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2 de junio de 2008

ECUADOR: Abogado arrincona a la TEXACO.

ECUADOR: Abogado arrincona a la TEXACO.

TEXACO pagará 10 000 millones de euros por daños al medio ambiente.

Abogado está a menazado de muerte.


Cifras escalofriantes:

El 30% de la selva ecuatoriana, unos 5.000 kilómetros cuadrados, está contaminada por el petróleo derramado por Texaco.


Los 300 pozos abiertos generan 20 millones de litros diarios de desechos tóxicos que son derramados sin tratamiento previo en 1.000 charcas a cielo abierto. Se filtra por la tierra y con la lluvia llega a los ríos y contamina los acuíferos.

Cada día se queman en gigantescos mecheros junto a los pozos 50 millones de metros cúbicos de gas sin control ambiental, provocando una lluvia ácida.

La mortalidad en la Amazonia ecuatoriana es el doble de la nacional. Tienen el triple de casos de infecciones en la piel y el doble de anemias, micosis, desnutrición y tuberculosis. La incidencia del cáncer es seis veces mayor. Hay documentadas más de 500 muertes relacionadas directamente con esta contaminación.


Se crió en una chabola y logró sacar la carrera de Derecho. Pablo Fajardo, ecuatoriano de 36 años, ha arrinconado a la gran Chevron (antes Texaco). La petrolera tendrá que pagar 10.000 millones de euros por daños al medio ambiente y a la población en la selva amazónica. Es la mayor indemnización de este tipo jamás pagada. El joven abogado recibe a Magazine en la recóndita población de Lago Agrio. Está amenazado de muerte.




Para ser un héroe no hace falta parecerlo. Ni el Quijote que se enfrentó a los molinos, ni el David que derribó a Goliat, ni el Gandhi que se encaró a los británicos aspiraban a ello. Pero lo fueron. En la selva amazónica, donde sobrevivir ya es una heroicidad, los gigantes tienen forma de pozos de petróleo, los Goliats se mueven con guardaespaldas y los imperios nacen y mueren a golpe del oro negro.

Miren la cara del hombre de la foto de arriba, a la derecha: fino, aparentemente frágil y muy emocional. Aunque no lo parezca se ha convertido en uno de los mayores héroes ecológicos del mundo. No olviden su nombre: se llama Pablo Fajardo, tiene 36 años, es abogado y está a punto de ganar el mayor juicio medioambiental de la Historia a los gigantes petroleros venidos del norte.

Fajardo es el representante legal del Frente para la Defensa de la Amazonia, FEDAM, organización que agrupa a los 30.000 afectados por la contaminación provocada durante 40 años por la multinacional norteamericana Texaco (hoy Chevron) en la selva ecuatoriana. En este tiempo, la petrolera perforó 300 pozos en una zona virgen para extraer el crudo sin ningún miramiento ecológico. Medio millón de barriles fueron derramados sin pudor sobre 5.000 kilómetros cuadrados de floresta, causando la más grande catástrofe medioambiental del planeta tras el accidente de Chernóbil.

Las consecuencias son terribles. No sólo la tierra y el agua están contaminados. También las personas. Los casos de cáncer, las malformaciones en los niños, extrañas alergias y las terribles epidemias que matan al ganado se multiplican por toda la región. El impacto visual es enorme. La selva huele como una gasolinera, está atravesada por una intrincada red de oleoductos y las llamas de los gigantescos mecheros que queman el gas que acompaña a las bolsas de petróleo convierten en ácida la lluvia que debería regenerar la selva.

En 1993, el FEDAM denunció a la multinacional por ello y, contra pronóstico, tres lustros después están a punto de ganar la batalla legal. Una compañía independiente acaba de cuantificar los daños que Texaco siempre ha negado en 16.000 millones de dólares (alrededor de 11.000 millones de euros). La mayor cifra económica de la Historia en un juicio civil. Es el precio por limpiar la selva de petróleo y de las indemnizaciones a las víctimas de la contaminación. Un tribunal ecuatoriano dictará sentencia este verano contra la petrolera, lo que supondrá un antes y un después en la lucha global contra el cambio climático. Y Fajardo, nuestro héroe, acarrea buena culpa.

El escenario de esta lucha es Lago Agrio, la ciudad más oriental de Ecuador levantada hace menos de medio siglo junto a la frontera colombiana a rebufo del descubrimiento del petróleo. Hace medio siglo aquí no había más que selva virgen y tribus indias vagando en su particular paraíso. Dicen que los primeros en llegar fueron los presidiarios que el Gobierno ecuatoriano soltaba a su suerte en barcos viejos por el río Aguarico traídos para vaciar las cárceles. Los supervivientes se instalaban en un canto de selva, raptaban mujeres indias e iniciaban una nueva vida. Cuando Texaco abrió allí su primer pozo de petróleo, el 29 de marzo de 1967, nadie se imaginaba la hecatombe que se avecinaba. Aquel día la selva perdió su virginidad para siempre.

Pablo Fajardo llegó aquí dos décadas más tarde, a los 14 años, junto a su docena de hermanos y sus padres, campesinos de la lejana provincia costera de Manabí. Huían de la sequía, la pobreza, el hambre, la desolación. El descubrimiento del yana curi, (oro negro en quechua) y la presunta prosperidad que había llevado a la otrora inhóspita selva amazónica, les ofrecía la oportunidad de empezar de nuevo como inmigrantes. Se instalaron en un barrio de chabolas a las afueras de un pequeño pueblo, Shushufindi, que creció a las puertas de uno de los campos petroleros más grandes de Texaco. Un lugar inmundo, con más burdeles que escuelas, pistoleros en los bares y mucha violencia, donde el narcotráfico es la única alternativa al pujante petróleo.

Era la época en que los norteamericanos llegaban por oleadas en helicóptero y jugaban al tenis dentro de su campamento base, con un cartel a la entrada que ponía "Bienvenidos a Houston", mientras el resto de la población sobrevivía sin luz eléctrica. Bautizaron el lugar como Lago Agrio en recuerdo del poblado texano, Sour Lake, donde nació la compañía norteamericana en 1902. Hasta hace poco, y antes de asfaltarlas, las calles de arena eran regadas con agua empetrolada para evitar que se levantase demasiado polvo. Los días de calor los zapatos se quedaban pegados al suelo. Una vez más, el petróleo inmovilizaba a la gente en su propia miseria.









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Diario El Mundo - España

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