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4 de diciembre de 2012

¿Un químico músico o un músico químico?

Hoy quisiera hablaros de Alexander Porfirevich Borodin (1833-1887). No, no os habéis equivocado de blog y no estáis en retroklang (a quien junto con medi, por decirme en el artículo de Mendeleyev un comentario respecto a él, les dedico el post). Los amantes de la música clásica (mejor, de la romántica) harán sus delicias con nuestra historia de hoy.

Para empezar, decir que Borodin es aquél que junto a Mussorgsky, Cui, Balakirev y Rimsky-Korsakov formó el llamado “Grupo de los Cinco“. Tanto si lo conocéis como si no, os pido que escuchéis, sobre todo, el primer minuto del vídeo siguiente, o su totalidad mientras leéis la historia:


Seguro que os ha sonado. Es la obra “El Príncipe Igor”, que fue completada por Rimsky-Korsakov. Pues bien, que ronde esa melodía por vuestras cabezas mientras leéis el resto de la historia pensando que la música, según él, no era su profesión sino su afición. En realidad se dedicaba a la química. En 1987 se celebró el centenario de su muerte. Las menciones de sus investigaciones en química apenas se dejaron ver en frases esporádicas. Su vida fue un vivir a dos bandas y aunque todo el mundo lo considera un músico, él siempre consideró que su profesión era la de químico. Ironías de la Historia.

En 1877, durante un viaje a Alemania para presentar a dos de sus estudiantes en la Universidad de Jena, tuvo ocasión de conocer a Liszt:

- Soy un músico dominguero – le dijo.
- El domingo es un día de celebración – fue la respuesta de Liszt.

Nacido en San Petersburgo fue hijo natural del príncipe Luka Stephanovich Gedianishvili y la joven Avdotia Konstantinova Kleinecke. El padre no lo reconoció legalmente y lo hizo registrar como hijo de un tal Borodin, sirviente suyo. No obstante, procuró que recibiera educación completa, incluidas lecciones de piano y el aprendizaje del alemán, francés e inglés. A los 14 años hablaba todas esas lenguas y era capaz de hacer ensayos técnicos en italiano.

Con 9 años hizo su primera obra musical, llamada Elena, dedicada a una niña de la que estaba enamorado. A los trece años, mientras componía un trío para dos violines y un chelo sobre un tema de Meyerbeer, se había construido un laboratorio en casa. Su madre estaba preocupadísima ya que se temía explosiones y fastidiaba con las emanaciones que salían de su improvisado laboratorio.

A los 17 años se hizo estudiante de medicina, pero se apasionó por la química por tener como profesor a Nikolai Zinin, que había sintetizado la anilina. Este profesor le dijo en cierta ocasión:

“Señor Borodin, sería mejor que escribiera menos canciones. Usted pierde demasiado tiempo: un hombre no puede servir a dos amos”

Se licenció en medicina eximia cum laude y fue contratado en un hospital militar en 1856. Pero estaba claro que la práctica de la medicina no hubiera sido un buen camino ya que se desmayaba cuando veía la sangre.
El 15 de mayo de 1858 presentó una tesis sobre las propiedades químicas y toxicológicas del arsénico y del fósforo. Fue la primera vez que la Academia de Medicina y Cirugía de San Petersburgo aceptaba una tesis en ruso y no en latín.

En 1859 fue enviado a Alemania donde contactó con hombres de la talla de Bunsen, Erlenmeyer, Helmholtz y Kirchoff. Un año después viajó por Alemania y Suiza junto al gran Mendeleyev. Los dos participaron en el famoso congreso internacional de Karlsruhe, que marcó un giro en la teoría molecular gracias a Stanislao Cannizzaro, de Palermo, quien logró hacer que se aceptaran las olvidadas y oscuras hipótesis hechas 50 años atrás por otro italiano llamado Amadeo Avogadro. Con 27 años Borodin fue miembro del comité organizador (Mendeleyev quedó totalmente impresionado por las ideas expuestas en ese congreso).

