
Las cosas, si embargo, pueden complicarse seriamente. Los candidatos apoyados por el movimiento denominado “Tea Party” han mostrado, de forma sistemática, una actitud contraria a las inversiones en I+D. Lo que para la administración demócrata es una inversión, para estos candidatos es un lujo que los norteamericanos no pueden permitirse. Utilizan, incluso, proyectos concretos de investigación como ejemplo, a los que se considera superfluos, en los discursos de campaña. Todas las investigaciones cuyo objetivo inmediato no es obtener algún beneficio, -médico o industrial, preferentemente-, son consideradas prescindibles.

Además, hay áreas del conocimiento en las que unos resultados electorales adversos para los candidatos demócratas pueden tener consecuencias que van, incluso, más allá. Los miembros más destacados del Tea Party se oponen a la teoría de la evolución y son partidarios del creacionismo. También se oponen a la investigación con células troncales o con quimeras. Y para qué hablar de las cuestiones relacionadas con el clima.
Para el mundo de la ciencia estadounidense, la posible victoria de candidatos respaldados por el Tea Party representaría un avance de la irracionalidad y podría tener profundas consecuencias. De entrada, quizás obligaría al presidente Obama a modificar de forma sustancial su política científica a corto plazo. Y en todo caso, sería el síntoma de la existencia de una poderosa corriente de opinión anticientífica y antirracional, cuyas manifestaciones futuras podrían dar lugar a un retroceso del desarrollo científico y tecnológico de los Estados Unidos.
Fuente:
Un tal Pérez...