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13 de septiembre de 2011

Yo soy bueno, tú tienes suerte (o el proceso psicológico del fracaso)


La semana pasada tuve un examen y no me salió mal. Pero al ir a ver las notas observé que un compañero mío, al que no le tengo mucha simpatía, sacó mejor nota que yo. Era una asignatura que me gustaba mucho y a la que le dediqué mucho tiempo y esfuerzo, por eso el haber sacado no muy buena nota, y lo que es más, el que otros hayan sacado mejor nota que yo, me produce sentimientos de envidia.

Esto me hizo pensar en el proceso psicológico de afrontar los fracasos o las situaciones que no salen todo lo bien que nos gustaría, algo con lo que todos tenemos que estar familiarizados porque en el transcurso de nuestra vida, nuestras carreras profesionales o nuestros hobbies inevitablemente nos va a pasar varias veces. Puede ser que no consigamos un ascenso, que no saquemos una buena nota, que seamos derrotados en un partido, que le den a otra persona el proyecto que tanto deseábamos,…

Según un estudio clásico realizado por Zuckerman en 1979, las personas se atribuyen los éxitos pero evitan culparse por los fracasos, situando el motivo del fracaso en un agente externo o en la mala suerte.

Pero, ¿por qué hacemos esto? Pues la explicación más coherente y fiable tiene que ver con la autoestima: Las personas con una autoestima alta suelen seguir el patrón descrito más arriba, el de nunca tener responsabilidad sobre los propios fracasos; mientras que la gente con una baja autoestima suele responsabilizarse de sus fallos -a veces demasiado-.


En la vida real, sin embargo, no tenemos una alta o baja autoestima de manera extrema –al menos la gente que está mentalmente sana-, sino que nos movemos dentro de un continuo oscilante. Y hay ventajas en cualquiera de las diferentes posiciones: una baja autoestima te lleva a intentar mejorar tus comportamientos y actitudes para evitar los fallos, lo cual promueve el aprendizaje y el perfeccionamiento, que hagas las cosas cada vez mejor, aunque si esto se convierte en un comportamiento obsesivo, nos puede llevar a entrar en una espiral de auto culpa, reforzamiento y repetición. La frase, “debo de estar haciendo algo mal” se repite continuamente en nuestras mentes, y si no vemos la salida puede llevar a una depresión. Por otro lado una autoestima alta, se asocia con una mayor estabilidad psicológica, un mayor cuidado de nuestra salud y a tener más capacidad de persuasión; pero tiene su lado oscuro, y es que el pensar que la culpa de nuestros fracasos es de los otros y que los éxitos de los otros son debidos a la suerte o a que han hecho trampas, nos hace crear un mundo ficticio en el que somos meravillosos, y esto no nos permite el aprendizaje y nos lleva a cometer una y otra vez los mismos fallos, lo que nos puede llevar a una situación extrema en la que con la excusa de que la culpa es siempre de los demás, vayamos cometiendo un error tras otro que nos vaya hundiendo poco a poco en un callejón sin salida, cuando con una pequeña rectificación en el origen todo hubiese quedado resuelto.

Fuente:

La Bitácora del Beagle
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