
El tiempo les ha dado la razón a estos osados investigadores, que manejaban unas técnicas entonces vanguardistas. El máximo especialista que ha habido nunca en primates, el suizo Adolph H. Schultz, estaba presente en la reunión y se negó a aceptar las revolucionarias propuestas de Goodman y de los otros. La anatomía clásica dice lo contrario, sostuvo con determinación: el hombre queda a un lado y todos los grandes simios al otro lado. "Tal evidencia -Schultz se refería a la semejanza del hombre y los chimpancés y gorilas- aunque de gran interés, está más que contrapesada por la masa de profundas diferencias encontradas en toda clase de caracteres de reconocida solvencia".
Y es que antes de esos descubrimientos moleculares y citogenéticos se pensaba que los grandes simios (chimpancés, gorilas y orangutanes) formaban un grupo evolutivo propio (el de los póngidos) y que los humanos pertenecíamos a otro (el de los homínidos). El antepasado común del grupo de los grandes simios y del ser humano tenía que ser muy antiguo. Eso nos distanciaba de los antropomorfos, que aparecían como parientes lejanos. Muchos se sentían así tranquilizados. Pero los nuevos hallazgos de laboratorio que se presentaron en la reunión del año 1962 indicaban que, por el contrario, nosotros pertenecemos de lleno al grupo de los grandes simios africanos. Somos simios africanos. En otras palabras, los humanos estamos más emparentados con chimpancés y gorilas de lo que estos lo están con los orangutanes asiáticos.
Ni Darwin se atrevió
Ni siquiera Charles Darwin se había atrevido a tanto, pese a que tal vez lo pensaba. Si bien dejó escrito que nuestro origen estaba en África y que los monos más parecidos a nosotros son los chimpancés y los gorilas, a la hora de clasificarnos prefería colocarnos aparte. En el año 1924, Raymond Dart descubrió en Sudáfrica el primer australopiteco y dijo que era nuestro antepasado. Algunos le creyeron, otros no, pero cuando a mediados del siglo XX se reconoció que los australopitecos eran de los nuestros, pese a su aspecto primitivo y cercano en muchos rasgos a los chimpancés, los homínidos se seguían clasificando solos.
Morris Goodman nació en 1925 en una familia judía de Milwaukee, Wisconsin. Participó en la II Guerra Mundial siendo muy joven. Formaba parte de la tripulación de un bombardero, como navegante de vuelo, cuando fue derribado sobre Berlín. Afortunadamente, pudieron tomar tierra en territorio ya ocupado por los soviéticos. El profesor Goodman trabajó 52 años en la Facultad de Medicina de la Wayne State University de Detroit (Michigan), era miembro de la Academia Americana de las Ciencias (sección de Antropología) y recibió el Premio Charles R. Darwin de la Asociación Americana de Antropólogos Físicos. Se le considera uno de los fundadores del campo de la filogenia molecular, que reconstruye las relaciones evolutivas entre especies basándose en las semejanzas de las proteínas y del ADN.
Goodman significa en inglés buena persona y Morris supo hacer honor a su nombre. En lugar de flores, sus familiares ruegan que se envíen donativos a la Cátedra de Antropología Molecular de la Wayne State University que lleva su nombre y el de su difunta e inseparable esposa.
Fuente:
El País Sociedad