Sábado, 25 de julio de 2009
Lo último en arquitectura sostenible son las viviendas desenchufadas, que generan su propia energía y consumen diez veces menos que las normales. Sus inquilinos pagan facturas irrisorias.
¿Qué es la arquitectura sostenible?Arquitectura Sustentable, también denominada Arquitectura Sostenible, Arquitectura Verde, Edificios Verdes, Eco-arquitectura y arquitectura ambientalmente consciente, es un modo de concebir el diseño arquitectónico buscando aprovechar los recursos naturales de tal modo que minimicen el impacto ambiental de las construcciones sobre el ambiente natural y sobre los habitantes.
La arquitectura sustentable intenta reducir al mínimo las consecuencias negativas para el medio ambiente de edificios; realzando eficacia y moderación en el uso de materiales de construcción, del consumo de energía, del espacio construido manteniendo el confort higrotérmico.
Para conseguir esto se debe construir considerando las condiciones climáticas del lugar, utilizando materiales de bajo contenido energético, minimizando el uso de materiales de alto contenido energético, reduciendo al mínimo la demanda de energía (calefacción, refrigeración, iluminación, equipamiento, otros) y la que se necesite para hacer funcionar el edificio, obtenerla de fuentes renovables.
Josep María Adell, arquitecto y catedrático de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM), apaga la luz de la sala donde trabaja y enciende un proyector en el que comienza a mostrar diapositivas del prototipo de casa sostenible B&W. Me encuentro en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la UPM, rodeado del equipo de casi 30 arquitectos, ingenieros y diseñadores que, dirigidos por Adell y con el patrocinio del Ministerio de Vivienda, participarán en el concurso Solar Decathlon 2009 que se celebrará el próximo otoño en Washington (EE UU). La casa que presentarán dispone de un techo solar móvil y se mantiene off the grid, es decir, no necesita enchufarse a la red general para conseguir energía. “Es muy competitiva y se abastece sola porque no está condicionada por la orientación. Sólo hay que encontrar un promotor que se arriesgue a construirla y venderla por unos 20 millones de las antiguas pesetas”.
Y es que en España la presencia de este tipo de ecoviviendas que generan los recursos que consumen es casi anecdótica. “Las que hay son un poco hippies y no tienen nada que ver con los chalés guapos autosuficientes del norte de Europa”, comentan algunas personas consultadas. Las poblaciones aisladas sin acceso a red eléctrica son las que han empezado a instalar tecnologías como la solar para autoabastecerse, según la revista Ecohabitar. Desde hace más de diez años, la asociación SEBA, radicada en El Ripollès (Gerona), contribuye a resolver el déficit de electrificación en el medio rural mediante la promoción del uso de energías renovables. Su portavoz, Jaume Serrasolses, explica el rápido crecimiento de este tipo de soluciones: “Ya somos 500 socios con energía solar fotovoltaica instalada. La asociación gestiona las ayudas, ofrece mantenimiento y da formación a los usuarios”. La iniciativa podría ser el germen de futuros proyectos de viviendas autosuficientes en España, que aún están en pañales, aunque se dispone de los medios necesarios para comenzar a desarrollarlos. “Nosotros construimos edificios de oficinas verdes cuya tecnología es extrapolable a las viviendas”, revela José Antonio Ferrer, responsable del Grupo de Evaluación Energética en Edificación del Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (CIEMAT).
Por su parte, Vicente Guallart, del Instituto de Arquitectura Avanzada de Cataluña (IAAC), está convencido de que “estas viviendas no son una utopía. Veremos las primeras en poco tiempo, quizá tres años”. A este respecto, desde el Ministerio de la Vivienda afirman que la construcción de estas casas está aún en fase embrionaria en todo el mundo. Pero diferentes organismos y empresas se están poniendo manos a la obra para que los plazos se reduzcan. El estudio de diseño D-Earle, en Fuengirola (Málaga) ya ha diseñado la Eco- House, un proyecto con tejados solares, sistema de aprovechamiento del agua de lluvia y calefacción de suelo radiante que se vale de la energía del sol. Asimismo, en el IAAC han ideado una vivienda de consumo cero para el certamen Solar Europe, que se celebrará en España en 2010: tendrá 100 m2 y será autopersonalizable gracias al concepto FabLab, que el IAAC está desarrollando en colaboración con el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT). La filosofía FabLab implica que “cualquier persona pueda fabricar cualquier cosa en cualquier parte del mundo, incluso casas”, explica Guallart.
