25 de julio de 2013
¿Por qué se echan monedas a las fuentes para pedir un deseo?
No es de sorprender que las monedas y el agua figuren en tantas supersticiones y profecías. A lo largo de la historia el agua ha sido el símbolo de la fertilidad, pues sin ésta nada vive o se regenera. Un tazón lleno de agua era el símbolo egipcio de la maternidad. Y para agrado de dioses y demonios, gitanos y pordioseros, el dinero siempre ha tenido una magia infalible por sí mismo.
Desde tiempos muy remotos hasta la actualidad, las personas han creído que la cualidad limpiadora del agua puede vencer las enfermedades y alejar la maldad. En las civilizaciones primitivas, a los recién nacidos se les sumergía en un lago o un río; esta costumbre aún persiste en nuestro rito bautismal.
Cuando una fuente brotaba de la tierra era un acontecimiento digno de culto y de respeto, pues se interpretaba como un regalo de los dioses destinado a curar las enfermedades. Debido a que el agua corriente refresca y enfría más que la de un estanque, se pensaba que poseía mayores propiedades curativas. Las aguas termales y los manantiales de agua mineral resultaron ser los más benéficos. Los enfermos se sumergían en éstos para curarse de sus dolencias, tal y como lo hacen hoy día otros tantos pacientes.
Las mágicas propiedades del agua hicieron que se desarrollaran diversas prácticas destinadas a agradar a los dioses que habían otorgado dichos beneficios. Como se afirmaba que el agua contrarrestaba a los malos espíritus, se creía que era de mala suerte arrojarla después del anochecer, cuando se suponía que tales espíritus andaban sueltos.
Desde las primeras monedas, hechas probablemente en Asia Menor por los lidios hasta las actuales, estas pequeñas piezas de metal han sido consideradas como símbolos de buena suerte. Hoy día es muy común verlas en pulseras y collares. Algunas novias ponen una moneda dentro de su zapato y muchas personas se niegan a gastar su moneda de la suerte.
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