Además de ser un icono de la comida rápida, estas conocidas hamburguesas son un peculiar referente para la economía.
Cualquiera que haya viajado por unos cuantos países y haya degustado alguna que otra hamburguesa en
 los numerosos McDonald’s que hay por el mundo, se habrá dado cuenta de 
que, por ejemplo, un Big Mac, aunque es omnipresente en todos los 
establecimientos de la marca, no cuesta lo mismo en cada uno. Por eso, 
por ser un producto universal que cambia de precio según el lugar, la 
revista británica The Economist decidió crear en 1986 el conocido como índice Big Mac, todo un referente para la economía.
El objetivo de este baremo no es evaluar la calidad de esas populares hamburguesas,
 que vinieron al mundo en 1968 con la receta: Dos de carne, salsa 
especial, lechuga, pepinillo, cebolla, queso y pan. No. Se trata de comparar el coste de la vida entre los países a la par que medir la capacidad de gasto de sus habitantes. El punto de partida es la llamada teoría de la paridad del poder adquisitivo (PPA)
 que, grosso modo, viene a decir que el tipo de cambio debe igualar el 
precio de una canasta de bienes o servicios en diferentes naciones. En 
este caso, la canasta es la famosa hamburguesa, bocado suculento para 
unos, el summum de la comida basura para otros.
De acuerdo con la última medición, de enero de 2016, un Big Mac en Estados Unidos cuesta 4,93 dólares. Si al convertir la moneda de
 un determinado país a dólares, el resultado está por debajo de esa 
cantidad, según el índice citado, esa divisa estaría subvaluada o 
depreciada. Es el caso de Venezuela (0,66 dólares), Rusia (1,53) y 
Ucrania (1,54). Si está por encima, como ocurre por ejemplo en Suiza, 
Suecia y Noruega, entonces su moneda está sobrevalorada o apreciada. De 
esta curiosa manera se ofrece un supuesto espejo de la situación de los 
tipos de cambio a nivel mundial.
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Muy Interesante