Casas autosuficientes
Uno de los máximos exponentes en el diseño y construcción de estas viviendas en España es la arquitecta alemana Petra Jebens- Zirkel, residente en Huesca. No en vano, predica con el ejemplo, ya que su casa y su estudio se encuentran en mitad del monte, donde genera su propia energía. Como ella misma explica, es la responsable de la construcción de unos 80 chalés “más o menos autosuficientes”. Uno de ellos se levanta en Vilafranca del Penedès (Barcelona). Jebens lo describe así: “Las placas fotovoltaicas producen la electricidad; y si hay excedente, se vende a la compañía eléctrica. El agua de lluvia se recoge, almacena y depura. El inodoro opera en seco, y el agua de la ducha, de la lavadora y los lavabos se reutiliza en un circuito cerrado”. Su propietario, Antoni Mestres, admite que tener una vivienda así “implica una vuelta a lo que hacían nuestros abuelos, ser un poco más lógicos y racionales. Se trata de reducir los consumos todo lo posible. Mi casa es bioclimática y está hecha con materiales del país, con el mismo confort que una vivienda normal pero con tecnologías más acordes con la naturaleza”. Jaume Serrasolses, de SEBA, también tiene una de este tipo. “No consumo energía del exterior. Todo es renovable, como la leña o la energía solar”, dice orgulloso. Jebens forma parte de la asociación Passivhaus de casas pasivas que gastan menos de 10 kilovatios- hora por metro cuadrado al año, cuando el promedio de una normal es de más de 100. Toni Solanas, arquitecto y presidente de Arquitectura y Sostenibilidad (AuS), dependiente del Colegio de arquitectos de Cataluña (COAC), cuenta que este tipo de residencias ya se ha construido en Alemania y hace hincapié en su rentabilidad: “Son una inversión de futuro en una sociedad que piensa a corto plazo”.
Existe la posibilidad de vender la energía sobrante y todos los expertos coinciden en que unas placas solares se pueden amortizar en menos de diez años. Jebens explica que ella tiene instalados unos diez metros cuadrados de placas con una potencia de un kilovatio que alimentan el estudio y la vivienda. Y lo mejor de todo es que no sabe lo que es recibir facturas de electricidad. La posibilidad de que a partir de ahora se construyan más ecocasas no sólo depende de un cambio de mentalidad en la población, sino también de las leyes. El Gobierno aprobó hace un par de años un Real Decreto por el que se obliga a “poner a disposición de los usuarios de los edificios un certificado (…) que deberá incluir información objetiva sobre las características energéticas de los edificios, de forma que se pueda valorar y comparar su eficiencia energética con el fin de favorecer la promoción de edificios de alta eficiencia energética y las inversiones en ahorro de energía”.
Empieza a ser obligatorio no sólo el uso de mejores materiales y sistemas aislantes, sino la construcción de viviendas con algún elemento generador de energía. Incluso aquellos usuarios que deseen aumentar la eficiencia de su casa pueden solicitar ayudas para acometer reformas. No en vano, Javier Serra María-Tomé, subdirector general de Innovación y Calidad del Ministerio de Vivienda, señala que en 2010 se pretende alcanzar un ahorro de 2.400 toneladas equivalentes de petróleo y evitar así la emisión a la atmósfera de cerca de 11.000 kilotoneladas de CO2. “El nuevo Código Técnico de la Edificación obliga a los inmuebles de nueva construcción a cubrir parte del consumo energético con fuentes renovables. De este modo, se establece la obligación de instalar paneles solares térmicos para que entre el 30% y el 70% del agua caliente se consiga a través de ellos”.
No sólo es importante generar energía, sino compartirla
Pero las leyes no convencen a todo el mundo. Guallart no duda en afirmar que “la regulación española ni ayuda al avance en el almacenaje energético ni fomenta la innovación. No sólo es importante generar energía, sino compartirla, pero en España sólo se puede vender a compañías eléctricas”. Solanas admite que “estamos por detrás de los nórdicos y centroeuropeos. Es exagerado decir que las leyes son un freno a la innovación; las leyes se modifican, pero es más complicado superar la cultura del despilfarro”. Ante esto, Serra se defiende. “Las políticas del Gobierno están tratando de favorecer que la producción eléctrica se realice donde haya consumo, y no en huertos solares alejados de las ciudades. Así lo regula el Real Decreto que reconoce las ventajas de las instalaciones integradas en edificios porque no aumentan la ocupación de territorio y por su contribución a la difusión social de las energías renovables. Precisamente se trata de que el número de generadores de electricidad aumente e inyecten a la red la producción sobrante”.
Se habla mucho de las placas solares fotovoltaicas, pero no hay que olvidar que una casa autosuficiente debe basarse en la bioconstrucción. Jebens lo tiene claro: “Hay que elegir bien los materiales, gastar menos energía en el proceso, trabajar con el clima y adaptarse a él”. Esta es una afirmación que comparte José Antonio Ferrer, del CIEMAT: “Con medidas pasivas de arquitectura bioclimática se alcanzarían ahorros en climatización del 50% o 60% sin inclusión de tecnología. El resto, solar o biomasa, cubriría el porcentaje restante”, argumenta.
Además de tener en cuenta el clima de la zona, hay otros métodos de producción energética. Uno de ellos es el viento. Ferrer asegura que “se pueden instalar generadores eólicos, aunque se deberían vencer ciertas barreras, como la integración y los ruidos”. Ya existen edificios con estos generadores, como el Jubilee Wharf, un museo que diseñó el arquitecto inglés Bill Dunster en Penryn (Inglaterra), en el que cuatro molinos producen toda la energía eléctrica que necesita el edificio. Pero Jebens insiste en que es mejor usarlos en instalaciones pequeñas.
Y aún hay más. La biomasa es un generador de energía, y también los saltos de agua en micropresas, como las de Noruega, o la fuerza de las olas. El 80% de las viviendas suecas utiliza la geotermia solar. Según la UE, este es el sistema más limpio para calentar porque no genera CO2. Extrae de la corteza terrestre la energía del sol, que se almacena a cinco metros de profundidad. Mediante conductos de agua y bombas, el calor se aprovecha para calentar agua o alimentar los sistemas de acondicionamiento térmico. Según Manuel Viñals, director de I+D de la empresa Geotics, “en España no se llega a las mil y pico instalaciones de este tipo y, de ellas, el 80% se pone en viviendas unifamiliares. El resto se suelen adecuar a lugares donde se necesita aportación de calor y frío durante todo el año, como colegios, hospitales, bibliotecas...”.
Quien quiera vivir independiente de la red debe estar preparado para la falta de recursos: en todas partes hay días sin viento o con cielos nublados. Ante esto, el CIEMAT propone el uso de pilas de combustible. Según Guallart, en los últimos años se han llevado a cabo estudios impulsados por la UE para almacenar hidrógeno, “pero los proyectos no han funcionado bien. Ahora investigamos cómo acumular energía de forma eficiente”. Jebens revela que pueden utilizarse baterías estacionarias o con elementos más sofisticados, como depósitos de agua bajo tierra, “pero lo mejor es seguir conectado a la red y venderle energía, que es más rentable tanto para la economía como para el medio ambiente”.
Según los expertos, la autonomía no sólo debe ser considerada desde el punto de vista energético. Vicente Guallart retoma aquí el concepto FabLab y pone sobre la mesa la idea de generar nuestros propios alimentos. “Avanzamos hacia una sociedad tecnoagrícola, en la que podremos producir bienes, energía y comida de forma local y, a la vez, estar conectados con el mundo. Es un cambio provocado en cierta medida por internet, que ha roto con la centralización de la producción. Todos somos generadores y consumidores de información y eso se extenderá a la energía y los alimentos”, apostilla Guallart.
Esa es la idea de las earthships estadounidenses, que se venden por unos 400.000 dólares. Son casas solares pasivas construidas con materiales reciclables bajo las premisas de la biotectura –combinación de biología y arquitectura– y dotadas de elementos de generación de energía, así como de sistemas integrados de agua. En España, lejos de diseminar, concentramos. Y un buen ejemplo son los barrios ecológicos con los que se está experimentado en varias ciudades del país. La empresa Acciona y el Ayuntamiento de Sant Cugat del Vallès acaban de firmar un convenio para crear el primer microbarrio de emisiones cero que producirá la misma energía que consuma. Se prevé construir 150 viviendas protegidas, un edificio dotacional y una residencia de estudiantes. Guallart está diseñando en Motril (Granada) el Ecobarrio Tropical, con edificios que generan su propia energía e integran la producción de alimentos en huertos urbanos.
Por si fuera poco, ya hay prototipos de Urban Space Stations –estaciones espaciales urbanas–. Están pensados para aislar las emisiones de CO2 de los edificios –responsables de hasta el 80% de las emisiones de este gas en grandes ciudades– y reinyectarles aire enriquecido con oxígeno gracias al trabajo de las plantas en su interior. Poseen invernaderos en los tejados capaces de reutilizar los residuos de los edificios para obtener recursos nutritivos y potenciar la biodiversidad urbana.
Pero muchos coinciden en que no tiene sentido conseguir edificios independientes y de emisiones cero si continuamos utilizando los coches como hasta hoy. “Por eso es necesario electrificar la movilidad”, exige Solanas. Ya hay pasos en esa dirección, como ocurre en Friburgo, una localidad alemana gobernada por Los Verdes donde existen barrios a los que no pueden acceder los vehículos. Estos se dejan en aparcamientos en la superficie, porque los subterráneos son grandes generadores de CO2. Vicente Guallart pronostica que, en un futuro no muy lejano, el intercambio energético entre el automóvil y la casa será frecuente. El arquitecto estima que “pronto los coches y las casas funcionarán con los mismos tipos de energía y almacenamiento. Y se está trabajando en el concepto de vehículos que dan energía a una casa y la toman de ella, según las necesidades de cada uno”.
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Muy Interesante