Resulta que, sea cual fuere el país de que se trate,
hubo un tiempo en que el oído de los músicos no acertaba a dar con el
sonido de transición entre el la y el do; y la escala, por tanto,
terminaba con el la. Tampoco, en algunos casos, habían descubierto los
músicos la relación que corresponde a la nota fa. De manera que sólo
disponían de una escala sencilla, compuesta de las cinco notas do, re,
mí, sol, la. Ésta es la célebre gama de cinco tonos o pentatónica, que
fue la escala musical usada hasta los tiempos, relativamente muy
recientes, en que se descubrió el fa y sobre todo, la relación más
complicada del si, lo cual permitió que la escala alcanzara un tono
exactamente doble del tono por el cual principia; esta forma perfecta se
logró en el siglo xviii.
No hay límite, a lo que puede creerse, acerca de las
diversas clases do escalas, pero lo dicho bastará para que nos formemos
una idea de los hechos maravillosos en que se funda el arte musical, y
nos demos cuenta de que ese arte, capaz de afectarnos hondamente, puede
considerarse como una rama de las matemáticas aplicadas, o sea, como una
aplicación de las leyes a que están sujetas las sorprendentes
relaciones entre los números, esto es: entre aritmética y música, como
acabamos de verlo.
Puede ser que, al cantar una escala, o al tocarla en
el piano o en el violín, suene mal una nota, y, en tal caso, se
acostumbra decir que se desentona o desafina. ¿Que se entiende por ello?
Conviene tener presente que la nota, de por sí, no ofrece nada de
particular, a pesar de que podamos sospecharlo, porque suena
desagradablemente en aquel punto de la escala. No debemos atribuirle, a
dicha nota, en sí misma, el carácter de desagradable, pues lo que
interesa es la relación que los sonidos guardan entre sí. Podemos decir
que ella no pertenece a la escala y hace las veces de una intrusa.
Fuente:
Escolar