Sthepen  Jay Gould escribió “La Falsa Medida del Hombre” en 1981,donde  realiza  un amplio estudio sobre las diferencias entre las jerarquías sociales y  como las clases superiores han buscado,  a lo largo del tiempo, excusas  para perpetuarse en los peldaños superiores de la jerarquía, son los  inteligentes. 
Sthephen  Jay Gould se doctorò en paleontología en 1967 en la Universidad de  Columbia, estudiando los fósiles de caracol de la época del Pleistoceno.  Su contribución al conocimiento de la teoría de la evolución es una de  las más importantes y polémicas. A lo largo de su vida escribió más de  20 libros, 100 comentarios a publicaciones, cerca de 500 trabajos  científicos y 300 artículos en Natural History, revista mensual en la  que publicó ininterrumpidamente durante más de veinticinco años. Recibió  más de cuarenta grados honoríficos, además de haber sido presidente de  la AAAS,  de la Paleontologicac Society.  


Gould  puede considerarse como un intelectual, pues su campo de conocimiento  no solo incluía la paleontología y la biología evolutiva sino también la  historia de la ciencia, el arte, la ciencia política e incluso beisbol.  Una de sus pasiones era difundir el conocimiento científico al público  no especializado. Varios de sus libros como El pulgar del Panda, La  falsa medida del hombre, La vida maravillosa  fueron premiados. 
 Fue  un científico polémico, sus trabajos de investigación podían ser  apreciados o criticados, pero nunca fueron ignorados. Podría  considerarse a Gould como el sucesor de Darwin. Amplió, junto con su  colega Niles Eldredge  el concepto de evolución, con su teoría del  equilibrio punteado. 
 La  teoría del equilibrio punteado cuestiona el concepto de evolución como  un proceso gradual y continuo, tal como puede esperarse de la teoría de  Darwin. Gould  y Eldredge proponen un modelo en que la evolución puede  producirse a saltos. Llegan a esta conclusión después de analizar los  registros fósiles que muestran a menudo unas sustituciones bruscas de  especies o explosiones evolutivas en periodos concretos, como la  conocida explosión cámbrica. 
 La  explicación es sencilla. Por alguna circunstancia se produce una   pequeña variación genética que afecte al organismo, pero no a su  capacidad de reproducción, al cabo del tiempo la población permanece  estable hasta otro cambio. De esta manera la selección natural queda en  un segundo plano y es la modificación del genoma la clave de la  evolución. Es la teoría del equilibrio punteado, la evolución es la  adaptación a los ambientes cambiantes, no significa progreso. 
 Resumiendo,  la evolución no es lineal y progresiva, sino abrupta. Existen grandes  períodos de equilibrio donde evolutivamente no sucede nada, las especies  no cambian. Pero de repente (a escala geológica millones de años) se  producen cambios rápidos y sustanciales, las puntas del cambio  evolutivo.  
 Esta  manera de considerar la evolución como un cambio a saltos y no como un  proceso gradual le hizo enemistarse con los representantes de la  sociobiologia, el creacionismo y la teoría del diseño inteligente. Y es  que Gould era consciente que cualquier actividad humana ocurre dentro de  un contexto social y por tanto las influencias culturales repercuten en  el trabajo científico. 
 Para  comprender los misterios del mundo en que vivimos es necesario que la  investigación científica se adentre en el campo de la historia de la  ciencia. Pues evaluar las causas que permitieron que la historia  siguiera un camino y no otro nos ayuda a comprender que preguntas  tenemos que hacer y que respuestas buscamos. 
 Stephen  Jay Gould escribió por primera vez “La falsa medida del hombre” en 1981  como respuesta al auge del determinismo biológico. Gould analiza y  critica las distintas formas que a lo largo del tiempo se han utilizado  para medir la inteligencia. Y como estas medidas se han utilizado para  justificar de forma científica los derechos de la clase dirigente para  perpetuarse en su escala social dominante.  
 S.J.Gould  a lo largo de todo el libro muestra una gran preocupación por los  desastres a que han conducido las falsedades argumentadas en clave  científica. Se propone desenmascarar estas falacias de la ciencia  utilizada con propósitos injustos, dice textualmente hablando del  determinismo biológico:
  “Pasamos  una sola vez por este mundo. Pocas tragedias pueden ser más vastas que  la atrofia de la vida; pocas injusticias, más profundas que la de negar  una oportunidad de competir, o incluso de esperar, mediante la  imposición de un límite externo, que se intenta hacer pasar por interno”
 
