Einstein se hizo a sí mismo esta pregunta cuando
tenía 16 años y en su búsqueda de una respuesta desarrolló la teoría de
la relatividad.
Eso implica que las duraciones y los intervalos
de tiempo no son absolutos, sino que varían de acuerdo a cómo los
objetos se mueven en relación con otros, así la medida de la velocidad
de la luz siempre arroja el mismo resultado.
Luego de la publicación en 1905 de estas
asombrosas ideas de Einstein, hubo un extenso debate sobre el impacto
visual de estos resultados.
Los argumentos se centraron en si los efectos
previstos –como la contracción de las duraciones- podían ser observados,
dado que ambos efectos en sí mismos y cualquier intento por observarlos
serían afectados por la velocidad de la luz.
Tomó décadas llegar a respuestas definitivas, pero ellas apuntan a que la forma, brillo y color de los objetos son afectados.
Por ejemplo, si un observador caminara por la
calle a una velocidad cercana a la de la luz, vería los edificios de
ambos lados encorvándose hacia arriba, creando la sensación de ir
viajando por un tubo. Entre tanto, hacia adelante se visualizaría blanco
brillante mientras hacia atrás todo se desvanecería hacia la oscuridad.
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