Del mismo modo en que nosotros podemos procesar la glucosa del azúcar para hacer que nuestro cuerpo funcione, existen microorganismos quimiolitoautótrofos que realizan una tarea similar con los minerales normales y oxidan compuestos como el oro y el cobre.
Esta característica se empezó a aplicar en el campo de la minería, en el que se benefician de este tratamiento para obtener dichos metales con la ayuda de estas bacterias. La primera vez que se empleó este proceso fue en 1957, cuando se descubrió Thiobacillus Ferrooxidans en las aguas de minas de carbón. Esta arqueobacteria que vive en medios hostiles y prefiere temperaturas de 45 a 50 grados en el ambiente, se alimenta por ejemplo de hierro y azufre.
Son bacterias aeróbicas y autotróficas, por lo que requieren moléculas inorgánicas como fuente: un electrón donado y carbono inorgánico (óxido de carbono). Obtienen los nutrientes oxidando hierro y azufre con oxígeno.
La Thiobacillus Ferrooxidans es una bacteria muy común en los residuos de las minas. Este organismo es acidófilo (le encanta el ácido) e incrementa la tasa de oxidación de pirita en los escombros de minas y depósitos de carbón. Consigue oxidar el hierro y compuestos inorgánicos de azufre. La técnica de oxidación puede ser nociva, ya que produce ácido sulfúrico, un compuesto muy corrosivo.
Aun así, puede ser muy beneficiosa para obtener materiales como el cobre y el uranio. Se ha sugerido que la Thiobacillus Ferrooxidans forma relaciones simbióticas con miembros del género acidófilo, bacterias capaces de reducir el hierro. Otras especies de Thiobacillus crecen entre los sedimentos y el agua, tanto dulce como salada.
La biolixiviación es el empleo de estas bacterias para solubilizar el valor metálico de minerales y concentrados sulfurados. Cuando los metales pasan a un estado soluble, se recuperan gracias a otras técnicas metalúrgicas, donde el residuo sólido se descarta.Fuente:
Blogodisea