Vía Gizmodo nos llega esta terrible noticia: Si
el 2014 fue el año más caluroso desde que existen registros, es decir,
desde 1880, 2015 va camino de batir de nuevo ese récord. La Administración Nacional Oceánica y Atmosférica estadounidense, NOAA, ha confirmado no solo que junio fue el más caluroso jamás registrado, también lo fue la primera mitad del año en su conjunto.
Según el nuevo informe
de la NOAA, durante el pasado mes de junio la temperatura global del
planeta fue 0,88ºC superior a la media de todo el siglo XX. Superó a la
temperatura del mes de junio del año pasado en 0,12ºC que, a su vez,
había sido ya la más alta desde que comenzaron los registros. La
extensión del hielo Ártico durante el mes de junio fue además un 7,7%
inferior a la media del periodo 1981-2010, aunque la extensión del hielo
Antártico fue un 7,2% superior a la media del mismo periodo.
Quizás lo
más preocupante son los datos para la primera mitad del año en su
conjunto. Entre enero y junio de este año, la temperatura global del
planeta fue 0,85ºC superior a la media desde que comenzaron los
registros en 1880. Si todo sigue como hasta ahora, es muy probable que
2015 se convierta con diferencia en el año más caluroso jamás
registrado. E irían 2 seguidos. Puedes ver debajo un mapa detallado de
temperaturas durante la primera mitad del año:
¿Preocupante?
De momento, según los científicos, es pronto para extraer conclusiones.
Es normal que existan años más calurosos que otros, e incluso durante
varios años seguidos, pero no tan seguidos ni tan calurosos. Un dato:
sin incluir la primera mitad de 2015, 13 de los 15 años más calurosos
jamás registrados han ocurrido desde el año 2000. Que esto sea pura
casualidad, y no consecuencia del cambio climático, es algo cada vez más
difícil de argumentar. Y eso sí es preocupante. [vía NOAA]
La capa de hielo glaciar se reduce entre medio metro y un metro cada año.
El hielo de los glaciares de todo el mundo se está derritiendo en tiempo récord. Un estudio del Servicio Mundial de Control de Glaciares divulgado hoy por la Universidad de Zúrich, señala que el derretimiento del hielo glaciar es tal que seguirá creciendo independientemente de cómo evolucione el cambio climático.
La investigación, publicada en la revista 'Journal of Glaciology'
y llevada a cabo en más de 30 países, revela que esta aceleración del
proceso de deshielo lleva produciendose desde comienzos del siglo XXI.
"La capa de hielo de los glaciares observados está reduciéndose anualmente entre medio metro y un metro,
lo que significa entre el doble y el triple de la media a la que se
derretía en el siglo XX", señala el autor del estudio, Michael Zemp.
Entre los más afectados por este fenómeno están los glaciares de los Alpes.
"El glaciar Aletsch se ha reducido en varios kilómetros", apunta Zemp.
Según el experto, la causa principal de esta situación es el aumento de
las temperaturas, aunque no afecta a todos los glaciares, ya que algunos
incluso crecen.
El glaciar de Aletsch fue declarado Patrimonio Natural Mundial en 2001 por la ONU.
2014 fue el año más caluroso desde que se tienen datos
2014 comanda una lista en la que aparecen los catorce años del siglo XXI entre las quince primeras posiciones. Según manifestaciones de Michel Jarraud, secretario general de la OMM, con el cambio climático “no hay moratorias que valgan”. El futuro climático del planeta se presenta “incierto y, probablemente, inhóspito”, con “condiciones meteorológicas y climáticas extremas” cada vez “más frecuentes y dañinas”.
Sin embargo, los que tienen la capacidad de tomar decisiones y han
pasado dos semanas en Lima debatiendo sobre el futuro del planeta, no
son tan agoreros. Para ellos, es asumible otro año mareando la perdiz, esperando al COP21,
donde prometen que todo cambiará. Hasta entonces, el mundo tendrá que
seguir sufriendo las consecuencias del cambio climático, entre las que
se encuentran olas de frío y de calor, sequías, inundaciones y huracanes. He aquí lo observado durante este año.
