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22 de noviembre de 2009

La fisiología del amor


Lunes, 23 de noviembre de 2009

La fisiología del amor

Navegando en Internet encontré estos fantásticos apuntes que nos ayudan comprender mejor esa cosa loca que nosotros llamamos amor. Las notas son del español Eduardo Punset (del programa Redes)


El amor

El impulso de unión con otros organismos, precursor del amor, con más de tres mil millones de años, permitió superar el mundo de la clonación para acceder al de la individualidad y diversidad, pero supuso aceptar la finitud y la muerte. La mayor diversidad genética, propia de la reproducción sexual, ha facilitado la adaptación de los organismos complejos a entornos extremadamente cambiantes.

El amor se encuentra en el cerebro al ser el recurso fundamental para sobrevivir, aunque de una forma diferente según el género. En los hombres,
el espacio cerebral reservado a las relaciones sexuales es dos veces y media superior que en las mujeres, mientras que en éstas, son más numerosos los circuitos cerebrales activados con el oído y las emociones.

Evolutivamente, los hombres manejan el espacio y resuelven sistemas inanimados con mejor soltura que las mujeres, más especializadas en la percepción de los sentimientos. La empatía, o capacidad de reconocer y responder los pensamientos y emociones de otras personas, permite reconocer las necesidades de los bebés con mayor facilidad, aumentando la probabilidad de supervivencia. A su vez, las hembras cuentan con un grosor mayor del cuerpo calloso (región cerebral que separa ambos hemisferios), lo que les proporcionan una mayor versatilidad y posibilidad de atender con más soltura a varios asuntos a la vez.

El cortejo

Nos fascina que nos entretengan y nos arranquen de la soledad. Ante un
estímulo externo positivo, el cerebro activa una sensación de bienestar, pero para que esta sensación se transforme en un sentimiento de amor o una emoción de felicidad hace falta que el pensamiento se ponga a husmear en la memoria, en busca de datos o recuerdos similares. Así, los nueve meses del embarazo y los dos primeros años de vida constituyen los cimientos del amor, al construirse un mapa mental con asociaciones, experiencias y hechos fortuitos y porque antes se es incapaz de poseer recuerdos. De esta forma se modula el cerebro social y se establecen los recursos emocionales de una persona.

Para elegir a un organismo en particular en lugar de otro, intervienen factores como la simetría y la compatibilidad entre los sistemas inmunológicos de la pareja a través de las feromonas. En los humanos, el órgano vomeronasal, encargado de detectar las señales de las feromonas, está atrofiado, aunque es el responsable, entre otros, de la sincronización del ciclo menstrual en las mujeres. También se ha sugerido, que tendemos a enamorarnos de personas con tipos de personalidad conformados por un perfil químico complementario al nuestro.

Está demostrado que los hombre más simétricos tienen más parejas sexuales que los hombres con más fluctuaciones asimétricas. Esta simetría masculina facilita el orgasmo femenino, responsable de una mayor succión de esperma cuando se produce haciendo el amor. También se ha detectado la preferencia de los bebés por determinados rostros, eliminándose así los condicionamientos culturales que pudieran aducirse. La seducción es un fenómeno cultural e indistinto del género, que se ejerce en aras de agradar al otro.

El ser humano es curioso por naturaleza, por lo que la ostentación, tanto como su inversa, obligan a ejercicios mentales cada vez más complejos, con los que intuir lo que piensan los demás de nosotros. El
lenguaje no verbal equivale a más del 60% del contenido reflejado en la conversación. Cuando dos rostros pretenden expresarse, la mirada absorbe un 70% del esfuerzo. Así, en el amor, es imposible enamorarse sin mirar fijamente a los ojos.

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Ciencia Popular

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