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9 de marzo de 2010

Insectos: Traición a pequeña escala

Martes, 09 de marzo de 2010

Insectos: Traición a pequeña escala

Tanto valor le hemos dado los humanos al trabajo en equipo que llevan a cabo estos insectos, que lo usamos como ejemplo de desempeño y producción, pero ¿será cierto eso?

Por el suelo del bosque, una colonia de hormigas guerreras, o marabuntas, se mueve en masa como un gran ejército que arrasa con todo lo que encuentra a su paso: arañas, escorpiones, orugas. El tamaño no importa, nada sobrevive al avance continuo y arrasador de millones de diminutas hormigas que en el camino van creando puentes y barreras protectoras con sus propios cuerpos, enlazándose las unas con las otras, para asegurar el avance de la tropa. Nómadas por definición, crean un hormiguero ahora para que la reina genere descendencia, y luego lo abandonan con los huevos todavía a cuestas, sólo para construir otro más adelante.

Vivir en grupo es una de las estrategias que muchos animales, especialmente los insectos, utilizan para compensar las desventajas de su tamaño. Hormigas y abejas se destacan particularmente por formar sociedades compuestas por obreras incansables y unas cuantas reinas que no hacen otra cosa que asegurar que en la clase trabajadora no falten refuerzos. Tanto valor le hemos dado los humanos al trabajo en equipo que llevan a cabo estos insectos, que lo usamos como ejemplo de desempeño y producción: de quien trabaja con ahínco decimos que “trabaja como una hormiguita” y las avispas sirven como símbolos obreros en escudos, banderas y estandartes.

Hace mucho tiempo, sin embargo, que ecólogos y entomólogos se preguntan si en realidad las sociedades de insectos son tan altruistas como parecen. ¿Por qué viven en sociedades los animales cuando en realidad, a la hora de competir por comida, refugio y pareja, sus principales enemigos son los otros miembros del mismo grupo? ¿Es posible mantener la competencia sin que esta degenere en engaño? Cada vez hay más indicios de que, detrás de esa fachada incorruptible de obreras incansables que nos muestran las abejas, y dentro de esa fila de hormigas que avanza en perfecto orden, hay miembros que buscan su bien particular en detrimento del grupo.

El año pasado, investigadores de Brasil y Bélgica publicaron los resultados de un estudio realizado con la especie Melipona scutellaris, una abeja sin aguijón que abunda en Brasil, cuyas trabajadoras desafían la potestad reproductiva de la reina del enjambre con fines puramente egoístas y en detrimento del bienestar de la colonia, logrando un nivel de descendencia inesperadamente alto, que se extiende por varias generaciones. Aunque las obreras no suelen ser capaces de aparearse, sí pueden poner huevos aún sin fertilizar que, de sobrevivir a las redadas de la reina y las “obreras policía”, llegan a generar una nueva generación de machos. Mediante análisis genéticos, los investigadores comprobaron que el 20% de los machos eran hijos de abejas obreras de la misma colonia, y que no parecía haber intromisión de enjambres extraños. Pero, ¿qué beneficio reciben las obreras al mantener un conflicto de clases? El equipo de científicos descubrió que entre las Melipona scutellaris dedicarse a la reproducción en vez de al trabajo duro se traduce en longevidad, de forma tan exitosa, que algunas obreras incluso superaban el tiempo de vida de las reinas.

Otra investigación llevada a cabo en Panamá en colonias de arrieras, reveló que, para convertirse en reina de la colonia no sólo es necesario pertenecer al exclusivo grupo de larvas que se alimenta de “jalea real”, sino que además es importante llevar “genes reales”. Una vez más, análisis moleculares permitieron llegar a la conclusión de que la descendencia de algunos machos llevan genes que les permiten convertirse en reinas fértiles, en vez de obreras estériles. ¿Cómo logran estos individuos privilegiados eludir el “control policial”? Los investigadores notaron que las líneas genéticas reales en realidad eran bastante raras en cada una de las colonias de hormigas analizadas, lo que, piensan, es la manera que han desarrollado los herederos para pasar desapercibidos.

Los ejemplos de traición a pequeña escala que exhiben abejas, avispas y hormigas son cada vez más abundantes y es una línea de investigación que tiene fascinados a un buen grupo de especialistas, entre otras cosas porque es inevitable comparar este comportamiento con el que exhibimos los humanos. Nosotros sabemos el daño que altas dosis de egoísmo y avaricia pueden infringir en una comunidad. ¿Lo sabrán los insectos?

Fuente:

Madrid Diario
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