5 Efectos del cambio climático
A continuación os mostramos las consecuencias del cambio climático en el 2014 según la OMM:
1- Temperatura de la superficie terrestre
En datos tomados hasta octubre, la temperatura sobre la Tierra fue 0,86°C mayor que la media
del periodo 1961-1990. Se registraron temperaturas especialmente altas
en diferentes zonas de todos los continentes. Además, hubo olas de calor
en Sudáfrica y en la Argentina en enero y en Australia en enero y mayo.
Este país también sufrió una ola de frío en agosto, como Rusia en
octubre y los Estados Unidos durante el invierno.
2- Contenido de calor oceánico
La temperatura en la superficie del mar fue la más alta desde que se tienen registros,
situándose 0,45°C por encima de la media 1961-1990. Especialmente grave
fue la situación en el hemisferio norte entre junio y octubre, lo que
tiene a los científicos desconcertados, ya que aún no le encuentran
explicación. No solo en la superficie: en profundidades de hasta 2.000
metros, se alcanzaron valores sin precedentes.
3- Nivel del mar y volumen de hielo
Al calentarse los océanos, se produce una dilatación térmica, lo que incrementa el volumen del agua y provoca el aumento del nivel del mar. A este fenómeno también contribuye el deshielo, tanto el que se produce en el Ártico (que alcanzó uno de los mínimos históricos el 17 de septiembre de este año) como el de los glaciares continentales.
4- Inundaciones
La OMM destaca los exacerbados incrementos de precipitaciones,
respecto a los valores normales, en múltiples zonas, a saber: el
invierno en el Reino Unido (con doce tormentas atlánticas de gran magnitud)
un 177%; mayo y junio un 250% en el Paraguay, Bolivia y el Brasil,
mientras que en Siberia llovió el doble de lo normal; agosto en el Japón
un 301%; septiembre en los Balcanes un 250%, en Turquía, un 500%, y en
Francia entre 3 y 4 veces más. A estos datos hay que añadir inundaciones
catastróficas en Bangladesh, Pakistán y la India, en la Argentina, en Marruecos y en los Estados Unidos.
5- Sequías
La escasez de precipitaciones en algunas regiones ha generado fuertes sequías, como en el noreste de la China, el oeste de los Estados Unidos y Canadá, donde apenas ha llovido la mitad de lo habitual. En el este y el centro del Brasil, la sequía dura ya dos años y São Paulo, una de las principales urbes del país, tiene graves problemas con sus reservas hídricas.
El que no: Ciclones tropicales
Según la OMM, la cantidad de tormentas tropicales se situó
ligeramente por debajo de la media hasta noviembre. En el Atlántico
Norte, tan solo 8 ciclones tropicales recibieron
nombre, lejos de los recuentos de otras temporadas, que han superado
ampliamente la veintena. En el Pacífico hubo 20 tormentas nombradas,
también por debajo de lo habitual. Si bien con el cambio climático
aumentan los fenómenos climáticos extremos, tanto en número como en
intensidad, el clima de la Tierra continúa siendo cíclico y seguirán existiendo años con pocos huracanes.
La organización internacional también destaca que los niveles de dióxido de carbono, metano y óxido nitroso marcaron máximos históricos en 2013, últimos datos procesados. De 2012 a 2013, el CO2 atmosférico aumentó en 2,9 partes por millón (ppm), el mayor aumento interanual desde que se tienen registros. Así combatimos el cambio climático, contaminando cada vez más.
El fenómeno de El Niño, que puede provocar sequías e inundaciones, ya está en camino en el Océano Pacífico.
Eso dicen los científicos. Pero el año pasado anunciaron lo mismo, en algún momento llegaron a darle un 70% de probabilidades, y no se produjo.
