Los humanos somos seres asimétricos. En una etapa temprana de nuestro desarrollo embrionario el corazón se va hacia el lado izquierdo del tórax y el hígado empieza a crecer en el derecho. El pulmón derecho es distinto que el izquierdo, el estómago se desplaza desde la línea central y también nuestro cerebro se va convirtiendo, a pesar de su aspecto exterior relativamente simétrico, en una estructura funcionalmente asimétrica. Somos también asimétricos bioquímicamente y en las fases tempranas del embrión se producen distintas proteínas a cada lado del cuerpo aunque morfológicamente seamos todavía perfectamente simétricos. Somos también asimétricos en nuestro comportamiento, es decir, no usamos de la misma manera nuestro lado izquierdo y derecho.
El ejemplo más evidente puede ser la preferencia de mano, donde un 90% de las personas son diestras y el 10% restante, un poco más —12%— en las mujeres, son zurdos. Junto a los diestros y zurdos hay personas ambidextras, que usan igualmente ambas manos, y de preferencia mixta, que son los que para una tarea —escribir, por ejemplo— prefieren una mano y para otra —empuñar una raqueta– prefieren la otra. Nadal, por poner un ejemplo, no es zurdo pero aprendió a jugar empleando la mano izquierda por indicación de su tío y entrenador, pero usa la mano derecha para todo lo demás.
La proporción diestros-zurdos se mantiene en todas las sociedades, en todas las etnias, y en todas las culturas aunque en algunas, como la china, la desproporción se llega a extremar (solo el 1% de los chinos serían aparentemente zurdos) porque la preferencia por la mano izquierda se intenta “curar” y hay una fuerte presión familiar y social contra el uso de la mano izquierda, considerado algo indebido.
Somos diestros porque nuestro cerebro es zurdo y nuestra corteza cerebral es tan asimétrica que se nos ha llegado a llamar “el simio torcido”. Aunque los primates salvajes no suelen implicarse en actividades que requieran un control motor fino, todos tienen una mano preferente y estas variaciones siguen un claro patrón filogenético: los lémures y otros prosimios tienden a ser zurdos; los macacos y otros monos del Viejo Mundo muestran una proporción equilibrada entre diestros y zurdos; los gorilas y chimpancés muestran en torno a un 65% de diestros y un 35% de zurdos, mientras que, como hemos dicho, el porcentaje de diestros a zurdos en la especie humana es de 9 a 1.
En otras palabras, cuando mayor desarrollo cerebral tenga una especie de primate es más probable que predominen los especímenes diestros.
Somos mayoritariamente diestros desde hace muchos milenios y no solo los sapiens. Los esqueletos de los neandertales muestran que los huesos de los brazos derechos y los hombros derechos son más robustos, sugiriendo un uso predominante de esa mano. Los cráneos de Homo heidelbergensis encontrados en Atapuerca muestran marcas en los dientes que se suponen hechas al sujetar un trozo de carne con los dientes y cortarlo con una piedra afilada. El ángulo de las marcas sugiere que la herramienta de cortar era manejada con la mano derecha.
Por tanto, los registros fósiles de éste y otros lugares sugieren que los homínidos eran también mayoritariamente diestros y esa preferencia tiene al menos un millón de años de antigüedad. Es posible que esa fecha para el uso prioritario de la mano derecha pueda retrasarse mucho más: un esqueleto de Homo ergaster, el niño de Turkana, muestra también señales de que era diestro y tiene 1,6 millones de años pero es una evidencia demasiado aislada para afirmar que toda la especie tenía predominancia diestra. En épocas más recientes la cosa está clara.
Desde que tenemos registro histórico la predominancia de la mano derecha es evidente: los murales de las tumbas precolombinas o los estucos en los enterramientos del Valle de los Reyes de Egipto o los bajorrelieves asirios de los palacios de Mesopotamia muestran personas remando con la mano derecha, arrojando sus lanzas con el brazo derecho o sujetando la flecha en el arco con la mano derecha.
Tanto la asimetría cerebral como la preferencia de mano son tendencias heredables y se supone que hay al menos 40 genes que afectan a que seamos diestros o zurdos.
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