El insondable misterio de los agujeros negros --¿portales dimensionales, fábricas de universos, atajos cósmicos?-- es abordado en un viaje de matemáticas psicodélicas, hacia lo más profundo de la madriguera del conejo ontológico, donde yacen los secretos de la creación.
Los agujeros negros probablemente sean el misterio más grande del universo, la región que trasciende la luz física y la luz del entendimiento, singularidades que ponen en jaque nuestra descripción de la realidad. Como la muerte para la biología –el punto en el cual sólo queda el silencio–, los agujeros negros para la cosmología constituyen la gran frontera. Y al mismo tiempo ejercen una fascinación casi mística –como la vagina de una diosa sideral– evocando todo tipo de teorías, ¿son agujeros de gusano para viajar en el tiempo o hacia otros universos? ¿son máquinas cósmicas en las que se crean otros universos? ¿son la raíz abstracta de la divinidad… la pijama negra de Brahma?
Pocas personas en el planeta han estudiado más a los agujeros negros e imaginado su significado, desde la física y la filosofía, que el profesor Andrew Hamilton de la Universidad de Colorado. Hamilton no sólo se ha internado en las ecuaciones de la mecánica cuántica y de la relatividad que confluyen en la singularidad de un agujero negro, se ha internado también, vía la imaginación y las simulaciones computarizadas –de regreso al vientre cósmico— a través de estos extraños objetos que desafían las leyes de la física creando una serie de modelos visuales de lo que teóricamente sucede al interior del hermético horizonte de sucesos –algo que equivale a intentar viajar al vórtice de la muerte y regresar con imágenes de lo que hay del otro lado.
Journey into and through a Reissner-Nordström black hole from Andrew Hamilton on Vimeo.
Básicamente los agujeros negros son objetos que han colapsado en sí mismos, creando una succión gravitacional tan intensa que su interior se separa del resto del universo. El límite exterior de un agujero negro, conocido como un horizonte de eventos, es un punto sin retorno. Una vez dentro, nada, ni siquiera la luz, puede escapar. En su centro hay una especie de núcleo conocido como singularidad que es infinitamente pequeño y denso (una descripción que cabe para el instante antes del Big Bang), lo cual desafía las leyes de la física. Un lugar donde nada puede escapar, es un lugar donde tampoco podemos mirar.
Este interior, como el silencio de Wittgenstein, es el reino de lo extraordinario, de lo místico. Hamilton imagina en la entrada de un agujero negro una cascada de tiempo-espacio derramándose sobre el horizonte de eventos hacia una zona interna en la que “toda la luz y la materia que ha caído desde el inicio del universo al agujero negro se amontona en una tremenda colisión, generando un remolino de energía y un rayo de luz enceguecedor, infinitamente brillante”, ( para aquellos que describen una luz al final del tunel, cuando coquetan con la muerte, más allá esta meta-luz brilla como millones de soles al final del universo, en su eternidad instántanea).
Los agujeros negros podrían ser de las primeras estructuras del universo, influyendo la formación de galaxias como la nuestra. Se cree que todas las galaxias de un tamaño considerable albergan agujeros negros gigantes en su centro (miles de millones de veces la masa de nuestro sol). Agujeros negros más pequeños (típcamente del peso de vario soles) son el resultado de la muerte explosiva de estrellas ultrabrillantes (como si fueran los portales del espíritu de estos astros); en nuestra galaxia existen unos 100 millones de estos objetos.
Hamilton cree que los agujeros negros son como baúles del tesoro en los que yacen los secretos fundamentales del cosmos, incluyendo posiblemente el secreto de la creación del universo. Este astrofísico considera que un agujero negro puede ser concebido como el reverso del Big Bang. En vez de explotar hacia afuera de un punto infinitesimal, vomitando la materia y la energía y el espacio para dar a luz al cosmos, un agujero negro jala y comprime todo hacia dentro en un único punto de infinita densidad. Y en un agujero negro o en un Big Bang, ese punto último –la singularidad– es donde todo empieza y donde todo parece terminar. La diferencia que desborda la conciencia de impliaciones, es que el Big Bang ocurrió hace 13.7 mil millones de años y los agujeros negros son abundantes y prácticamente ubicuos, están aquí. Es decir, podríamos estar viviendo en una insondable red de universos, o multiverso que no podemos comprender del todo, pero que en cierta forma nos atraviesa, nos entreje ontológicamente.
Journey into a Schwarzschild black hole (plain) from Andrew Hamilton on Vimeo.
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