En la Oficina Meteorológica de Australia advierten este año de un fenómeno "sustancial". En Japón fueron los primeros en reportarlo y, desde marzo, científicos estadounidenses ya están hablando de la llegada del El Niño.
¿Cómo pueden estar tan seguros? En realidad no lo están.
Las predicciones las hacen a partir de un sistema de boyas marinas equipadas con sensores para medir temperaturas, corrientes y vientos.
Así tratan de detectar un fenómeno que surge de las variaciones en la temperatura del Océano Pacífico.
Esos datos se suman con otros recogidos por satélites y estaciones de observación meteorológica, y se cruzan con complejos modelos computarizados diseñados precisamente para predecir El Niño.
Sin embargo, esos modelos todavía no son capaces de predecir su intensidad y duración, o las áreas que van a ser afectadas. Y como vimos el año pasado, tampoco predice si realmente se va a materializar.
Eso sí, una vez ha empezado, los modelos pueden predecir cómo se va a desarrollar en los siguientes seis a nueve meses, con una razonable precisión.
El Niño consiste en un calentamiento de las corrientes oceánicas como parte de un complejo ciclo que vincula la atmósfera y el océano.
El fenómeno altera los patrones climáticos en todo el mundo y puede hacer desde que el invierno del suroeste de Estados Unidos sea más húmedo hasta provocar sequías en el norte de Australia.
Entonces generó una pobre temporada de lluvias monzónicas en el sureste asiático, sequías en el sur de Australia, Ecuador y Filipinas, tormentas de nieve en Estados Unidos, olas de calor en Brasil e inundaciones en México.
Se esperaba que volviera El Niño el año pasado, pero no llegó a materializarse.
Uno de los vídeos más virales de la última semana es este, que nos trae 10 experimentos muy sencillos y con materiales fáciles de obtener, pero que nos brindan resultados espectaculares, bien sin más preámbulos los dejo con el vídeo, PERO RECUERDE: SI ES MENOR DE EDAD DEBE DE HACER ESTOS EXPERIMENTOS SIEMPRE BAJO LA SUPERVISIÓN DE UN ADULTO:
Conocer Ciencia: Ciencia sencilla, ciencia divertida, ciencia fascinante... Leonardo Sánchez Coello Director del Proyecto "Conocer Ciencia"
Refrigeradores, aires acondicionados, sistemas de enfriamiento de cuanto aparato eléctronico exista... Aunque a veces no somos conscientes de su existencia, en el siglo XXI es difícil imaginar la vida sin el frío artificial.
Pero todo empezó hace 200 años con unos cubos gigantes de hielo. Esta es la escalofriante -por sorprendente- historia de los hombres que cambiaron el planeta para siempre, bajándole la temperatura.
1. El terco mercader que quería venderle hielo al Caribe
A comienzos del verano de 1834, un barco de tres mástiles llamado Madagascar entró al puerto de Río de Janeiro, con la carga más inimaginable: un lago congelado de Nueva Inglaterra.
El Madagascar y su tripulación trabajaban para un empresario innovador y testarudo de Boston: Frederic Tudor.
Como dignos representantes de la clase acomodada bostoniana, la familia Tudor había disfrutado del agua congelada del estanque de su casa de campo, Rockwood, no sólo por su belleza estética, sino también por su capacidad para mantener las cosas frías.
Los Tudor almacenaban bloques de agua congelada -enormes cubos de 90 kilos de peso- en habitaciones especialmente acondicionadas, donde se mantenían hasta que llegaba el verano y comenzaba un nuevo ritual: cortar rebanadas de los bloques para enfríar bebidas, hacer helado o refrescar el agua del baño durante alguna ola de calor.
Cuando tenía 17 años, el padre de Frederic lo mandó de viaje por el Caribe.
