Yo tiendo a la procrastinación, a veces peligrosamente. La gente que me rodea, tiende a la procrastinación. Probablemente todos vosotros tendéis en mayor o menor medida a la procrastinación. Pero ¿qué diablos es la procrastinación y por qué está tan de moda en Internet?
En pocas palabras, la procrastinación sería el hábito de aplazar las cosas que deberíamos hacer, enredándonos en tareas menos importantes o incluso gastando nuestro tiempo deliberadamente en cosas que nos obligamos a creer que son más perentorias. Todo ello por miedo, por pereza, porque analizar demasiado algo nos lleva a la parálisis… porque nuestro cerebro está diseñado para ello.
Posiblemente el término, hace unos años casi ajeno del acervo cultural de la gente, está tomando relevancia gracias a Internet. Y es que Internet en sí mismo es una fuente infinita de procrastinación, que se lo digan a los oficinistas que tienen un ordenador delante y no dejan de entrar en Facebook para comentar fotos de gatitos.
Las distracciones son tan poderosas porque nos permiten evadirnos de lo que no tenemos ganas de acometer. Aunque nuestros objetivos mentales sean razonables o incluso necesarios para alcanzar algún fin importante, la mayoría de nosotros, en un momento u otro, “nos despistamos”. No, lo haré mañana; no, todavía no me he puesto con el inglés porque últimamente tengo mucho trabajo; no, me queda por resolver cuatro cosas antes de acudir a la autoescuela… ¡son cosas muy importantes! ¡De verdad!
Si nuestro cerebro estuviera mejor ensamblado, quizá estaría dotado de una voluntad más férrea que, ante las urgencias más serias, se atendría sólo a objetivos fijados detenidamente.
Lea el artículo completo en:
Xacata Ciencia
En pocas palabras, la procrastinación sería el hábito de aplazar las cosas que deberíamos hacer, enredándonos en tareas menos importantes o incluso gastando nuestro tiempo deliberadamente en cosas que nos obligamos a creer que son más perentorias. Todo ello por miedo, por pereza, porque analizar demasiado algo nos lleva a la parálisis… porque nuestro cerebro está diseñado para ello.
Posiblemente el término, hace unos años casi ajeno del acervo cultural de la gente, está tomando relevancia gracias a Internet. Y es que Internet en sí mismo es una fuente infinita de procrastinación, que se lo digan a los oficinistas que tienen un ordenador delante y no dejan de entrar en Facebook para comentar fotos de gatitos.
Las distracciones son tan poderosas porque nos permiten evadirnos de lo que no tenemos ganas de acometer. Aunque nuestros objetivos mentales sean razonables o incluso necesarios para alcanzar algún fin importante, la mayoría de nosotros, en un momento u otro, “nos despistamos”. No, lo haré mañana; no, todavía no me he puesto con el inglés porque últimamente tengo mucho trabajo; no, me queda por resolver cuatro cosas antes de acudir a la autoescuela… ¡son cosas muy importantes! ¡De verdad!
Si nuestro cerebro estuviera mejor ensamblado, quizá estaría dotado de una voluntad más férrea que, ante las urgencias más serias, se atendría sólo a objetivos fijados detenidamente.
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