de pensamiento (y acción) en la que se daban por supuesto ciertas verdades incuestionables (y cuanto más las repetían más verdad parecían). Así, todo ello condicionó mis ideas durante muchos años.

5- Robert Lifton, profesor de Harvard y Yale, analiza lo que llama “Código secreto”. Esto refiere al tipo de lenguaje utilizado dentro de los grupos. Este lenguaje se caracteriza no por ser altamente especializado, como podría ocurrir en grupos donde el lenguaje técnico es necesario, sino por ser altamente difuso. Un lenguaje abstracto es susceptible de reinterpretarse según conveniencia. Es el caso por ejemplo de la religión donde sus dogmas se van reinterpretando a placer con tal de que su principal corpus teórico parezca coherente en todo momento. Algo parecido es lo que ocurre con el conocido “efecto” Forer y que consiste en que todos aceptamos descripciones generales sobre la personalidad. Así, muchos grupos tienen implícitas creencias muy generales sobre la personalidad de sus miembros de forma que el individuo se siente en su lugar.

6- Motivar a los miembros de un grupo prometiendo premios en forma de compensación económica o reconocimiento social es otra de las formas de sumergir a alguien en un grupo. Y esto es típico en equipos de venta.

7- Se ha constatado que cuando se provocan emociones la razón queda menguada. Así, los grupos donde se estimula la visceralidad consiguen anular el espíritu crítico. Una vez más, hagamos una lectura menos radical de este fenómeno: cuando hay dependencia emocional por un grupo (porque se concentran ahí muchas emociones) es muy difícil ser crítico con el objeto de cariño. Así, yo siendo militar no era muy crítico con lo que acabé apreciando.

8- El 23 de agosto de 1973, un presidiario de permiso entró a robar en un banco de Estocolmo. Después de 5 días, la policía entró y se encontró con que los rehenes se ponían de parte de su captor. Este es el caso que dio nombre al “síndrome de Estocolmo” y que se define como la respuesta psicológica por la cual la víctima de un secuestro o de una situación de abuso desarrolla una relación de complicidad y gratitud hacia su secuestrador o maltratador. Este síndrome ocurre también en casos menos violentos. Es decir, tomamos simpatía por aquello que nos hace sufrir. Muchas veces ocurre que algo que nos ha hecho pasarlo mal, como es el estudio prolongado de un pensamiento difícil o la propia estancia en el ejército, hace a sus “víctimas” en seguidores devotos. Yo mismo todavía hablo muy bien de la vida militar.


[1] La Psicología Social es una disciplina que ha cosechado algunos de los experimentos más fértiles en la comprensión del fenómeno social del poder de las masas sobre el individuo. Por nombrar algunos: El experimento de la prisión de Stanford (1971) y la cueva de los ladrones (1954).

Fuente:

Coaching

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