Sufrir la inescapable humedad del trópico vestido con todos los trapos que correspondían a un caballero del siglo XIX le dio una idea radical: si pudiera transportar de alguna manera el hielo del norte helado a las Indias Occidentales, encontraría un enorme mercado.
En noviembre de 1805, Frederic Tudor envió a su hermano William a Martinica con su fría carga.
"No es broma", reportó el periódico Boston Gazette:
Un barco con 80 toneladas de hielo ha dejado el puerto con destino a Martinica. Esperamos que no se trate de una especulación resbalosa"
El escarnio del Gazette terminó estando fundamentado, aunque no por las razones que uno pudiera esperar.
A pesar de retrasos relacionados con el clima, el hielo sobrevivió al viaje notablemente bien.
El problema resultó ser uno que nunca se le cruzó por la cabeza a Tudor.
Los residentes de Martinica no estaban interesados en su exótico cargamento congelado. No tenían idea de qué hacer con él.
Aún peor, William no pudo encontrar un lugar adecuado para almacenar el hielo. Sin comprador y sin almacén, el viaje fue un rotundo fracaso.
Pero los Tudor no se rindieron. Después de todo, el negocio tenía sus ventajas.
Los barcos tendían a dejar Boston vacíos, para ser llenados en el Caribe.
Eso significaba que podían negociar precios más convenientes para transportar su hielo en unos barcos que, de otro modo, no llevarían nada a bordo.
Por otro lado, el hielo era básicamente gratis.
Sólo tenía que pagarle a los trabajadores para que lo sacaran de los lagos congelados.
La economía de Nueva Inglaterra generaba otro producto de costo cero: aserrín, el prinicipal desperdicio de las compañías madereras.
Después de experimentar por años, Tudor descubrió que era un excelente aislante para su hielo.
Esta fue su combinación genial: tomó tres cosas que no costaban nada -hielo, aserrín y barcos vacíos- y los convirtió en un negocio floreciente.
En cuanto al problema del almacenamiento, Tudor jugó con múltiples diseños, hasta que se decantó por una estructura de doble carcaza que usaba el aire entre dos paredes de piedra para mantener el aire frío adentro.
Quince años después de haber tenido la idea de venderle hielo a Sudamérica, comenzó a producir ganancias. Hacia 1820 ya lo había llevado a casi todos los rincones de ese continente, mientras que en ciudades como Nueva York, dos de cada tres casas recibían hielo a domicilio diariamente.
Al momento de su muerte, en 1864, había amasado una fortuna equivalente a más de US$200 millones de hoy.
El agua congelada en esta forma había pasado de ser una curiosidad a una necesidad en menos de un siglo.
Pongámonos en situación: la cena de Nochebuena ha terminado y los que
quedáis en casa queréis tomaros una bebida o un combinado para
continuar la velada pero, ¡vaya! No hay ningún refresco frío en la nevera.
Circunstancia
equivalente a estar de camping, en la playa o en una excursión
campestre y encontrarnos con el mismo problema: todas las latas de
refrescos están a temperatura ambiente. No hay fallo. Sólo hace falta un poco de hielo y sal para enfriar tú bebida en tan sólo dos minutos.
Necesitarás
un recipiente o bol para poner los hielos, añadir una cucharada sopera
de sal y, a continuación, meter dentro uno de los refrescos. Tan sólo
habrá que dar un par de vueltas a la lata para que la sal se disuelva y esperar dos minutos. ¡Bajarás su temperatura ambiente en más de 15 grados! Como explican en este vídeo
de Upsocl, la segunda ley de la termodinámica establece que “dos
sustancias con diferentes temperaturas alcanzan el equilibrio térmico
entre ellas”. Química pura y dura. La mezcla de la sal y el agua produce
una reacción endotérmica –que absorbe energía– de tal forma que, una vez disuelta, la sal absorberá el calor de la lata de tal forma que el frío de los hielos pasará más rápido al recipiente que está a temperatura ambiente. En tan sólo 120 segundos.
