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12 de abril de 2013

Libros: ‘Excedente cognitivo’ de Clay Shirky

En Harry Potter y la cámara secreta, el segundo tomo de la célebre saga de J. K. Rowling, alguien amenaza a Harry con “robarle” los recuerdos, como si fueran artículos de propiedad mental. Esta idea no sólo es un invento del mundo de la magia: en el mundo real, la idea de que los recuerdos son propiedades casi físicas forma parte del paradigma cultural vigente.

Y también que las ideas son sujetos de propiedad. Que son sujetos de propiedad comercial. Que puede y debe controlarse su abundancia, creando una escasez artificial, a fin de que sus autores se ganen la vida con ellas. Y, también, que una idea tiene generalmente un autor. Por ejemplo, los inventos individuales no existen, y generalmente se están a punto de descubrir en otros puntos del mundo justo cuando se descubren en algún lugar.



Evocando al profesor Jorge Cortell, las ideas no son de nadie, no son propiedad, si acaso son suidad, es decir, son en sí mismas, como los hijos tampoco son propiedad de sus padres. Las ideas corren solas, se mezclan, generan otras y, sobre todo, colonizan mentes para propiciar muchas más ideas que más tarde correrán igual de libres.

Obtener beneficios de ese proceso ha sido un invento relativamente reciente, y quizá ha dado sus frutos en un tiempo en que vender soportes con las copias de esas ideas plasmadas en ellos eran rentable. Ahora, cuando las ideas son convertibles en bits, y por tanto pueden ser distribuidas y copiadas con un coste marginal próximo a cero, el modelo de negocio debe cambiar.

Frente a este revolucionario cambio de paradigma mental (así como económico, sociológico y hasta filosófico, si me apuráis), es normal que la mayor parte de la población, sobre todo los que están involucrados en el statuo quo reinante, se resistan no ya solo a este cambio, sino a plantearse intelectualmente sus implicaciones.

Afortunadamente, ya existe suficiente masa crítica de intelectuales, abogados, expertos en nuevas tecnologías, economistas y psicólogos que proponen que el cambio de paradigma mental que se avecina no sólo es inminente, sino que resulta de todo punto inevitable (a no ser que se forme una suerte de Gestapo que persiga legalmente el desarrollo de Internet… algo que, vista la nueva Ley Lasalle, en España, o la Hadopi, en Francia, no es tan descabellado que ocurra algún día)

A este grupo pertenece indudablemente Clay Shirky, aunque su libro, Excedente cognitivo, si bien no trata explícitamente de los derechos de autor o el libre acceso a la cultura, plantea una teoría que indirectamente implica el cambio de paradigma mental antes mencionado; esto es: que el hecho de que las personas se hayan dedicado este último siglo a consumir cultura de una forma pasiva (generalmente viendo televisión) es un hecho que nada tiene que ver con la naturaleza humana sino con una circunstancia tecnológica muy concreta que se ha producido mayormente en el siglo XX.

Dicha circunstancia es que la televisión se recibía en todos los hogares, y que la gente, en su tiempo libre (cada vez mayor habida cuenta de las conquistas sociales recientes), lo dedicaba en gran parte a ese consumo. La televisión hacía feliz a la gente porque era la mejor forma de consumir contenidos ininterrumpidamente y de forma relativamente gratuita. Pero no era lo que realmente hacía feliz a la gente.
Lo que siempre ha hecho feliz a la gente es compartir historias, contarse chismes, colaborar en proyectos, jugar juntos. Eso es lo que ha ocurrido siempre. Hasta la llegada de la televisión, que nos volvió acomodaticios y nos aisló de nuestras relaciones sociales (de hecho, no existe ningún estudio serio que sugiera que los contenidos televisivos violentos influyan negativamente en el telespectador… pero hay una fuerte correlación entre comportamientos violentos, incívicos y asociales en los telespectadores que consumen mucha televisión… con independencia del programa que vean: se sospecha que ello se debe a que todas las horas que el telespectador consume televisión, son horas que no dedica a relacionarse con los demás).

La teoría de Shirky pudiera parecer estrambótica o aventurada, pero consigue presentar todos los datos que la confirman de un modo que resultan difícilmente rebatibles. Y con otros análisis que añaden más carne al asador: que la gente no hace mejor su trabajo cuando le pagan por él, la gente hace mejor su trabajo si su trabajo le gusta, independientemente de que se le pague por él. Y la gente, además, hace mucho mejor su trabajo si dicho trabajo se lleva a cabo alrededor de otras personas que pueden evaluarlo continuamente.

Con el advenimiento de Internet, la gente empezó a desplazar parte de las horas que consumía televisión en consumir contenidos de la Red. Sin embargo, Internet no es unidireccional: permite que los contenidos se comenten, se puntúen, se discutan en foros. Es decir, permite que la gente se relacione, como siempre lo ha hecho, pero de una forma más global y poderosa. Y lo más importante: favorece que la gente cree nuevos contenidos para que los demás los juzguen o los complementen, sin importarles sin ganarán dinero con ello (después de todo, el crétido, la admiración o la reputación pueden ser tan poderosas como el dinero).

El ejemplo paradigmático de esta nueva generación de personas que empiezan a dedicar más tiempo a Youtube y menos a la televisión es Wikipedia. Una enciclopedia colaborativa, gratuita, que no paga a sus colaboradores, que se ha convertido en una dura competidora de la Enciclopedia Británica. Lo más apasionante es que para redactar Wikipedia se usó sólo el 1 % de las horas que los telespectadores estadounidenses pasan viendo la televisión en un año. Es decir: con el tiempo que los telespectadores estadounidenses pasan ante el televisor durante un año podrían concebirse miles de Wikipedias, o equivalentes.

Soy perfectamente consciente de que tales ideas resultan contraintuitivas, pero dadle una oportunidad a Excedente cognitivo. Y si finalmente no quedáis convencidos, no importa: os garantizo que vuestras neuronas recibirán una buena sacudida.

Como apunte anecdótico, cabe decir que Clay Shirky argumenta y escribe con una claridad expositiva y una capacidad de hibridar conocimientos procedentes de disciplinas muy diversas que recuerdan poderosamente a Chris Anderson, del que ya os hablé cuando reseñé Gratis. Por eso no es de extrañar que en la contraportada del libro, Anderson escriba una pequeña impresión sobre Excedente cognitivo:
En este libro encontrará las claves para cambiar su manera de pensar acerca de las nuevas formas de comunicación social.
Podéis leer un artículo que publicamos por aquí inspirado en el libro: Nos sobra más tiempo que nunca o por qué el arte no se acaba aunque el autor no cobre ni un céntimo por él, así como una TedTalk de Shirky:




Fuente:

Xakata Ciencia
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