La Tierra es conocida por ser un
planeta azul. Aunque se puede pensar que adquiere ese color debido al
agua de sus océanos, nada más lejos de la realidad. El agua de los mares
es prácticamente transparente. La tonalidad azul que adquieren se debe a
que reflejan el cielo. Los que habitamos el litoral sabemos bien como
por ejemplo los días de lluvia el mar dista mucho de ser azul, pintado
más bien de un color grisáceo.
¿Y por qué el cielo es azul? La reflexión
de la luz en la atmósfera provoca que el cielo adquiera el color azul
de día. De entre las longitudes de onda de la luz visible, las que más
se desvían al penetrar en la atmósfera son las que se corresponden con
el azul y el violeta. Esta desviación hace que lleguen de forma
dispersa, como si llegasen de todo el cielo. En ausencia de atmósfera,
el cielo sería de color negro, como en la Luna.
En esta bitácora ya hablé más de una vez
acerca del espectro de la luz. En un extremo del espectro visible se
encuentra el rojo, cuya longitud de onda es la más larga y en el extremo
contrario el violeta, cuya longitud de onda es la más corta. La luz del
Sol tiene que atravesar la atmósfera para alcanzar nuestros ojos, y las
minúsculas partículas de polvo y agua suspendidas en el aire más
pequeñas que las longitudes de ondas de la luz, no tienen tamaño
suficiente para repeler la onda, de forma que solamente la desvían. Es
lo que se conoce como dispersión de la luz.
Ocurre que las longitudes de onda
del extremo azul, al ser más cortas, son más dispersadas, lo que le
confiere la tonalidad azul a nuestro cielo.
Lo que ocurre en nuestro vecino Marte,
cuya atmósfera tiene una presión 145 veces menor que la terrestre, una
concentración de oxígeno despreciable y una presencia de dióxido de
carbono que ronda el 95%, con vientos huracanados que mantienen ingentes
cantidades de partículas de polvo en suspensión, es que presenta un
color rojizo porque las grandes dimensiones de estas
partículas dispersan mayoritariamente las longitudes de onda del extremo
rojo del espectro visible.
Así mismo, la luz anaranjada del ocaso se
debe a que de las longitudes de onda que componen la luz blanca, la
correspondiente al rojo es la última en desaparecer cuando el Sol se
oculta. El efecto se intensifica cuando la atmósfera tiene humedad o
polvo en suspensión, como ya hemos visto.
Detrás de la inmensa belleza de una puesta de Sol no hay más que un par de lecciones de óptica… Así de caprichosa es la física.
Fuente:
Metros por segundo