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24 de octubre de 2013

Lima: La cabeza de perro del Cerro San Cristóbal


Hace algunos años cuando descubrimos la meseta de Marcahuasi, nos asaltó la curiosidad. ¿Eran en verdad esas piedras, de formas humanoides o que simulan animales, el resultado de miles de años de erosión? ¿El viento y la lluvia podían tanto? Luego descubrimos que no era el único bosque de piedra con esas características. A 4 200 metros sobre el nivel del mar, en las alturas de Cerro de Paso, está Huayllay, otro impresionante paraje donde la piedra ha sido aparentemente trabajada.

Estos lugares, alejados de la ciudad, pertenecían a un mundo de leyendas y mitos. Pero mi fascinación luego de visitarlos seguía latente. Conseguí el libro Markahuasi, de Daniel Ruzo de los Heros, quien -con esta investigación- puso a la meseta en el ojo del mundo y fue el primero en plantear la teoría de jardín protohistórico. Para Ruzo el lugar era un gran libro tallado en roca, hecho por una humanidad desaparecida de la faz de la tierra. Esta humanidad sabía que iba a ser arrasada y encontró en la piedra la única forma de perdurar.

A través de más de 35 años de trabajo, Ruzo encontró otros lugares similares en el planeta: Tepoztlán, en México; el bosque de Fontableu, en Francia; Turquía, India, Japón y otros sitios consolidaban su teoría. La historia del mundo tenía una nueva visión y está se volvió muy popular entre aquellos que creen que la historia de la tierra es más antigua de lo que dice el cristianismo.

Pero en el libro, el autor señala que toda comenzó cuando en la casa de su amigo Allende, en el Rímac, mientras hablan de los mitos en la obra de Edgar Alan Poe, observan el cerro San Cristóbal y “ven” una gigantesca cabeza del perro tallada en roca. Esto me impactó y desee verla también, pero no fue sino hasta que descubrí otro libro, Los Tesoros de Pachacamac y Catalina Huanca, que la evidencia me abrumó. En el texto, esa mujer es la guardiana de invaluables tesoros prehispánicos, los sabe enterrados en varios sitios, entre ellos, junto al cerro San Cristóbal. Se narra la importancia de ese Apu (su nombre verdadero es Taulichusco) y lo coloca al nivel del poderoso Pachacamac. Este libro muestra el lado espiritual de los antiguos peruanos, muchos sitios sagrados y el poder tremendo que todavía se conserva.

El amauta Luis E. Valcárcel, completa el triángulo y nos da los últimos datos sobre el Apu. En su libro Mitos Peruanos, cuenta que en Taulichusco había un ídolo de barro, de forma humana, el cual era un efectivo y aterrador oráculo. Es el mito en su esplendor: para llegar a el tenías que cruzar el río, luego pasar por un breve pero escalofriante bosque de algarrobos y finalmente entrar al territorio del oráculo. Lo que no señala Valcárcel, es la mirada gigante del perro dominando el territorio.

Así, fuimos a los alrededores del cerro para verlo. Buscando una buena hora, el cambio de luz, la mejor vista, eludiendo a ladrones. Al segundo día, por la Alameda de los Descalzos, cuando vencía el sol las nubes vimos gigante e imponente la cara del can sagrado.

Lugar de poder

El autor del libro Markahuasi, nos indica que San Cristóbal es el cerro de los tesoros, pero no de tesoros físicos. La cabeza del perro sería la señal: la entrada al Uku Pacha (mundo de abajo). Tallada en el cerro San Cristóbal, guarda las mismas características de las otras esculturas en la meseta de Markahuasi, es un fino tallado en la piedra donde la imagen se forma y cambia por el movimiento del sol y el juego de sombras. Es por eso que la cabeza de perro se modifica tres veces durante el día y señala la entrada. El mito se repite al otro lado del mundo, también es un perro -can Cerbero- quien cuida la entrada al Hades, el mundo de abajo para los griegos.

Ruzo señala que el cerro es un lugar de protección, pero solo los elegidos podrán acceder y será durante el próximo cataclismo terrestre. Según él, la tierra ha sido despoblada y poblada durante miles de años. Varias humanidades han llegado a altos grados espirituales y científicos pero no han podido perdurar. La tierra es un ser vivo y está en constante cambio. Y cuando sucede, solo unos elegidos podrán salvar el tesoro: la sangre del hombre, la raza humana. Ellos sobrevivirán y otra vez se volverá escribir la historia de la tierra. Como decía Nietzsche, el tiempo es circular.

Lima es un lugar milenario, estamos rodeados de historia y aunque muchas veces pasa desapercibida, en otras, la realidad nos salta a la cara como una mordida de perro mientras caminamos despreocupados por la avenida Abancay. Y si es en verano y a media tarde, mejor.

Fuente:

La Mula
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