Viernes, 30 de octubre de 2009
Dos muertes diarias se evitarían en Perú diciéndole "sí" a la donación de órganos
Hace 40 años se realizó el primer transplante el Seguro Social del Perú (EsSalud)
Lima, oct. 29 (ANDINA).- Cada día se evitaría la muerte de por lo menos dos personas en Perú si cambiáramos nuestra manera de pensar respecto a la donación de órganos y nos desprendiéramos de los prejuicios para dar vida después de la muerte, informó EsSalud, al recordar que un día como hoy, hace 40 años, se realizó el primer trasplante en la seguridad social.
El director del Programa Nacional de Trasplante de Órganos y Tejidos de EsSalud, Carlos Carvallo, señaló que mientras el año pasado en España hubo 37 donantes por cada millón de habitantes y en Uruguay 24, en Perú sólo hubo dos por cada millón.
Contó que diariamente a los centros de salud de la seguridad social ingresan a someterse a diálisis nueve personas. Por este tratamiento, EsSalud gasta un promedio de tres mil nuevos soles mensuales por cada paciente. Actualmente, hay siete mil pacientes sometidos a diálisis en esa institución.
El galeno indicó que mientras hasta marzo de este año el 83 por ciento de los ciudadanos indicó en su DNI que no quería donar sus órganos al morir, una encuesta realizada por una universidad local revelaba, contrariamente, que el 63 por ciento de los encuestados mostraba una actitud favorable a la donación.
El primer trasplantado
El testimonio de los García González-Prada es uno de los más conmovedores en la historia de los trasplantes en Perú. El pequeño Hugo padecía una atrofia renal que le obligaba a un trasplante de riñón para salvar su vida. El indubitable amor de su padre, don José García Aguilar, lo llevó a internarse en un quirófano del entonces hospital del Empleado, hoy Rebagliati, y darle -con toda la generosidad de que es capaz un padre hacia su hijo- uno de sus riñones.
Hugo, con sus 15 años, se convirtió así en el primer paciente trasplantado de la historia de la seguridad social, hace 40 años, el 29 de octubre de 1969.
Ese trasplante le duró un año, tiempo en el cual su organismo comenzó a rechazarlo, obligándolo a someterse a un nuevo trasplante, que esta vez le sirvió durante tres años.
El tercer trasplante fue el más exitoso, pues permitió que Hugo viviera con tranquilidad durante nueve años. Una cuarta intervención cuando el paciente frisaba los 36 años fue el capítulo final de su vida.
A Hugo todo el personal médico del Reblagiati lo recuerda con mucho cariño, sobre todo los médicos de antaño, que lo conocieron cuando era prácticamente un niño y lo vieron crecer, madurar y vivir con entusiasmo pese a sus problemas de salud.
“El hospital se había convertido en nuestra casa. Aquí pasábamos la mayor parte del tiempo”, recuerda Carlos García González-Prada, hermano de Hugo.
Otro de los hermanos García González-Prada, José Luis, de 18 años, no corrió con la misma suerte. Aquejado también de un problema renal, en mayo de 1970 recibió el ofrecimiento de la donación de un riñón de un compañero de cuarto en el mismo hospital, que padecía de una enfermedad terminal y sabía que le quedaba poco tiempo.
Cuando ya estaba en la sala de operaciones para recibir el órgano que le extendería sus días, la familia del donador se opuso radicalmente. La mezquina decisión sumió a José Luis en una profunda depresión que lo llevó a la tumba más rápido de lo previsto.
Mejoraron calidad de vida
A Gina Guevara le detectaron una miocardiopatía dilatada cuando tenía 39 años y el cuerpo no le daba más. No podía caminar mucho ni hacer ningún esfuerzo físico y sufría constantes desmayos. La gravedad de su mal hizo que los médicos la pusieran como prioridad uno dentro de la lista de los que esperaban un donante.
Dos meses y medio, que le parecieron eternos, duró su espera por un nuevo corazón, que llegó hace diez años. Desde ese momento se escribió un nuevo capítulo en la vida de Gina, hoy con 49 años, una hija de 22 años y muchas ganas de vivir, porque ya no se cansa al caminar, puede trabajar sin problemas y su calidad de vida ha mejorado ostensiblemente.
Nelly Guiop y Marilú Bedoya son dos pacientes trasplantadas. La primera recibió un corazón hace diez años y la segunda fue operada hace ocho años para recibir dos riñones. Las dos sostienen que su calidad de vida es enormemente mejor que antes de ser intervenidas.
Marilú, una administradora de empresas de 48 años, es la más entusiasta y dice estar muy agradecida con los médicos, pero sobre todo con Dios. Señala que lo más importante es tener ganas de vivir y no pensar tanto en el futuro.
“Yo les digo a mis compañeros trasplantados que no piensen en cuánto les va a durar el órgano, sino que vivan cada día intensamente y que lo disfruten sin pensar demasiado en el después”, comenta tras señalar que sus riñones perdían proteína, por lo que tuvieron que ser sustituidos.
Manifiesta que está prohibida de comer mariscos, carnes rojas y comidas muy grasosas, y que debe llevar un constante chequeo médico si quiere mantener el nivel de vida del que hoy disfruta sin remilgos.
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