Detrás de todas las guerras hay millones de historias de sufrimiento,
muerte y desesperación. Esposas, maridos, hijos, padres… han tenido que
resignarse ante la pérdida de un ser querido… o no, como el caso de la
rusa Mariya Oktyabrskaya. Perdió a su marido durante la
Segunda Guerra Mundial y decidió no quedarse llorando la pérdida de su
esposo… empleó todos sus recursos para vengarse de los alemanes.
Mariya nació en 1905 en un pequeño pueblo de la región de Crimea. De
familia humilde de campesinos y con 9 hermanos, tuvo que compaginar la
escuela con el trabajo en una fábrica de conservas para ayudar a la
economía familiar. Tras completar sus estudios en la escuela secundaria,
consiguió trabajo como operadora de una centralita telefónica… hasta
que con apenas 20 años se cruzó en su camino un apuesto oficial del
Ejército Rojo. Se casaron y Mariya lo dejó todo para acompañar a su
esposo a los diferentes destinos y bases militares donde fue enviado. La
vida castrense permitió a Mariya familiarizarse con el manejo de las
armas, conducir vehículos militares, aprender nociones básicas de
primeros auxilios y participar en los reuniones y asociaciones de los
esposas de los oficiales. Todo cambió con el comienzo de la Segunda
Guerra Mundial y, sobre todo, con la ofensiva alemana para invadir la
Unión Soviética en 1941 (Operación Barbarroja). El esposo de Mariya fue trasladado al frente y las mujeres de los militares fueron enviadas a Tomsk
(Siberia), lejos de los combates. Tras casi dos años esperando noticias
de su marido, llegó aquel fatídico día: su marido había muerto en Kiev
en agosto de 1941, apenas unas semanas después de separarse. El resto de
esposas se resignaban y lloraban la pérdida de sus maridos, pero ella
no… Mariya juró venganza.
¿Qué podía hacer ella? Vendió todas sus posesiones y financiación la compra un tanque T-34
para donarlo al Ejército Rojo, pero con una condición: ella sería la
conductora. Y así lo expuso por carta al Comité Estatal de Defensa.
Aunque sorprendidos por tan extraña propuesta, vieron en aquel gesto un
buen gancho publicitario para implicar a la población en general, y a
las mujeres en particular, en la lucha contra el ejército invasor.
Aprobaron la petición de Mariya y fue alistada como conductor-mecánico
en la Brigada nº 26 de Tanques de la Guardia. Tras un período de
instrucción de cinco meses, con las dudas de sus compañeros de
instrucción y, en ocasiones, alguna broma que otra, en octubre de 1943
Mariya iba a tener su bautismo de fuego a los mandos de Fighting Girlfriend
(Compañera de armas), así llamaba a su tanque y así lucía una
inscripción en la torreta del T-34 (lógicamente, en ruso). Las burlas de
sus compañeros se convirtieron en admiración cuando su brigada combatía
en el área de Smolensk: Fighting Girlfriend rompió la
formación y se lanzó contra las filas enemigas destruyendo varias piezas
de artillería y haciendo huir a los alemanes.
Tras un pequeño tirón de orejas de sus superiores por aquel acto de
indisciplina, no les quedó más remedio que reconocer el valor de aquella
mujer, otrora un simple reclamo publicitario. También sería uno de los
protagonistas cuando los soviéticos recuperaron la ciudad de Nóvoie Selo
en noviembre de 1943. Mariya parecía no temer a la muerte, era osada y,
también, indisciplinada… tenía demasiadas papeletas para no sobrevivir a
la guerra: la noche del 17 de enero de 1944, en una operacion contra
una posición fortificada de los alemanes, una bomba antitanque destrozó
las cadenas oruga dejando a Fighting Girlfriend inmóvil; a
pesar de recibir órdenes de no salir del tanque, Mariya salió junto al
resto de la tripulación para intentar arreglar las cadenas… cuando un
trozo de metralla le golpeó la cabeza dejándola inconsciente. Permaneció
en coma durante dos meses y el 15 de marzo de de 1944 falleció.
Mariya Oktyabrskaya, la mujer que compró un tanque para vengar la muerte de su marido recibió el 2 de agosto de 1944 el título de Heroína de la Unión Soviética, la más alta distinción otorgada por la Unión Soviética por las hazañas heroicas al servicio del Estado y de la sociedad.
Tomado de: Historias de la Historia