Especial: Educación
El verano es un buen momento para analizar el curso y ver algunos motivos que pueden haber pesado a la hora de no haber obtenido mejores resultados. ¿Uno de ellos? Una mala alimentación y un desayuno escaso.
No es la primera vez que comentamos en PADRES la importancia del desayuno para conseguir una dieta equilibrada, así como lo fundamental que es desayunar para la actividad física e intelectual. Muchas veces se nos olvida que nuestros hijos están una media de 7 horas al día en el aula. Pero es relevante comentar que se ha demostrado que los niños que no desayunan, o lo hacen incorrectamente, suelen tener más problemas escolares que aquellos que realizan un desayuno completo y correcto. La falta de glucosa empuja a nuestro cuerpo a quemar otras reservas energéticas, lo que causa múltiples alteraciones en el normal funcionamiento orgánico. En edades escolares es especialmente significativo, ya que está demostrado el descenso del rendimiento del alumno que no desayuna habitualmente, pues queda mermada la capacidad de expresión, de memoria, de resolución de problemas (la inteligencia práctica) y la creatividad.
De hecho, según un estudio de la Asociación Española de Pediatría los niños que no desayunan son más apáticos y tienen un menor rendimiento escolar. “Los resultados sugieren que la omisión del desayuno interfiere en la función cognitiva empeorando el rendimiento escolar del niño”, afirman en otro estudio José Antonio Sánchez Hernández y Lluís Serra Majem, de la Cátedra de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.
Los niños que toman un desayuno completo (compuesto por leche, fruta e hidratos de carbono) sacan notas más altas, tienen más energía, desarrollan una actitud más positiva y se enferman menos. Además, y de cara a la adolescencia, reducen ese estado de ansiedad que provoca el no desayunar y que puede tornarse en agresividad cuando van creciendo.
El aporte calórico del desayuno debería representar el 25% del total de la dieta del niño, casi igual que la comida (30%) o la cena (30%), repartiéndose el 15% restante entre el tentempié de media mañana y el de la merienda. El cuerpo lleva cerca de 10 horas sin ingerir ningún nutriente, por lo que es fundamental que lo primero que comamos sea algo equilibrado, que nos ayude a compensar las carencias de la noche.
Además, ya se ha comprobado que un desayuno completo es una forma eficaz de combatir una de las grandes plagas de nuestros días: la obesidad infantil. La prevalencia de obesidad es superior en las personas que no desayunan o que lo hacen mal, ya que llegar con demasiada hambre al mediodía suele provocar que se coma peor (más grasas) y más de lo necesario. Si el cuerpo acumula grasas en lugar de quemarlas, algo que suele suceder por la mala distribución de las comidas, se pierde energía y se tiende al sedentarismo. Los datos del Ministerio de Sanidad cifran en un 8,5% la tasa de niños obesos (entre 2 y 17 años) y en un 18,2% la de niños con sobrepeso. Y hay una alta probabilidad de que el niño obeso sea un adulto obeso.
Fuente:
Padres
De hecho, según un estudio de la Asociación Española de Pediatría los niños que no desayunan son más apáticos y tienen un menor rendimiento escolar. “Los resultados sugieren que la omisión del desayuno interfiere en la función cognitiva empeorando el rendimiento escolar del niño”, afirman en otro estudio José Antonio Sánchez Hernández y Lluís Serra Majem, de la Cátedra de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.
Los niños que toman un desayuno completo (compuesto por leche, fruta e hidratos de carbono) sacan notas más altas, tienen más energía, desarrollan una actitud más positiva y se enferman menos. Además, y de cara a la adolescencia, reducen ese estado de ansiedad que provoca el no desayunar y que puede tornarse en agresividad cuando van creciendo.
El aporte calórico del desayuno debería representar el 25% del total de la dieta del niño, casi igual que la comida (30%) o la cena (30%), repartiéndose el 15% restante entre el tentempié de media mañana y el de la merienda. El cuerpo lleva cerca de 10 horas sin ingerir ningún nutriente, por lo que es fundamental que lo primero que comamos sea algo equilibrado, que nos ayude a compensar las carencias de la noche.
Además, ya se ha comprobado que un desayuno completo es una forma eficaz de combatir una de las grandes plagas de nuestros días: la obesidad infantil. La prevalencia de obesidad es superior en las personas que no desayunan o que lo hacen mal, ya que llegar con demasiada hambre al mediodía suele provocar que se coma peor (más grasas) y más de lo necesario. Si el cuerpo acumula grasas en lugar de quemarlas, algo que suele suceder por la mala distribución de las comidas, se pierde energía y se tiende al sedentarismo. Los datos del Ministerio de Sanidad cifran en un 8,5% la tasa de niños obesos (entre 2 y 17 años) y en un 18,2% la de niños con sobrepeso. Y hay una alta probabilidad de que el niño obeso sea un adulto obeso.
Fuente:
Padres