En la primavera de 1861, en Alemania, conoció y se enamoró de una pianista rusa llamada Ekaterina Sergenineva Protopopova, quien le hizo admirar a Chopin, Liszt y Schumann. Más tarde, se casó con ella. Dado que Ekaterina tenía tuberculosis se mudaron a Pisa por su clima templado. Allí Borodin se dedicó a la síntesis de derivados aromáticos fluorados. Sus resultados los publicó en Nuovo Cimento, una revista científica.

En Pisa tampoco cesó su actividad musical. Todo lo contrario: además de tocar de vez en cuando el chelo en la orquesta del teatro de la ópera, hizo amistad con diferentes músicos locales. En la primavera de 1862 improvisó frente a Menocci una fuga que asombró a este último y compuso la Tarantella en re mayor para piano a cuatro manos.

Sin embargo, lo curioso del asunto es que mientras la parte musical de Borodin es muy conocida, no lo ha sido así su trabajo científico. La enciclopedia Ullmann de química industrial de 1956 mantenía que el primer compuesto orgánico del flúor fue sintetizado por Lenz en 1877 pero es que Borodin lo había hecho en Pisa 15 años antes. Compitió con Friederich August Kekulé (quien descubrió soñando, según afirmó, que los compuestos de Carbono pueden formar anillos, como el benceno), que en aquel momento trabajaba en el mismo tema que él: la condensación de los aldehídos. Ambos se acusaron pública y recíprocamente de apropiación de su trabajo.

En 1872 publicó una serie de investigaciones que supusieron el nacimiento de la condensación aldehídica, todavía hoy de gran interés en química, haciéndolo simultáneamente el francés Charles-Adolphe Wurtz, a quien se atribuye todo el mérito.

Pero todavía hay más: descubrió un método general que permitía transformar los ácidos orgánicos en bromuros. En aquel momento fue ignorado y tuvieron que pasar nada menos que 73 años para que fuera redescubierto por otros. Hoy se conoce como reacción de Hunsdiecker.

Se ocupó de los desinfectantes, del opio, del análisis del té. En 1876 desarrolló un método para el análisis cuantitativo de la urea que durante un tiempo tuvo una gran aplicación en el análisis de la orina.

Y por si fuera poco, fue también un gran profesor. En 1872 fue profesor de química de un curso para mujeres, el primero de este tipo en Rusia, nacido por iniciativa suya y de otros científicos de su alrededor. Daba conciertos de beneficencia en favor de las alumnas necesitadas. Dicho curso terminó por decreto del gobierno zarista que siempre le había hostigado. Se le vio llorar por ello.

Menos de dos meses después murió en un baile de disfraces organizado para sus dos hijas adoptivas de un infarto. El destino quiso que muriera, precisamente, con el traje típico del campesino ruso, con altas botas y casaca roja. Tenía 53 años.

Fue enterrado en el cementerio Tikhvin del monasterio Alexander Nevsky, al lado del sepulcro de Mussorgsky, en San Petersburgo, donde se conserva un busto de él. Al igual que Mendeleyev, su ataúd fue llevado a hombros, con gran afecto, por sus estudiantes.

Si destacar en una faceta, sea la que sea, es difícil, ya me diréis si no lo es hacerlo en más de una, en temas tan diferentes y de esa manera tan espectacular; podemos afirmar que su extraordinario profesor, Nikolai Zinin, se equivocó: sirvió perfectamente a sus dos amos, la música y la química.

Quien mejor resumió su vida en una frase fue Rimsky-Korsakov: Borodin tarareaba sus composiciones mientras estaba en el laboratorio, o interrumpía improvisadamente una dirección musical para correr a apagar el mechero Bunsen bajo un matraz que se estaba calentando demasiado.

Fuentes:

“El secreto de la química”, Gianni Fochi
“Musicalia (Enciclopedia y Guía de la música clásica, Tomo I)”
http://es.wikipedia.org/wiki/Alex%C3%A1nder_Borod%C3%ADn
http://www.geocities.com/cahmn/Essays/Borodin.htm

Tomado de:

Historias de la Ciencia 
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