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24 de enero de 2016

Martín López Corredoira: "Estamos ante el ocaso de la ciencia"

El autor, Martín López Corredoira, (del Instituto de Astrofísica de Canrias, España) cree que el éxito de la ciencia "viene más bien de las rentas del prestigio del pasado" porque "la ciencia camina entrelazada con las fuerzas económicas en vez de con los sueños humanos".

La historia nos muestra muchos amaneceres y muchos ocasos en las diferentes facetas de los seres humanos. Mirando al pasado podemos poner fecha y entender las razones para el nacimiento y auge de las ciencias. Su declive es más difícil de pronosticar, aunque hay ya razones para pensar que no está muy lejos. Después de un verano muy caliente siempre llega la estación de la caída de las hojas. Hablo aquí de las ciencias puras, en cuanto a vías del conocimiento; las ciencias aplicadas tienen un gran presente y tendrán un gran futuro por largo tiempo.
No está habiendo una revolución en las ciencias puras, sólo evolución de algo que se ha echado a rodar y se desarrolla gracias sobre todo a los desarrollos tecnológicos que no eran accesibles en el pasado
La ciencia ha ganado reconocimiento de la sociedad y es hoy en día uno de los centros de poder que toca sus resortes. Algunos de sus sacerdotes ocupan un estatus importante y se invierten en sus proyectos cantidades ingentes de dinero. Cada poco se baten nuevos récords de costes: 6.000 millones de euros por la construcción del LHC (Large Hadron Collider) del CERN más el mantenimiento de unos 700 millones de euros al año; del orden de mil o dos mil millones de euros cada telescopio espacial... Se publican muchísimos artículos, se citan frecuentemente unos autores a otros, hay muchos congresos, más que nunca, la comunicación a través de los medios de comunicación sobre los descubrimientos realizados muestra un gran interés por la ciencia del público no profesional.

Una visión superficial puede llevarnos a creer que vivimos en una época dorada de la ciencia, pero lo cierto es que el éxito aparente del presente viene más bien de las rentas del prestigio del pasado y del mucho ruido con pocas nueces actual. No está habiendo una revolución en las ciencias puras, sólo evolución de algo que se ha echado a rodar y se desarrolla gracias sobre todo a los desarrollos tecnológicos que no eran accesibles en el pasado.
Nuestra sociedad se ahoga entre inmensas cantidades de conocimientos, la mayoría de ellos sobre cosas de poca importancia para nuestra visión del cosmos, o sin producir avances en los fundamentos básicos de las ciencias puras, sólo aplicaciones técnicas o detalles secundarios"
Nuestra sociedad se ahoga entre inmensas cantidades de conocimientos, la mayoría de ellos sobre cosas de poca importancia para nuestra visión del cosmos, o sin producir avances en los fundamentos básicos de las ciencias puras, sólo aplicaciones técnicas o detalles secundarios. En los pocos campos donde surgen algunos aspectos importantes de cuestiones sin resolver, grupos poderosos controlan los flujos de información y empujan hacia verdades consensuadas en vez de haber discusiones objetivas dentro de una metodología científica, lo que da pocas garantías de que estemos obteniendo nuevas verdades sólidas sobre la naturaleza.

Además, la creatividad individual está condenada a desaparecer en favor de las grandes corporaciones de administradores y políticos de la ciencia especializados en buscar formas de obtener fondos del Estado en megaproyectos con costes crecientes y retornos decrecientes. En astrofísica y física de partículas, por ejemplo, tenemos el caso de la búsqueda de partículas supersimétricas de la supuesta materia oscura, que ha ocupado en las últimas décadas a más de un millar de investigadores en el CERN, y a una cantidad mayor aun de astrofísicos y cosmólogos en lo que se refiere a la problemática de la materia oscura en general. ¿Y qué pasa cuando, después de un largo periodo de búsqueda, se han gastado inmensas cantidades de dinero y los experimentos u observaciones no encuentran esa enigmática materia? Entonces los grupos de investigación proclaman que se deben explorar más altas energías y piden más dinero.
La creatividad individual está condenada a desaparecer en favor de las grandes corporaciones de administradores y políticos de la ciencia especializados en buscar formas de obtener fondos del Estado en megaproyectos con costes crecientes y retornos decrecientes"
Las fuerzas que empujaron a la humanidad a caminar hacia el conocimiento, la ilustración y la razón empujan ahora muy débilmente. La ciencia continúa funcionando por su inercia pero está sujeta a la fricción debida a su erosión. Camina entrelazada con las fuerzas económicas en vez de con los sueños humanos. El científico de prestigio de hoy en día utiliza más sus habilidades como gestor y administrador que como físico, matemático, químico o biólogo, con el fin de conseguir fondos para hacer un instrumento más caro que el anterior y conquistar nuevas metas del conocimiento gracias a la tecnología bruta, que no a la inteligencia.

No es vano el esfuerzo y gracias a eso se han realizado algunas hazañas gloriosas en ciencia de los últimos tiempos: como el proyecto Genoma Humano, el presunto descubrimiento del bosón de Higgs u otros. No obstante, la pregunta que cabe plantearse es hasta dónde llegará esta carrera del desarrollo de la ciencia por esta vía. Hasta que se alcance el límite de gastos que los Estados pueden soportar, y entonces oiremos a los científicos lamentarse de que no se da suficiente dinero para la investigación. Ya sucede tal hoy en día. Realmente, lo que subyace detrás de ese malestar del científico es su convencimiento de que ya no se puede hacer ciencia de primera sin hablar de cifras económicas multimillonarias, y se prefiere descargar sobre el político o sobre la sociedad la impotencia de una ciencia abocada a morir de éxito.
La ciencia sigue hoy en día la estructura del capitalismo, de modo que debe crecer siempre para no caer en crisis"
La ciencia sigue hoy en día la estructura del capitalismo, de modo que debe crecer siempre para no caer en crisis. La ciencia experimental u observacional se vuelve cada vez más cara, y ha optado por un camino sin retorno: crecer a base de incrementar los fondos invertidos en tecnología, la única salida que le queda, pues lo que se puede hacer con la sola inteligencia y con pequeñas inversiones ya ha sido hecho. Dicho en términos pesqueros: esquilmados los mares de las verdades fáciles, ya no se puede pescar con caña en ellos y hay que acceder a embarcaciones con costosos aparatos de pesca para poder sacar algo: mayores aceleradores de partículas, mayores telescopios, etc. Pero cuando la investigación científica alcance el límite donde no puede seguir creciendo a base de mayores inversiones económicas en tecnología, la crisis será inevitable.

Eel artículo completo en: El País (España)
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