Algunas son formas exageradas de temores que han evolucionado y que todos compartimos. Por ejemplo, los humanos -así como algunos monos- le tienen un miedo natural a las culebras, arañas y ratas, lo que desde el punto de vista biológico tiene sentido.
Esos miedos naturales pueden ser reforzados o no, dependiendo de la manera en la que nuestros padres responden a esos desencadenantes.
El mismo tipo de aprendizaje emocional sucede en otras especies en las que los infantes observan y aprenden de las reacciones de sus padres frente al mundo.
El hecho de que una fobia le parezca irracional incluso a la persona que la sufre no hace que desaparezca.
Otras fobias surgen de eventos, como ser perseguido por una gaviota o quedarse atrapado en un espacio pequeño, pero en muchos casos el origen no es obvio y son difíciles de explicar.
A menudo pueden mejorarse con el tratamiento adecuado.
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