
José Jesús Benítez Jiménez, responsable del proyecto, asegura que "la cutina se contempla como un producto biocompatible, biodegradable y no tóxico que la propia naturaleza emplea como capa protectora de frutos y hojas, y, por tanto, susceptible de ser adaptado artificialmente y empleado como material comercial para el envasado de alimentos".
El material plástico resultante es viscoelástico, con un grosor "a la carta" y de color anaranjado. Es inocuo y biodegradable y su durabilidad es la misma que la de la piel del fruto. "En la actualidad estamos realizando pruebas mecánicas, de resistencia, elasticidad, transparencia y opacidad", apunta Benítez. Además, la materia prima es gratis, puesto que son desechos de la industria alimentaria. Aunque la cutina es el material polimérico lipídico más abundante en la biosfera, y es conocido desde hace tiempo, su formación en las plantas a partir de los monómeros constituyentes no está bien descrita y se desconoce con exactitud cómo se ensamblan o unen químicamente entre sí para formar el biopoliéster.
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