¿Por qué hay animales con patas inservibles, alas atrofiadas y grandes colas que les delatan?
Algunos seres vivos conservan características ancestrales, o han desarrollado otras que hoy carecen de sentido. Y es que, a veces, la selección natural, genera aberraciones. Los humanos no somos una excepción.
Los ancestros del kiwi, un ave no voladora característica de Nueva Zelanda, poseían alas funcionales.
El ciclo reproductivo de la mayoría de las hembras mamíferas finaliza, si no hay anidamiento, con una suave reabsorción de los tejidos desarrollados por el útero para recibir el embrión. En las hembras de los primates, la menstruación puede considerarse como un compromiso con las antiguas ventajas adaptativas de la especie o también como un vestigio del peculiar mecanismo de reproducción de los antepasados. En cualquier caso, y así lo sienten las mujeres, se trata de una chapuza, una más entre las incontables que se cuentan en los seres vivos.
En todos los organismos abundan los vestigios, los residuos, los muñones, las redundancias y los absurdos. Para algunos investigadores, la perfección puede ser fruto de un diseño inteligente, y para otros, el resultado de un proceso de evolución genética impulsado por una selección natural implacable y minuciosa.
Respuestas inadecuadas a los procesos evolutivos
En épocas de apareamiento, las ranas verdes macho buscan compañeras desesperadamente, incluso con carpas muertas.
Ese cambio de función que postula Darwin es también una fuente generosa de apaños al estilo de Pepe Gotera y Otilio. Una estructura con una determinada función se va modificando gradualmente hasta adaptarse para cumplir otra bien distinta. Durante esa transición, pierde parte de su cometido original, y tampoco es capaz de desempeñar eficazmente la nueva tarea. Así, nos encontramos con una pieza orgánica convertida en un estupendo pegote. Su dueño puede resultar algo patético, pero disfruta de ciertas ventajas adaptativas con respecto a sus semejantes. Es el caso de las ranas voladoras arborícolas: las membranas entre sus dedos apenas les sirven para nadar, pero se han desarrollado tanto que les permiten desplazarse de vez en cuando planeando de una rama a otra.
Las grandes boas esmeralda mantienen vestigios de lo que fueron las patas traseras de sus antepasados.
Contundente forma de reducir el consumo de energía
La persistencia durante mucho tiempo de estos vestigios tiene una explicación sencilla: cuando un órgano de gran tamaño deja de usarse, hay una fuerte presión selectiva para reducir sus dimensiones, porque constituye un estorbo que consume muchos recursos. Pero conforme mengua, la selección natural se relaja, y aunque lo ideal sería que el vestigio desapareciera, los organismos que lo conservan tampoco son penalizados por la naturaleza.
Los alcaudones dorsirrojos dan un gran rodeo en sus migraciones. Se cree que lo hacen porque se mueven siguiendo rutas por territorios ya desaparecidos.
Las reliquias se manifiestan también en comportamientos trasnochados: el alcaudón dorsirrojo da un rodeo innecesario para migrar a África, que sólo puede ser un recuerdo de la antigua distribución de los territorios. El macho de la mosca Hilara sartor regala a la hembra un capullo vacío. Originalmente, sus antepasados lo ofrecían con un insecto dentro, aunque algunos machos engañaban a las hembras con capullos sin relleno que sólo abrían tras el apareamiento. Hoy estas moscas se alimentan de néctar, y el regalo ya no tiene sentido.
El hoatzin pierde en edad adulta las garras que poseen siendo poyuelos.
Otro argumento apunta a los errores de diseño causados por las limitaciones impuestas por la historia evolutiva. La estructura de la retina es una muestra de ello: las células nerviosas se sitúan por delante de las fotorreceptoras y el nervio óptico tiene que atravesar esta capa interna, creando un punto ciego.
El conflicto con otros seres impulsó nuestro desarrollo
Algunos investigadores creen que la existencia de organismos masculinos es una chapuza de la naturaleza, y ponen como ejemplo al león.
En algunos casos, el cáncer puede haber sido favorecido por la selección natural. No hay que olvidar que esta enfermedad se comporta como un ente vivo y en gran medida independiente. Otras alteraciones, como la fiebre, el dolor o las náuseas de los primeros meses del embarazo son simples mecanismos de defensa favorecidos por la selección natural.
Eso sí, el hecho de que seamos como máquinas funcionales durante todo nuestro desarrollo, incluidas las etapas embrionarias, impone férreas restricciones a nuestra construcción.
Una gran sequía pudo impulsar el crecimiento de la trompa del elefante.
Otra fuente inagotable de chapuzas es la selección sexual, que genera machos muy atractivos para las hembras, pero deficientes para la supervivencia. Su colorido y sus comportamientos ostentosos tienen como efecto colateral atraer a los depredadores. Muchas de sus espectaculares estructuras, como la cola del pavo real, se convierten en perfectos estorbos para la huida.
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