Los
científicos han descubierto que en nuestro ADN se oculta otro código.
Este segundo código contiene información que cambia la manera en que los
científicos leen las instrucciones contenidas en el ADN.
Desde
que el código genético fue descifrado en la década de 1960, los
científicos han asumido que se utiliza exclusivamente para escribir
información sobre las proteínas. Por eso los científicos de la
Universidad de Washington se sorprendieron al descubrir que los genomas
utilizan el código genético para escribir en dos idiomas separados. Uno
describe cómo se hacen las proteínas, mientras que el otro indica a la
célula cómo se controlan los genes. Un código se escribe encima del
otro, por eso el segundo se mantuvo oculto durante tanto tiempo.
“Durante
más de 40 años hemos asumido que los cambios en el ADN que afectan el
código genético únicamente afectaban la manera cómo se hacen las
proteínas. Ahora sabemos que por culpa de esta suposición tan básica
acerca de la lectura del genoma humano no veíamos la mitad de la
información. Estos nuevos resultados destacan que el ADN es un
dispositivo de almacenamiento de información increíblemente potente que
la naturaleza ha explotado plenamente de formas inesperadas”, dice el
autor del estudio, John Stamatoyannopoulos.
El
código genético utiliza un alfabeto de 64 letras que se llaman
‘codones’. El equipo de la Universidad de Washington descubrió que
algunos codones, conocidos como ‘duones’, pueden tener dos significados,
uno relacionado con la secuencia de la proteína y el otro relacionado
con el control de los genes. Estos dos significados parecen haber
evolucionado en concordancia entre sí. Se supone que las instrucciones
de control de genes ayudan a estabilizar ciertas características
beneficiosas de las proteínas y normalizan su proceso de creación.
El
descubrimiento de duones tiene importantes implicaciones sobre cómo
interpretan los científicos y los médicos el genoma de un paciente y
abrirá nuevas puertas para el diagnóstico y tratamiento de diferentes
enfermedades.
El estudio está publicado en la revista ‘Science‘.
Fuente: