Uno de esos momentos de la historia que será difícil de borrar son los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki en
Japón; la única vez que se ha hecho uso de armas nucleares y que
debería ser suficiente para que sea el último. Terminada la guerra en
Europa, los presidentes de EEUU, Reino Unido y China – Harry Truman, Winston Churchill y Chiang Kai-Shek respectivamente – emiten un ultimátum a Japón, en la llamada Declaración de Potsdam, con las condiciones de su rendición. Japón lo ignoró y, como advertía el comunicado, tuvo que hacer frente a “una rápida y total destrucción”.
Little Boy fue lanzada sobre la ciudad de Hiroshima el 6 de agosto de 1945 y Fat Man
sobre Nagasaki el 9 de agosto. Durante los primeros meses se calcula
que el número de fallecidos, por múltiples circunstancias, fue de más de
100.000 personas en Hiroshima y alrededor de 70.000 en Nagasaki. El 2
de septiembre, Japón firmaba el Acta de Rendición a bordo del
USS Missouri. A pesar del terrible número de víctimas en el mismo día
del lanzamiento de las bombas, en ambas ciudades, hubo algunos casos de
japoneses que sobrevivieron a las dos bombas… fueron los llamados nijyuu hibakusha.
Se cree que hubo unas 165 personas que sobrevivieron a ambas bombas, pero el caso más conocido, por un libro y el documental Niju Hibaku (Dos veces bombardeado), fue el de Tsutomu Yamaguchi,
reconocido como el único superviviente oficial de las dos explosiones
que falleció en 2010 a los 93 años.
Tsutomu Yamaguchi era un diseñador
de barcos de la Mitsubishi Heavy Industries que se encontraba en
Hiroshima por temas de trabajo. Aunque sufrió algunas quemaduras, su
obsesión era comunicarse con su familia pero no había posibilidad, así
que en cuando obtuvo el permiso para abandonar la ciudad, el 8 de
agosto, regresó a su casa: Nagasaki. Al día siguiente, se incorporó a su
trabajo y, mientras explicaba a sus compañero la experiencia vivida…
volvió a ser testigo de otra masacre.
Tras la guerra muchos periodistas intentaron localizar a los nijyuu
hibakusha pero, a pesar de los afortunados que fueron, sólo pudieron
localizar a un puñado de ellos. Muchos sufrieron secuelas psicológicas
que les traumatizaron y no querían hablar de aquellos fatídicos días y,
además, la sociedad, todavía ignorante de las consecuencias de la
radicación, desconfianza de ellos por miedo al contagio. No fue hasta el
incidente en el atolón Bikini, en 1954, donde un atunero japonés, el Daigo Fukuryu Maru,
fue contaminado por la radiación causada por la explosión de un bomba
de hidrógeno de los EEUU, cuando las autoridades japonesas tomaron
conciencia de este problema y aprobaron una ley que proporcionaba
atención médica gratuita para los afectados por las bombas atómicas.
Cuando Tsutomu Yamaguchi perdió a su hijo por un cáncer en 2005, a la edad de 59 años, hizo pública su historia.
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