Cualquier refinería petrolífera tiene barreras y recipientes impermeables de contención de hidrocarburos para el caso de que un tanque reviente. Adicionalmente, toda la superficie ocupada por la instalación está diseñada de manera que incluso si la contención primaria de una determinada zona cede, un segundo sistema pueda recoger el derrame en estanques para su posterior filtrado y limpieza. Así se impide que ninguna partícula de líquido potencialmente contaminado salga del recinto.
En el caso de precipitaciones, ese mismo sistema secundario de recuperación canaliza y envía a la misma piscina el agua de lluvia por si pudiese haberse mezclado con algún resto de combustible. De esta manera, no se contaminan terrenos limítrofes y tampoco el subsuelo, ni puede llegar al mar en el caso de que la fallida instalación esté localizada en la costa.
Sería interesante conocer algún día cómo aguantaron estas protecciones los efectos del terrible cataclismo en las refinerías japonesas, para poder tomar nota de potenciales mejoras o de los errores cometidos.
Volviendo a nuestro protagonista nuclear: ¿acaso nadie previó que el fallo en la refrigeración de un reactor nuclear implicaría posibles derrames de agua con enorme probabilidad de que estuviese contaminada?; ¿que la habilitación de sistemas de emergencia, por llamar de una manera digna a soltar agua por las bravas desde un helicóptero o lanzarla a manguerazo limpio desde camiones, implicaría verter grandes cantidades del líquido elemento sobre las instalaciones contaminantes, con todas las papeletas de volverse radiactivo en caso de grietas y fisuras en el reactor, o de entrar en contacto directo con el combustible gastado? ¿Acaso las ultraseguras y avanzadas centrales nucleares japonesas no tenían sistemas de recogida de líquidos similares a los existentes en la industria química o petrolífera, no muy caras de construir vista la inversión total, por si acaso? Parece que, en Fukushima, no. ¿Y en las centrales nucleares españolas?
¿De dónde sale el plutonio?
Según las mismas fuentes japonesas que han demostrado hasta el momento no ser nada fiables, para enfado de sus propios ciudadanos y del resto del mundo expectante, el plutonio detectado procede del reactor 3.
Dicho reactor cuenta con una mayor potencialidad de radiación debido a la especial peligrosidad de su combustible, el cual podría haber sido arrastrado por el agua arrojada durante la refrigeración de su piscina de combustible gastado. Pero también, algo todavía más preocupante si se confirmara, de las entrañas del reactor. En todo caso, parece que la radiación detectada en el mar proviene, únicamente, de la improvisada refrigeración de emergencia, la cual no ha podido ser canalizada, y menos aún contenida, dentro del recinto de la central. ¿Habrá estado el agua de refrigeración en contacto directo con las dañadas barras de los reactores y el combustible de su interior, o solo con el combustible gastado de las piscinas?
El dato es importante, porque podría proporcionar una estimación previa acerca del nivel de degradación y resquebrajamiento del sistema de contención primario de cada uno de ellos. Lugares de momento a los que acceder, y todavía menos inspeccionar, sería suicida. El problema es que ni siquiera se ponen de acuerdo en la malhadada compañía operadora de la central (TEPCO) acerca del nivel de radiación, dado el baile de datos y anuncios proporcionados. No sabemos si a causa de errores en la medición, o si por contra órdenes que pretenden no alarmar más de la cuenta a la indignada población. Ya nadie confía en ella. Y parece que tampoco hay de momento verificadores independientes que puedan proporcionar información fidedigna. Con lo que la responsabilidad y la indignación se extiende al Gobierno japonés, por su inacción continuada, vistos los antecedentes.
¿Qué pasará a partir de ahora?
El daño ya está hecho, cualquiera que sea éste. Ya no se esperan muchas más noticias espectaculares. Aunque seguirán siendo muy graves. Y los niveles de alerta y preocupación, máximos. Veremos un goteo continuo de datos acerca de las emisiones radiactivas. Que continuará de manera aburrida durante los próximos días, puede que meses, hasta que se puedan evaluar los daños. Y hasta que las medidas de confinamiento y enterramiento de los cadáveres nucleares, que previsiblemente ya estarán en marcha, contengan la de momento incontrolada radiación. Y, por supuesto, hasta que conozcamos de una vez por todas el alcance real del drama, y de paso la verdad, empezando por el grado de fusión y el estado en que ha quedado cada reactor nuclear accidentado
Fuente: