Viernes, 21 de mayo de 2010
El humor protege nuestra cordura
Somos una especie muy particular. De entre todas las que hemos vivido en este planeta, la especie humana es la que evolutivamente ha optado por uno de los caminos más difíciles, que es optimizar la inteligencia. Nuestra especialización, aquello que nos hace únicos, es que somos capaces de comprender el universo que nos rodea, y de esta forma somos capaces de manipularlo, Aprendemos, y además podemos transmitirnos los unos a los otros lo aprendido. La comprensión de los fenómenos que nos rodean es tan importante para nosotros, biológicamente, que tenemos mecanismos en el cerebro encargados de recompensarnos cuando lo conseguimos. Lo malo es que como parte de una clásica estrategia de palo y zanahoria también disponemos de sistemas para castigarnos cuando no lo conseguimos. A los humanos no nos gustan las situaciones absurdas e incomprensibles: nos dan miedo, mal rollo, angustia. Lo que no tiene sentido nos da malas sensaciones, nos amenaza. A no ser que nos haga gracia: resulta que el humor nos ayuda a enfrentarnos al absurdo.
Según un estudio que se publicará en breve realizado por psicólogos canadienses, las obras de arte basadas en el absurdo producen inseguridad, angustia y una ominosa sensación de amenaza. Las historias de Kafka o los cuadros de Magritte, que incluyen situaciones extrañas, absurdas e incomprensibles, inducen en la gente sensaciones poco agradables que se transforman en un anhelo de orden, de estabilidad y de sencillez. Este efecto es especialmente marcado cuando se trata (como en las obras artísticas citadas) de absurdos en situaciones usuales, normales; cuando lo extraño se rodea de lo cotidiano. La falta de sentido es menos amenazante cuando la situación absurda no se espera que sea lógica.
Y aquí es donde entra el humor, ayudando a digerir sicológicamente las situaciones incomprensibles al transformarlas en motivo de risa. No se supone que los chistes deban tener sentido, y por eso el humor y la risa sirven como útiles cortocircuitos que aplicamos cuando lo que ocurre en nuestra presencia carece de sentido. En lugar de angustiarnos, el absurdo nos hace reír, y así nos libera y nos permite superar acontecimientos que sin humor podrían resultarnos amenazantes y desagradables. Es una buena razón para animar a tener un sentido del humor lo más amplio y generoso posible. Mecanismos similares, sin duda, serán necesarios para cualquier especie inteligente que se vea enfrentada al absurdo del Universo sin enloquecer.
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