En un ensayo inédito descubierto recientemente, Asimov ofrece su personal enfoque sobre la generación de nuevas ideas.
A finales de la década de
1950, Isaac Asimov fue invitado a participar en un grupo de creativos
del MIT, comisionados por el gobierno de Estados Unidos. La consigna era
“pensar fuera de la caja” sobre la lucha armamentística que por
entonces se llevaba a cabo entre las grandes potencias del mundo,
Estados Unidos y la Unión Soviética. El escritor asistió a algunas
reuniones, pero se separó poco después al no sentirse cómodo en posesión
de información clasificada. Sin embargo, Asimov asentó su participación
en un pequeño ensayo publicado este año por su amigo Arthur Obermayer,
quien lo invitara inicialmente a las sesiones de “brainstorming”.
A partir de la pregunta “¿Cómo se obtienen las nuevas ideas?”, Asimov desarrolla algunos puntos sobre la creatividad, y el cómo desarrollarla.
Interconexión
Según Asimov, las nuevas ideas no
aparecen de la nada, sino que son el resultado de un proceso “evolutivo”
de ideas previas. Para ejemplificar esto, utiliza precisamente la
teoría de la evolución por selección natural, desarrollada paralelamente
por Charles Darwin y Alfred Wallace en el siglo XIX. “Ambos viajaron a
lugares lejanos”, escribe, “observando especies extrañas de plantas y
animales y la manera en que estas variaban de lugar a lugar. Ambos
estaban muy interesados en encontrar explicación para esto, y ambos
fallaron hasta que se toparon con Essay on Population, de Malthus.”
Sin embargo, muchos científicos y
naturalistas del siglo XIX pudieron haber viajado a sitios distantes
tratando de encontrar explicaciones sobre la adaptabilidad de unas
especies y la extinción de otras mientras leían a Malthus. ¿Por qué sólo
Darwin y Wallace desarrollaron la teoría de la evolución? ¿No sería lo
más esperable que, si todos los factores están en la mesa o frente a
nuestras narices, las soluciones brillantes fueran más frecuentes?
Para Asimov, la clave se encuentra en la interconexión (cross-connection)
de factores: unir puntos que nadie hubiera unido antes para observar un
nuevo dibujo sobre el mapa de las ideas, como si se tratara de una
constelación a la que nunca nadie le hubiese prestado atención –sino
hasta que la inventó. Esto nos lleva al segundo punto.
Arrojo
Siguiendo a Asimov, a pesar de que todos
los elementos de una nueva idea se encuentren sobre la mesa, es
necesaria cierta dosis de audacia para ponerlos en relación. Y es que
las ideas nuevas usualmente parecen insensatas, como “suponer que la
tierra era redonda en lugar de plana, o que se movía en lugar del sol, o
que los objetos requerían una fuerza para detenerlos cuando se movían,
en lugar de una fuerza que los siguiese moviendo, etc.”
Excentricidad
Exponer una idea nueva requiere audacia,
pero para acceder a ella se necesita, a su vez, una medida de
excentricidad. Para Asimov, la excentricidad no es andar por ahí con
sombreros extraños o hablando en pentámetros yámbicos; pensando en
términos de grupos de trabajo, la excentricidad de una persona puede ser
solamente relativa. Hay que recordar que Asimov se encontraba
trabajando con ingenieros aeronáuticos y expertos en servicios de
defensa cuando redactó este ensayo, para quienes un escritor de ciencia
ficción sin duda debía parecer una persona excéntrica.
Una persona
excéntrica respecto a algo, a menudo es excéntrica respecto a varias
cosas. En consecuencia, la persona que tiene más probabilidad de tener
nuevas ideas es una persona con experiencia en su campo de interés, y
que es poco convencional en sus hábitos.
Pensar “fuera de la caja” implica,
precisamente, ser lo suficientemente excéntrico y audaz para vivir todo
el tiempo fuera de ella.
Aislamiento
No se trata de un tipo de soledad como
la de Thoreau, aislado por completo del mundo, sino cierto respeto a las
muchas fallas de los actos creativos que sólo se pueden cometer con la
impunidad de la privacidad. Más que de habitar la proverbial isla
desierta, se trata de tener una isla (“un cuarto propio”, diría Virginia
Woolf) donde uno tenga permiso de equivocarse –es decir, de ser
creativo, pues no hay creatividad sin ensayo y error.
Mi sensación es que,
cuando se trata de creatividad, se requiere aislamiento. La persona
creativa, en este caso, está trabajando continuamente en ello. Su mente
está mezclando información todo el tiempo, incluso cuando no es
consciente de ello.
Irresponsabilidad
Aunque pueda parecer extraño, Asimov
pensaba que “probablemente el sentimiento de responsabilidad inhibe más
que cualquier otra cosa.” Y resulta aún más extraño en nuestra época,
donde existen personas cuyo cargo y responsabilidad dentro de una
empresa consiste precisamente en ser creativos. Pero para Asimov:
Las grandes ideas de
la Historia provienen de personas a quienes no se les pagaba para tener
grandes ideas, sino que recibían pago por ser maestros, atender
oficinas de patentes [referencia a Albert Einstein] o burócratas
insignificantes, o a quienes no se les pagaba del todo. Las grandes
ideas venían como asunto aparte.
No se trata de no pagarle a la gente
creativa o a la que necesita desarrollar ideas innovadoras, sino de
entender que las ideas verdaderamente revolucionarias en todos los
campos provienen de una fuente personal, casi diríamos íntima, que por definición no tiene precio. Tal vez el escritor Alan Moore pueda iluminarnos un poco al respecto de la “sana irresponsabilidad”:
El dinero es el
código de todo, ¿no es cierto? De todo lo que posiblemente necesitarás
en la vida o en la muerte. Pero hasta donde sé, no tengo precio. No se
trata de dinero. Se trata de lo que yo siento.
En suma, podemos decir que para Asimov,
la creatividad es una mezcla de factores vitales, no condicionados ni
limitados por el espíritu del presente ni por imperativos económicos.
Los beneficios económicos, morales o de otro tipo que la creación
personal pueda tener para su creador son razones de segundo orden: lo
primero y más importante (y tal vez lo que justifica cualquier empresa
creativa) es tener el privilegio de vivir una vida impredecible, donde
nuestras habilidades puedan desarrollarse y donde nuestras ideas formen
parte de esa gran cadena de inspiración que aporta el sustrato vital de
la humanidad.
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