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4 de mayo de 2011

Existes, luego piensas



Homo sapiens (ma non troppo) piensa. Al menos para el obsesivo pensador René Descartes esa era la única certeza. Cogito ergo sum. Pienso, por lo tanto existo. Descartes dudaba de todo y necesitaba de alguna certeza primera inamovible sobre la que desarrollar el edificio de una interpretación ajustada de la realidad y sólo encontró esa constatación de saberse compulsiva y obsesivamente, inevitablemente, pensante.

No somos gran cosa como prototipo físico pero suplimos las deficiencias con nuestra facultad pensante. Sobrevivimos, existimos, porque pensamos. La mollera es lo que nos ha librado de la extinción... de momento. Puede que sea también lo que nos lleve a extinguirnos en el futuro.

Pensar es una actividad continua. No existe el no pensamiento como no existe la no respiración, la no circulación de sangre, el no filtrado renal de la sangre. El cerebro rebobina continuamente el material de sus sistemas de memoria para extraer conocimiento. Pasado, presente y futuro se funden en esa actividad rumiante. Uno de los temas fundamentales es el de la supervivencia física. El cerebro construye una teoría sobre probabilidad de supervivencia y funcionalidad del organismo que gestiona. Hace cábalas sobre su estado: cómo están huesos, articulaciones y músculos; qué posibilidad existe de que se produzca un infarto, surja un cáncer, Alzheimer. La duda metódica cartesiana se cierne sobre la salud y el bienestar. Nada nos garantiza estar y sentirnos bien. Sólo tenemos la certeza de que pensamos sobre salud y bienestar, pasados, presentes y futuros...

Pensarse como organismo es inevitable pero el individuo no ve más allá de la piel. No puede monitorizarse conscientemente el interior opaco con los sentidos. Sólo percibe alarmas, síntomas: dolor, hambre, sed, mareo, cansancio, desánimo. Han pitado los monitores. ¿Qué puede estar sucediendo..?

Los padecientes tienden a aplicar una conclusión aparentemente fiable: me siento mal luego no estoy bien. Es una premisa poco recomendable. Tampoco es aconsejable la contraria: me siento bien luego estoy bien.

Estar y sentirse son dos verbos muy distantes en su significado. Podemos estar razonablemente bien y sentirnos fatal y podemos sentirnos estupendos con unas arterias a punto del infarto.

Los profesionales ofrecen sus poderes sensores e interpretativos para dictaminar cómo estamos. Análisis, escáneres, resonancias, el iris o cualquier otro superpoder permiten emitir un diagnóstico.

El ronroneo pensante continuo sobre salud y bienestar incorpora los dictámenes y las propuestas culturales del entorno. El cerebro teje y desteje una idea de organismo socializada, poderosamente influida por cuanto se dice de él en consultas y fuera de ellas.

Curiosamente la idea socializada de organismo no incluye la existencia del órgano pensante, el constructor del organismo virtual, probabilístico. Los pensadores profesionales de organismo no contemplan al pensador interno. No ven más allá de huesos, articulaciones, músculos y contratiempos personales. Si consideran un sujeto pensante como responsable de los síntomas ese sujeto sólo puede ser el individuo, no el órgano, su cerebro.

Todo síntoma, toda percepción somática es un producto del órgano pensante, evaluativo, el cerebro. Debiéramos saber y creer que es así. Los tejidos no segregan percepción. No duelen ni rezuman cansancio. Se limitan a exteriorizar señales moleculares que deben ser interpretadas, valoradas en el órgano pensante continuo, en el integrador de señales actuales, de aquí y ahora con predicciones teóricas probabilísticas también referidas al mismo momento y lugar.

¿Qué proporción hay de suceso real y de imaginado? Nunca sabemos. Hay que indagar siempre sobre la base de que son inevitables ambos compartimentos: el de las señales somáticas del cuerpo real y las predicciones del también real órgano virtual, el cerebro.

Cuando pensamos sobre interioridades de organismo debemos saber que lo que pensamos proviene del órgano pensante y no dar por cierto lo que únicamente lo parece.

Es ergo cogita. Existes luego ¡Piensa! Piensa que hay algo que piensa el organismo en el que existes...

Fuente:

Arturo Goicochea
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