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20 de enero de 2020

El alfabeto Morse y el código binario

El alfabeto Morse fue el primer código binario utilizado para comunicar mensajes complejos a gran distancia y en tiempo real.

En un interesante artículo publicado en esta misma página, Javier Sampedro relaciona el alfabeto Morse con el código genético, lo que, además de recordarme algún inquietante relato de ciencia ficción, me ha sugerido la idea del título.

Morse binario, o más bien binario Morse, como blanca nieve o ancho mar: “binario” es el epíteto del código Morse, su adjetivo inseparable, puesto que se caracteriza precisamente -y a ello debe su eficacia- por usar solo dos signos: una señal corta y una larga. Señales que, además de pulsos eléctricos o electromagnéticos, pueden ser destellos luminosos, sonidos o cualquier otra cosa que permita generar una dualidad fácilmente reconocible.

Y hablando de sonidos, todos hemos visto, en alguna película de intriga, a alguien que envía un mensaje golpeando una tubería; pero los golpes no pueden generar sonidos largos y cortos, como, por ejemplo, un silbato, así que ¿cómo consiguen comunicarse los golpeadores de tuberías? La respuesta parece obvia: no cuentan los golpes sino las pausas; pero eso puede dar lugar a ambigüedades. ¿O no? Someto la cuestión a la consideración de mis sagaces lectoras/es.

Con un código binario podemos escribir dos “mensajes” de un solo carácter (0 y 1) y cuatro de dos caracteres (00, 01, 10, 11), o sea, seis en total; con tres caracteres las posibilidades suben a 14 (2 + 4 + 8), y con cuatro, a 30 (2 + 4 + 8 + 16), y puesto que el alfabeto tiene 26 o 27 letras, según las versiones (con o sin ñ, con o sin ç), en el código Morse el máximo de puntos y líneas necesarios para definir una letra es cuatro.

Dado el actual desarrollo de las comunicaciones, el código Morse ha caído en desuso; pero no por completo, y todos conocen la señal de socorro internacional. Pero ¿por qué SOS? Parece una abreviatura de “socorro”; pero eso solo vale para algunas lenguas romances, como el castellano o el italiano; en inglés es “help”, que no tienen nada que ver. Y sin embargo hay una razón lógica para que la señal de socorro internacional sea SOS; ¿cuál es?

Tomado de: El juego de la ciencia


29 de mayo de 2016

El mago que humilló a Marconi (y el nacimiento de la piratería)


La estación de Marconi en Poldu, Cornualles, a finales de 1901. 
 
Atardecía en Cornualles, la esquina suroccidental de la isla británica, ese día de junio de 1903. El renombrado ingeniero, inventor y empresario signor Guglielmo Marconi sabía que sus señales viajaban mejor cuando se ocultaba el Sol.

Lo había comprobado gracias a sus intentos de enviar mensajes transatlánticos inalámbricos desde ese lugar, su estación en Poldhu, hasta isla Terranova, que hoy es parte de Canadá, que estaba precisamente al frente aunque mucho más allá del horizonte.

Lo había logrado, aseguraba, pero había escépticos.

Se preparaba para dar una función pública que le serviría, como le habían servido otras anteriores, para acallar dudas, cimentar su reputación y hasta maravillar a los curiosos.

Iba a demostrar que sus mensajes no sólo viajaban largas distancias, sino que podía "sintonizar sus instrumentos para que ningún otro que no esté sintonizado de la misma manera pueda interferir con mis mensajes", como le había dicho al diario St James Gazette.

A unos 500 kilómetros de distancia

En el famoso auditorio de la prestigiosa Real Institución de Gran Bretaña en Lond
res, un distinguido público se había reunido para presenciar la gran hazaña: la recepción de un mensaje enviado por Marconi desde la estación en Poldhu.

El físico e ingeniero eléctrico británico John Ambrose Fleming, considerado como uno de los padres de la electrónica, era el presentador y estaba casi listo para iniciar el evento.

Gracias a su magnífica reputación, la sola presencia de Fleming le daba un manto de credibilidad a la ocasión. No por nada, Marconi lo había reclutado como asesor científico de su firma desde 1899.
Cuando Fleming terminó de ajustar el aparato con el que demostrarían la nueva maravilla tecnológica, se hizo un expectante silencio en la sala.

De pronto, se empezaron a escuchar unos golpeteos.

Tap, tap, tap

Fleming no se percató de nada, pues no sabía descifrar código morse y tampoco oía muy bien.


Pero su asistente, Arthur Blok, sí, y le extraño notar que se trataba de la misma palabra repetida. Más aún, que la palabra era "rats" (ratas: expresión de desilusión y disgusto).

El artículo completo en:

BBC Ciencia
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