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Así conduce una locomotora el bueno de Keaton. |
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Estas gallinas no parecen estar enfermas. |
Ciencia sencilla, ciencia divertida, ciencia fascinante...
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Estas gallinas no parecen estar enfermas. |
26 de febrero de 2007.- Nadie administra el tiempo peor que nosotros, los humanos. Acaso por ser sus hijos y sus padres al mismo tiempo. Ciertamente somos los únicos conscientes de su paso y de su aparente fin. Como creadores del reloj, los calendarios y la historia, damos valor al tiempo destructor en infinita mayor cuantía que al constructor, que por cierto es el mismo.
Que somos esclavos de la cronología parece no necesitar demostraciones. Menos aún que buena parte del mal llamado progreso ha quedado relacionado con la velocidad, creciente, a la que podemos desplazarnos. Es decir, al empeño inútil de robarle tiempo al tiempo. Pero semejante estado de urgencia permanente, por todo y para todo, se salda con destrozos formidables en el tiempo que no es nuestro y en el espacio que es de todos. Amplío.
Las profundas alteraciones en los paisajes y la extinción masiva de especies suponen la desaparición de los logros biológicos y geológicos del pasado. En cierto sentido, las infraestructuras borran para siempre parte de la historia de la vida a la que también pertenecemos.
Por si eso fuera poco, al ir agotando el territorio y lo que nos proporciona, reducimos las posibilidades del tiempo futuro: el de las generaciones no nacidas. Lo que no es nuestro, pues.
Para ser veloces hace falta una creciente red de rutas -por tierra, mar y aire-que conllevan la destrucción de paisajes y sistemas, de ciclos y procesos. La velocidad arrasa el territorio y sus funciones de forma todavía más contundente y extendida que el urbanismo. La adoración a la velocidad se salda, por tanto, con destrozos en lo espacial y en lo temporal, todo ello en nombre de un fugaz presente. Sin olvidar algunos aspectos inherentes al amor a la velocidad como es que pronto llegaremos a los 900 millones de automóviles –circula uno nuevo cada segundo- en el mundo, responsables, por cierto, de casi el 35% de la contaminación que destruye las cadencias del clima. Por eso mismo, urge hacernos los más lentos posible cuanto antes.
Seguiremos, pero para redondear la propuesta de esta semana sin duda la siguiente frase puede ayudarnos:
"La verdadera actitud creadora posees la sabiduría del tiempo. No es lenta ni apresurada. Entrega el control del tiempo al objeto y no al propio estado de ánimo. Esto es lo que a mi juicio, caracteriza la paciencia: adecuarse al ritmo del objeto. La ternura, como contó Marta, ha de ser lenta, la respuesta a la injusticia ha de ser rápida."
José Antonio Marina
Y como en anteriores ocasiones unos pocos aforismos propios:
La velocidad combate y casi siempre destroza a la sensibilidad pero más aún a la solidaridad.
No precipitarse es una táctica con futuro.
Lo más amenazado, hoy, es la comprensión y su enemigo la violenta capacidad de atropellarlo todo con la búsqueda de una mayor velocidad.
Se trata de usar al tiempo como aliado y no como enemigo.
La vida no es plana, ni rectilínea, ni rápida.
La conservación del tiempo futuro es desde luego el mayor desafío ético que el pensamiento ecológico propone.
También, todo lo humano es mejor si más lento. Con la sola excepción de la curación, caso de estar enfermo. O la muerte, caso de estarlo mucho. Lo de la injusticia; eso nos lo acaba de recordar J. A. Marina.
Tomado de :