Bueno, digámoslo de esta forma: si metes una taza de
café humeante en el refrigerador, no se enfriará de inmediato. De la
misma manera, si el Sol se 'apagara' (lo que es físicamente imposible), la Tierra seguiría caliente -al menos en comparación con el universo que la rodea- durante algunos millones de años más.
Pero nosotros, los habitantes de la superficie, sentiríamos el frío mucho antes.
En una semana, la temperatura global de la superficie de la Tierra bajaría hasta los -17,8 ºC. En un año, hasta los -129 ºC.
Las capas superiores de los océanos se congelarían pero, como si fuera
una ironía apocalíptica, el hielo asilaría las aguas profundas y
evitaría que los océanos se congelaran por completo durante cientos de
miles de años.
Millones de años después, nuestro planeta estaría muy cerca del cero absoluto, a unos estables -240 ºC.
A esa temperatura, el calor que desprendería el núcleo del planeta
sería el mismo que la Tierra irradiaría al espacio, explica David
Stevenson, profesor de ciencia planetaria en el Instituto de Tecnología de California.
Fenómeno se registró entre mayo y junio de este año, afirma Senamhi
Especialistas en el estudio del clima afirmaron que si bien se ha
descartado la presencia de un Fenómeno de El Niño extraordinario,
sucesos como el calentamiento del mar, como el que se registró entre
mayo y junio pasado sí genera un impacto negativo en la población.
Al respecto, en declaraciones a la Agencia Andinala directora de Climatología del Senamhi, Grinia Ávalos Roldán, citó como ejemplo que de cierta manera dicho calentamiento, que duro entre 8 y 9 semanas, limitó la afloración del mango en el norte del país.
Además, afirmó, el recurso hidrobiológico se profundizó y se trasladó a otros lugares afectando a los pescadores."Han
sido muy elocuentes las imágenes difundidas por varios medios de
comunicación sobre el hallazgo de aves muertas a lo largo del litoral
porque no encontraban alimento", puntualizó.
La especialista remarcó la importancia del
tema de la gestión de riegos no tiene que centrarse solamente en
eventos ya conocidos como el Fenómeno El Niño, pues el clima en su
mayor variabilidad puede generar escenarios cálidos que produzcan
impactos desfavorables en la gente.
"Ante
esta situación nuestra necesidad de informar y monitorear se acrecienta
y, sin ser alarmistas, debemos decir lo que está pasando", enfatizó.
Por este motivo, la funcionaria anunció que el 30 de octubre próximo en el Cusco, el Senamhi
desarrollará el Primer Foro Climático Regional. Agregó que con las
autoridades cusqueñas han coordinado mucho y los pobladores están bien
sensibilizados al respecto. "Tenemos muchos proyectos ejecutados en esta
parte del territorio nacional", comentó.
Plas Newydd era un edificio histórico muy contaminante, calefaccionado con una caldera de petróleo.
Una de las mansiones más bellas de Gales, en Reino Unido, es pionera en uso de una nueva tecnología para obtener calor del mar.
Plas Newydd, tal es el nombre galés de la
construcción del siglo XVIII, tiene vistas espectaculares de Snowdon, la
montaña más alta de Gales, desde la costa de la isla de Anglesey.
Y a partir de ahora, una bomba de
calor se ocupará de templar sus grandes salones y su colección de
antiguos uniformes militares.
Este proyecto pone en práctica una forma de calefaccionar edificios sin necesidad de gas o petróleo.
Se basa en un intercambiador de calor, un
dispositivo que usa un sistema parecido a la refrigeración para
amplificar el calor desde las tuberías en el mar.
La mansión está ubicada cerca del mar en la isla galesa de Anglesey.
El equipo de calor marino de 300kW ha costado
£600.000 (más de U$1 millón) a la Fundación Nacional para los Lugares de
Interés Histórico (National Trust) de Reino Unido, y se espera que
ahorre alrededor de £40.000 (unos U$67.400) por año en costos
operativos.
