CARMEN MORÁN - Madrid - 21/05/2007
Los seres humanos contaminamos mucho: basuras, aerosoles, detergentes, emisiones. Pero, triste destino, seguimos haciéndolo una vez muertos. La descomposición natural de la materia orgánica puede contaminar si la forma de enterrar no es la adecuada, pero tampoco las chimeneas de las incineradoras sacan a la atmósfera soplos de aire puro. Y qué decir de los millones de árboles que se cortan para hacer ataúdes, de las lacas que abrillantan los féretros y del zinc que los protege, o de las muchas urnas que van a parar a los ríos o al mar detrás de las cenizas.
En Francia han prohibido que las familias se lleven las urnas porque tenían el Sena perdidito. Y lo mismo en Alemania y en Austria. Incluso en España hay normativas municipales que ponen veto al libre esparcimiento de las cenizas. También se han encontrado urnas en los estanques madrileños del Retiro o la Casa de Campo a pesar de estar prohibido.
Europa tiene listo un borrador donde se recoge la conveniencia de tratar con productos ecológicos los restos cadavéricos, y el consorcio de empresas español que aportará sus apuntes a esta normativa sugiere cambiar conveniencia por obligación.
Las administraciones y los responsables de los cementerios son conscientes de que podría hacerse algo más en lo que a ecología se refiere, y en algunos países y ciudades ya se entierra a la gente procurando disminuir la contaminación. La empresa española Biointegral ha patentado un producto con el aval del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) "con el que se inhuman los cadáveres de forma obligatoria en Madrid, Barcelona y otras ciudades", explica su presidente, José Huertes. Se trata de una bolsita con bacterias muy eficientes que devoran la materia orgánica hasta dejar sólo los huesos en apenas un año. Es un procedimiento tan biológico como la descomposición natural, sólo que acelerado porque la selección de bacterias optimiza el proceso. Y es limpio, porque las bolsitas contienen un producto higroscópico (como el que se usa en los pañales) que impide que los líquidos del cuerpo en descomposición (lixiviados) viajen en libertad y, en el peor de los casos, se filtren en la tierra. Los lixiviados llevan con ellos las bacterias que habitan el cuerpo humano o los restos de tratamientos químicos hospitalarios (quimioterapia).
Bacterias
Las bacterias del cuerpo y las de la bolsita compiten por la comida, "pero gana la batalla el consorcio microbiano de bioencimex, porque están entrenadas para trabajar en ese medio. Todas se irán muriendo a medida que se acaba la comida. Es una autorregulación biológica", explica el científico Baltasar Miñambres, del CSIC.
¿Qué futuro tienen estos productos biológicos para inhumaciones? Se abren camino en algunos países de Europa, pero no será fácil competir con la incineración, una práctica muy consolidada en buena parte de la UE y que avanza sin competencia en países aferrados a otras culturas funerarias, como España, Italia o Portugal. Las cremaciones rondan el 20% en España, pero crecen cada año un 2%, y pronto, dicen los expertos, alcanzará niveles europeos (40%).
En un platillo de la balanza hay que colocar las ventajas sanitarias de acabar devorado por el fuego. A 1.000 grados no hay infección que se resista. En el otro platillo pesan como tierra las emisiones que los hornos expulsan al aire. Los defensores de este sistema sostienen que estos hornos contaminan menos que una barbacoa porque la cámara poscombustión depura los gases antes de soltarlos a la atmósfera. "Además, antes de quemar se retiran los cristales de la caja y los herrajes", explica Jesús Martínez, gerente de Atroesa, una empresa de fabricación de hornos crematorios. "Y desde luego contaminan menos que otras industrias. Creo que la oposición de la gente a tener cerca una incineradora de éstas es más social que ambiental", añade. Pero es consciente de que los ataúdes todavía utilizan lacas que nada bueno aportan a las emisiones e incluso sudarios que contienen PVC. Martínez contraataca: "Los entierros también contaminan el subsuelo".
Urnas de sal que se disuelven en el agua
No es casualidad que los ciudadanos más preocupados por el medio ambiente quieran seguir siéndolo eternamente. Pero no es la demanda lo que ha movido el mercado. "Más bien ha sido al revés. Éramos conscientes de que había gente con esta preocupación, pero no pedían estos productos porque no los había", explica Jorge Masanet, gerente de Limbo. "El mercado funerario no se ha renovado en cien años", añade. Ahora sí. Limbo es una de esas empresas que ofrece productos de diseño elaborados con materiales biodegradables. Las dos estrellas quizá sean la urna Bios y la de sal. La primera es una urna para recoger cenizas completamente biodegradable una vez en tierra. Además, lleva una semilla de la que nacerá una planta. Así se enterraron los restos del gorila Copito de Nieve. Si lo que se prefiere tras la incineración es lanzar las cenizas al mar o al río, han diseñado una urna de sal con forma esférica que pasará a formar parte del agua. Otras empresas ofrecen ya estos envases de sal.
El abandono de urnas de chapa, o de cerámica o de mármol, allá donde se vierten las cenizas es un problema a veces ecológico y a veces estético. Y muchas urnas que se llevan a casa no pasan una mudanza.
En algunas poblaciones se ha acotado un área en el mar para que sea allí, y no aleatoriamente, donde se esparzan las cenizas, pero cada vez son más los cementerios que tienen sus columbarios para dejar las urnas o jardines para depositar las cenizas.
Tala de árboles y lacas tóxicas
Maderón es un material elaborado a base de cáscara de almendra y que sustituye perfectamente a la madera. Se trata, pues, de un producto reciclado y que no precisa de la tala de árboles para hacer un ataúd. "Dicen que son talas controladas, ¿y eso qué significa, que el árbol no se escapa?", ironiza Ricardo Díaz, el director de I+D de Ecowood Logic, que comercializa féretros de maderón. Estas cajas no necesitan llevar una cubierta de zinc, que es obligatorio para traslados de ataúdes entre comunidades. "El zinc es muy contaminante, pero con maderón no se necesita porque es una caja moldeada, como si fuera de cerámica, de tal forma que es estanca, no como la madera, que va sellada por piezas. Son millones los féretros que se fabrican al año, y millones los árboles que se talan en Europa", añade Díaz.
A pesar de ser más baratos los ataúdes de maderón, Díaz se queja de que el mercado no acaba de valorar el producto, que apenas se distingue de la madera. "La gente cree que no tiene calidad porque es más económico y porque se hace con material reciclado, y, cuando se trata de entierros no reparan en gastos".
Las lacas de los ataúdes también están dando problemas a la hora de la incineración. Es una preocupación de los responsables de los cementerios que comienza a pedir barniz al agua, o la ausencia de él. Y que se elimine el PVC con el que se elaboran algunos sudarios.
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