 Desde  muy antiguo se ha intentado mantener una sociedad jerarquizada, los  justos y sabios formando la clase dominante y dirigente. Los mendigos e  ignorantes en la clase más baja. Gould empieza contando como Sócrates  propone una sociedad construida artificialmente y ex profeso según la  condición impuesta a sus ciudadanos por la clase gobernante. Esta  sociedad se dividiría en tres clases: clase mandataria, clase ayudante y  clase obrera. La condición de pertenencia a cada clase será debida a la  educación y cada clase recibirá una educación diferente desde la  infancia. 
 Platón  en “La República”, escrito en forma de dialogo entre Sócrates y otros  personajes, discute la organización del Estado ideal. Sócrates aconseja  que se diga a los ciudadanos que Dios ha dado a cada uno una forma  diferente, a los que tienen la capacidad de mandar, les ha puesto oro; a  los ayudantes plata; a los obreros bronce y hierro. Gould considera que  no hay mucha diferencia entre este cuento sobre metales al cuento  actual del determinismo biológico sobre genes. 
  
  “Los  metales han sido reemplazados por los genes (aunque conservemos algún  vestigio etimológico del cuento de Platón en el uso de la palabra  “temple” para designar la dignidad de la persona. Pero la argumentación  básica sigue siendo la misma: los papeles sociales y económicos de las  personas son un reflejo fiel de su constitución innata. Sin embargo, un  aspecto de la estrategia intelectual ha variado. Sócrates sabía que  estaba mintiendo.”
  
 
 Gould, consciente de la importancia de la historia cultural, quiere desmitificar a la ciencia como una empresa objetiva. 
  “Lo  que pienso es, más bien, que la ciencia debe entenderse como un  fenómeno social, como una empresa valiente, humana, y no como la obra de  unos robots programados para recoger información pura.”
 
  En  este aspecto, el científico se encuentra influenciado por su cultura.  Dentro de un contexto cultural, el científico hace preguntas y encuentra  respuestas. Las condiciones culturales impondrán inconscientemente la  forma de hacer las preguntas y esta condiciona la forma de obtener las  respuestas. De esta manera Gould exculpa a los científicos que se han  equivocado, lo han hecho con la mejor voluntad científica, pero  desconociendo sus propios intereses que han sido condicionados por su  educación cultural. 
 Según Gould se comenten dos graves errores o mentiras, la reificación y la gradación.
 Reificación: tendencia a convertir los conceptos abstractos en entidades reales. 
 Gradación: tendencia a ordenar la variación compleja en una escala gradual lineal ascendente. 
 La  aplicación de estas mentiras ha conducido al extremo de aplicar un único  criterio para medir uno de los parámetros más difundidos de nuestra  especie, la inteligencia. Se mide utilizando el denominado test o  coeficiente de inteligencia (CI). Así pues, la inteligencia deja de ser  una laboriosa complejidad cerebral y pasa a ser solamente lo que mide el  test de inteligencia. Gould lo considera un reduccionismo absurdo.
 Estas  falacias han sido propagadas por diferentes científicos que creían  firmemente en ellas como verdades empíricas. Incluso le dieron nombre,  poligenia. Consideran que las diferentes razas humanas han sido creadas  por separado. 
 Louis  Agassiz (1807-1873) consideraba que los negros deben ser adiestrados  para el trabajo manual y los blancos para el intelectual. Samuel George  Morton (1799-1851) quería demostrar la jerarquía entre las razas  basándose en la característica física del cerebro, sobretodo en su  tamaño. Para ello midió el tamaño del cráneo de diferentes tipos, como  caucásicos, americanos, judíos, asiáticos y africano. Curiosamente  obtuvo un valor alto para el caucásico respecto todos los demás.
 Stephen  Jay Gould demuestra que estos resultados son fruto de errores de  medición y cálculos estadísticos. Gould lo disculpa parcialmente,  diciendo que Morton estaba culturalmente condicionado a obtener y creer  en este resultado. La subjetividad cultural del científico falsea el  resultado objetivamente científico. 
 En  la segunda mitad  del siglo XIX el afán científico por obtener  resultados numéricos a partir de la experimentación condujo a creer que  los resultados obtenidos a partir de mediciones rigurosas eran  incuestionables. Uno de los primeros en realizar extensas mediadas fue  Francis Galton (1822-1911), primo de Darwin, padre de la eugenesia y  precursor de la estadística moderna. Creía firmemente que con suficiente  empeño e inventiva, todo podía medirse y cuantificarse para un fin  científico. Aprovechando la Exposición Internacional de 1884, instalo un  laboratorio en la exposición donde por poco dinero se efectuaban  mediciones del cráneo y tests a las personas que pasaban por allí. El  laboratorio se hizo famoso y atrajo a muchas personas. Naciendo de esta  manera lo que podríamos considerar una fiebre científica en la medida  del cráneo. Llegando hasta nuestros días como determinismo biológico.  Así defienden que las jerarquías sociales existentes entre los grupos  más y menos favorecidos obedecen a los dictados de la naturaleza; la  estratificación social constituye un reflejo de la evolución biológica. 
 Una  o mentiras más difundidas es el de la relación de la inteligencia con  el tamaño del cerebro. Su impulsor fue el cranometrista Paul Broca  (1824-1880), profesor de cirugía clínica en la facultad de medicina. En  1859 fundó la Sociedad Antropológica de París, dando una gran  importancia al tamaño del cerebro en el estudio de la antropología,  decía:
  “En  general, el cerebro es más grande en los adultos que en los ancianos,  en los hombres que en las mujeres, en los hombres eminentes que en los  de talento mediocre, en las razas superiores que en las razas  inferiores…A igualdad de condiciones, existe una relación significativa  entre el desarrollo de la inteligencia y el volumen del cerebro.”
 
 Mucho  tiempo ha pasado desde entonces y con el auge del determinismo los  argumentos craneométricos perdieron gran parte de su prestigio en el  siglo XX. Pero fue solamente para pasar a otro argumento igualmente  peligroso, las pruebas de inteligencia. 
 En  1970 el antropólogo surafricano P.V.Tobias denunciaba el mito según el  cual el tamaño del cerebro tenía alguna relación con la inteligencia. Y  por tanto la clasificación de los grupos humanos en este sentido carecía  de sentido. En definitiva nunca se ha demostrado la existencia de tales  diferencias independientemente del tamaño del cuerpo y de otros  factores distorsionantes. 
 El  concepto de evolución transformo el pensamiento humano a lo largo del  siglo XIX, se usó y se abuso de la teoría de la evolución. Los  creacionistas como Agassiz y Morton y los evolucionistas como Broca y  Galton encontraron datos en el tamaño del cerebro para establecer  distinciones entre los grupos humanos. Para finalmente darles una  apariencia científica utilizando o mejor dicho mal utilizando la  evolución darwinista. 
 Gould  cita otros dos argumentos en la utilización indebida de la teoría de la  evolución. El primero es el de la recapitulación, a menudo resumido en  la frase poco inteligible de “la ontogenia recapitula la filogenia”. El  segundo es la hipótesis acerca del carácter biológico de la conducta  criminal. Ambas teorías buscan signos morfológicos que caractericen a  diferentes grupos humanos para obtener la justificación científica para  la discriminación de los marginados e indeseables. La clase dominante  adquiere otra vez un mecanismo para su perpetuación en lo alto de la  pirámide social. 
 El  zoólogo alemán Ernst Haeckel utilizando la teoría biológica  creacionista sugirió que el desarrollo embrionario de las formas  superiores podía servir de guía para deducir el árbol de la vida. Creía  que a lo largo de su formación embriológica cada individuo pasa por  todos los estadios evolutivos de sus antepasados. Es decir, cada  individuo en su creación embriológica escala su propio árbol  genealógico. Así, las hendiduras branquiales que se observan en el  embrión humano al comienzo de su desarrollo, representan el estadio  adulto de un pez, en un estadio superior la aparición de una cola revela  la existencia de un antepasado reptil o mamífero. 
 Esta  idea se propago hacia otras disciplinas, ejerciendo una influencia  decisiva. Tanto es así, que Sigmund Freud la utilizo en su teoría del  psicoanálisis. El concepto parricida de Edipo en los niños pequeños  debía corresponder a un episodio real protagonizado por unos antepasados  adultos. 
 Pero  donde más se aplico la recapitulación fue en la distinción entre negros  y blancos. Los negros adultos, las mujeres y los blancos de las clases  inferiores eran como los niños blancos varones de las clases superiores.  La recapitulación se convirtió en una idea fundamental para la teoría  del determinismo biológico. Tesis que permitía justificar el  imperialismo.
 El  segundo argumento fue ampliamente desarrollado por Lombroso en su  teoría del hombre criminal. Como medico que era, desarrollo la  antropología criminal a partir de observar las diferencias anatómicas  que podrían distinguir a los criminales de los locos. Creyó ver que los  cráneos de los criminales se parecían a los de los simios, así pues, los  criminales eran seres humanos que aun poseían caracteres ancestrales  hereditarios que los hacían comportarse como un mono o un salvaje y en  nuestra civilización moderna su conducta se considera criminal.
Según  este concepto el crimen tiene raíces biológicas, los criminales  pertenecen a un estadio evolutivo inferior al hombre blanco respetable.  Incluso se llegó a relacionar la epilepsia con la criminalidad. Causando  una gran consternación entre los epilépticos, al ser considerados gente  moralmente reprochable.
Fuente:
Abcienciade