Las ganancias serán destinadas a la conservación
del lugar, que alberga reliquias de la Batalla de Waterloo y un mural
del artista Rex Whistler.
Es probable que las bombas térmicas como esta
sean cada vez más comunes en Reino Unido ya que el país intenta
descarburar sus sistemas de calefacción que son, a diferencia de la
electricidad, casi totalmente dependientes de combustibles fósiles.
Este método usa un compresor y un intercambiador para extraer calor del aire, el suelo, o en este caso el agua.
El intercambiador y la bomba funcionan con
electricidad, y sólo es eficiente si el calor final se usa a temperatura
relativamente baja.
En Plas Newydd alcanzará sólo 55ºC, pero esto es
perfecto para mantener el edificio con una calidez estable necesaria
para su conservación.
El edificio alberga una colección de reliquias históricas miltares.
"Con el mar irlandés a solo un paso, una bomba
térmica de fuente marina es la mejor opción para nosotros", dijo Adam
Ellis-Jones, del National Trust.
La miel es una solución supersaturada de glucosa
y fructosa. Esto es inherentemente inestable y por lo tanto, con el
tiempo, tiende a cristalizarse de forma natural. La glucosa es menos soluble que la fructosa así que se cristaliza primero. La miel hecha de flores con contenido más alto
de glucosa en su néctar, incluidos el diente de león y la colza, se
cristaliza más rápido. La miel comercial es calentada y filtrada para
retirar los pequeños cristales y granos de polen que actúan como
semillas para el crecimiento de cristales, así que éstas pueden
permanecer líquidas por más tiempo. La temperatura de almacenamiento también es un factor. La miel se cristaliza más rápidamente a entre 10º C y 15º C. Fuente: BBC Ciencia
Como reflejan cuadros, crónicas y hechos históricos, Europa vivió entre los siglos XIV y XVIII una concatenación de crudísimos inviernos que arruinó cosechas y extendió el hambre entre sus habitantes. De hecho, a esta época se la conoce como “Pequeña Edad de Hielo”. Una investigación publicada por la revista Nature Geoscience refuerza la hipótesis de que el máximo responsable fue el Sol, que experimentó una acusada caída en su actividad durante aquella época. Dirigidos por Paola Moffa-Sánchez, científicos de la Universidad
de Cardiff (Gran Bretaña) y Berna (Suiza) han llegado a esta conclusión
tras analizar microorganismos fosilizados en el fondo marino al sur de
Islandia.
“Analizando la composición química de estos vestigios, que vivieron
en la superficie del océano, podemos reconstruir la temperatura y la salinidad del agua en los últimos 1.000 años”, ha declarado Moffa-Sánchez.
De ese modo han podido cotejar los cambios ambientales del Atlántico Norte con el registro de manchas solares, que son un indicador del humor de nuestra estrella: a menos “pecas” en su superficie, menos actividad. Tras introducir todos los datos en modelos climáticos computerizados, el escenario resultante es que el
enfriamiento del Sol generó una zona de altas presiones junto a las
islas británicas, barrera que cortó el paso a los suaves vientos del
oeste. Y sin el contrapeso de estas corrientes calefactoras, el aire gélido del Ártico campó a sus anchas durante los inviernos de la Pequeña Edad de Hielo, algo parecido a lo ocurrido en 2010 y 2013. Fuente: Muy Interesante
En el último mes se han batido récords de temperaturas altas y bajas en diversos puntos de ambos hemisferios y los científicos apuntan al cambio climático,
Este pasado 2013 ha sido el más cálido en todo el planeta
desde que se comenzaron a tomar datos en 1880. Si vamos más allá de la
singularidad y buscamos la tendencia histórica, nos encontramos con que de los 10 años más cálidos de este periodo de 134 años, nueve corresponden al siglo XXI. