Imagén del agujero de la capa de ozono en septiembre de 2000. (NASA)
MADRID.- Hoy se celebra el 20 aniversario de la firma del Protocolo de Montreal, un tratado global de 190 países para proteger la capa de ozono, que tras dos décadas de implantación se puede considerar un gran éxito, aunque todavía queden lagunas por resolver.
Este convenio ha logrado en este plazo reducir en un 95% las sustancias perjudiciales para la capa de ozono, fundamentalmente los gases con compuestos de cloro que se utilizaban –fluorocarbonos (CFC)– y que una vez renovados para causar menos daños –hidrofluorocarbonos (HCFC)– se siguen usando en los sistemas de refrigeración, aire acondicionado, sprays o extintores. Los cloruros de metilo utilizados como biocidas en la agricultura son el otro grupo de sustancias dañinas. Ambas atacan las moléculas de oxígeno del ozono destruyéndolo.
La capa de ozono que recubre la atmósfera filtra las radiaciones ultravioletas, muy perjudiciales para los seres vivos. En 1984, el científico Mario Molina –quien fue premiado con el Nobel– detectó el agujero en la capa de ozono sobre la Antártida, que en los años sucesivos se fue agrandando causando una gran preocupación mundial.
Tan sólo tres años más tarde, la comunidad internacional adoptó el protocolo, cuyo objetivo final es acabar con todas las nuevas sustancias dañinas para el año 2040. Sin embargo, las medidas adoptadas hasta ahora han permitido importantes avances: se calcula que hasta 2020 se habrán evitado 100 millones de cánceres de piel, además de evitar números similares de casos de cataratas y otros efectos graves en la naturaleza.
"Es la historia de un éxito: un acuerdo multilateral, basado en la ciencia, ratificado por 190 países y que ha alcanzado su objetivo", ha afirmado estos días el director del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, Achim Steiner. La agencia de la ONU considera que el éxito puede ser aún mayor si dentro de una semana, en la reunión anual del Convenio, se adopta el acuerdo de adelantar 10 años el objetivo.
La eliminación definitiva de los gases hidrofluorocarbonados (HCFC) una década antes, permitiría evitar la emisión equivalente de 35.000 millones de toneladas de CO2. Es decir, una cantidad 15 veces mayor de lo que pretende el Protocolo de Kioto en sus primeros cinco años de vigencia: 2.000 millones de toneladas, el 5,2% menos cada año de lo que se emitió en 1990.
Tanto los CFC como los HCFC tienen un elevado potencial de efecto invernadero, por lo que la eliminación de los primeros en la pasada década tuvo ya efectos beneficiosos en la lucha contra el cambio climático. La industria química, y en concreto la gran transnacional estadounidense Dupont, ha anunciado que tiene desarrollados los nuevos refrigerantes alternativos (ISCEON), y pide que se acelere la sustitución de los HCFC.
Si salen adelante los objetivos de la ONU, se habrán matado dos pájaros de un tiro: proteger la capa de ozono y frenar parte del cambio climático. Un éxito rotundo gracias a la estrecha colaboración –desconocida en otros convenios mundiales– de las agencias internacionales, los gobiernos, los científicos, la sociedad y la industria implicada.
Fuente:
El País