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20 de marzo de 2009

El "Oro Azul" se acaba



El "Oro Azul" se acaba

Susana Tesoro

2009-03-20

La causa de la tercera guerra mundial será por el agua. Podemos reírnos del petróleo, de los alimentos, y de otros aspectos llamados imprescindibles para la vida del ser humano. Desde nuestra primera enseñanza aprendimos la frase: “sin agua no hay vida”. Sin embargo, seguimos derrochando, observando el líquido correr delante de nuestros ojos, como si fuera un don infinito de la naturaleza.

El lunes comenzó en Estambul, Turquía, el V Foro Mundial del Agua. Según datos presentados por la UNESCO, la actual demanda de agua en el planeta no tiene precedentes.

Algunos países están llegando al límite de la explotación de sus recursos hídricos. No sólo los grandes afluentes, ríos y lagos abastecedores de agua sufren la sobreexplotación o, aún peor, la contaminación, sino que además el consumo de aguas subterráneas representa ya un 20% del consumo mundial, la extracción acuífera se duplicó durante el siglo pasado.

A este ritmo de desigual consumo, todo apunta a que para 2030 un 67% de la población mundial, seguirá sin servicios de saneamiento, mientras en occidente, se gastan miles de litros para producir cualquier artículo trivial. La demanda actual de agua está inevitablemente llamada a aumentar, entonces, ¿por qué le prestamos tan poca atención?

La activista canadiense Maude Barlow hace unos años calificó al agua como el “oro azul”, para ver si poniendo el nombre del apreciado metal influía en algo, pero poco se ha hecho.

Algunos se escudan tras la crisis económica, y otros se aprovechan de la situación para sacar partido. Ahora resurge una vieja idea: invertir en agua. Cada dólar invertido en la mejora del abastecimiento de agua y los servicios de saneamiento arroja un beneficio que oscila entre 3 y 34 dólares, según consta en el Tercer Informe de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo de los Recursos Hídricos en el Mundo.

El costo del agua se multiplicará por varias cifras, pues no solo se trata del agua para beber o para la higiene, se trata en cuanta agua “consume” un ser humano en lo que come, la ropa y calzados que usa, los artículos desechables y duraderos empleados en su vida cotidiana.

Hace algunos años, con motivo de una fuerte sequía que vivimos en Cuba, en una reunión sobre agricultura, se debatía cuanta agua se dedicaría para beber y cuanta para “comer”. Pues los cultivos, las industrias que benefician y conservan los alimentos también requieren de mucha agua.

El 70% del consumo total de agua en el planeta se lo lleva la agricultura. Para producir un kilo de trigo hacen falta entre 800 y 4.000 litros. Los patrones de consumo aumentan, y esto traerá consigo más gasto de agua.

Paralelo a esto, once de los últimos doce años (1995-2006) se sitúan entre los más calurosos desde 1850. La temperatura media anual en Europa occidental ha aumentado entre 1 y dos grados desde 1970, en Alaska cerca de 3,5 grados. El hielo del Ártico se está derritiendo a una tasa del 2,7% por década, la capa de nieve se reduce en zonas de montaña hay un aumento en la intensidad de los ciclones en el Atlántico norte desde 1970, las olas de calor y las precipitaciones tormentosas generadoras de inundaciones y desbordamientos se suceden con más frecuencia al mismo tiempo que se reducen las precipitaciones en las regiones subtropicales hasta un 20% y la sequía abarca cada vez una extensión mayor del planeta.

Lo más terrible es que la propiedad privada de los recursos naturales como el agua, significa que su asignación se establece por medio del mercado. La cuestión no es por tanto un problema de precios, sino de los mecanismos institucionales que determinan quien y como decide sobre el acceso a los recursos y como se distribuye este acceso entre la población mundial.

Como parte de los Objetivos del Milenio adoptados por las Naciones Unidas para enfrentar los grandes retos de la humanidad en este milenio que comenzó en el año 2000 se encuentra el compromiso de reducir para el 2015 a la mitad la cantidad de seres humanos que actualmente no tienen acceso al agua potable, y que son más de mil millones. Este objetivo, aunque loable, es a todas luces injusto y debe poderse mejorar. Para lograrlo como se expresó en su intención original, varios gobiernos y organizaciones no gubernamentales se reunieron a principios de 2002 para crear el Grupo de Trabajo Mundial para el Financiamiento de las Infraestructuras del Agua bajo los auspicios del Consejo Mundial del Agua. Después de 15 meses de trabajo se constató algo evidente: los objetivos del milenio adoptados por las Naciones Unidas no son suficientemente ambiciosos.

Este financiamiento es perfectamente posible si modificamos la forma en que se gobierna el mundo y la forma en que se financian las inversiones en infraestructura.
Para poder evitar las tragedias hídricas pronosticadas por los expertos en los próximos 20 años, el grupo de trabajo propuso más de 80 medidas, algunas de ellas innovadoras y confrontacionales, pero que están al alcance de los seres humanos. Estas medidas se basan todas en una verdad muy sencilla: más que una dificultad de recursos financieros, “el problema del agua es antes que nada cuestión de administración adecuada, de coordinación y de movilización de todos los actores en una cadena compleja”

Esta propuesta seria e innovadora corre sin embargo el enorme riesgo de caer en el olvido si no se hace una difusión amplia, a todos los niveles, para que los “gestores sociales” en cada una de nuestras sociedades humanas la adopten y promuevan el cambio en sus propios países, contando con el apoyo de quienes toman decisiones en la gestión ambiental de esas mismas sociedades humanas: los gobiernos, los empresarios, los científicos, las organizaciones no gubernamentales, los medios de comunicación y todos y cada uno de los seres humanos del planeta.

Al final, ¿qué hay en el fondo del pozo? Lo más reciente es El V Foro Mundial del Agua que reúne en Estambul a un número de participantes nunca visto: 28.000 personas de más de 180 países.

En el acto inaugural del evento, el francés Loïc Fauchon, presidente del Consejo Mundial del Agua, que convoca el encuentro expresó: "Nuestro comportamiento es cada vez más irreflexivo e inconsecuente. Somos responsables de las agresiones cometidas contra el agua, responsables de las evoluciones del clima que vienen a sumarse a los cambios globales, responsables de las tensiones que reducen la disponibilidad de las masas de agua dulce, indispensables para la supervivencia de la humanidad".

No dudamos de la fuerza de los miles de argumentos que saldrán de ese V Encuentro de Estambul. Pero, mientras tanto, en cada rincón del planeta, en cada ser humano que está ahora delante de de un salidero, de un derroche del líquido vital, o de cualquiera de los alimentos o artículos en los que se emplea el agua, en cada uno de los responsables, debe existir la decisión de darle al agua su valor. Es preciso sancionar a quienes la desperdician o no la valoran, el mundo debe pasar por encima de las palabras y tomar una acción inmediata, pues como bien se dijo en la Cumbre del agua de Estambul: “Hay gente sedienta que no tiene voz en encuentros como éste”.

Fuente:

Cuba Debate


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