La escuela Altschool ofrece un plan de estudio personalizado para cada alumno.
Siempre me ha parecido bastante irónico que los padres de la
tecnología punta de los últimos decenios se muestren, para las
cuestiones educativas, antitecnológicos feroces. Que Steve Jobs y demás
genios de Silicon Valley hayan enviado a sus hijos a escuelas de "low
technology" como las Waldorf o Montessori me parece un mensaje muy claro
sobre la relación peligrosa y altamente perniciosa que puede
establecerse entre los niños y la tecnología. Son ya, admitámoslo, una
generación apantallada.
Pero
¿qué pasaría si invertimos la ecuación y en vez de esclavizar a los
niños ante pantallas hacemos exactamente lo contrario: ponemos la
tecnología al servicio de la educación para conseguir que cada alumno
pueda explorar al máximo su potencial de aprendizaje? Es la filosofía
que inspira a la escuela Altschool.
¿Tiene aún hoy sentido que un profesor dé la misma clase a
30 alumnos, cada uno de los cuales tiene un perfil, unas capacidades y
un ritmo de trabajo diferentes? La pregunta no es baladí. No, ya no
tiene ningún sentido porque hoy en día la inteligencia artificial
permite personalizar la enseñanza para cada alumno. La alianza entre
educadores e ingenieros es ya una realidad en escuelas como la americana
Altschool, fundada por un ex de Google, Max Ventilla.
Cada mañana los alumnos de esta escuela llegan con una
"playlist educativa diferente". Funciona con una inteligencia artificial
cuyo algoritmo observa qué ha trabajado el alumno el día anterior con
el objetivo de proponerle al día siguiente un programa que no sea
repetitivo y que esté adaptado a sus necesidades y a lo que desean
aprender. Las playlist son elaboradas con la colaboración de los
profesores, que cada día entran en el software sus observaciones sobre
cada alumno para «alimentar» el programa.
Para la escuela es importante el avance académico de cada
alumno pero también el crecimiento en valores no propiamente académicos
como la perseverancia, la capacidad de trabajar en equipo o la
proactividad. Son estas características personales y no sólo los
conocimientos académicos lo que permitirá a los niños triunfar en el
mundo del futuro, según Ventilla.
La primera escuela Altschool fue inaugurada en 2013 y hoy en
día se trata ya de una red de 7 escuelas implantadas en la bahía de San
Francisco, Palo Alto y Nueva York. En la web de la escuela se lee que
la tecnología y el conocimiento están transformando la sociedad a un
ritmo acelerado. Y que por lo tanto ya es hora de que aceleremos también
nosotros nuestra concepción del aprendizaje.
Ventilla explica en un vídeo que el modelo educativo
tradicional, hijo del siglo XIX, promovía una educación masificada
porque se necesitaban trabajadores en masa. La escuela clásica convierte
a los niños en ordenadores, por así decirlo, pero los ordenadores ya
existen y por lo tanto no aporta ningún valor añadido hacer este mismo
trabajo. El nuevo sistema educativo disruptivo que él intenta implantar
busca adaptarse a las nuevas necesidades del siglo XXI y formar hombres y
mujeres con conocimientos pero, sobre todo, con competencias y
habilidades personales que les abran las puertas del éxito profesional.
Acabo como empecé, con mi sorpresa agradable por el interés
de los ingenieros por renovar el sistema escolar pasado de moda. Me
parecería más «lógico» si la iniciativa viniera de políticos,
académicos, pedagogos o de padres de familia, pero ¿de los ingenieros?
¿Es una escuela como la Altschool realmente la escuela del futuro? El
futuro, y sólo él, nos lo dirá.
Fuente:
E l País (España)
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28 de julio de 2017
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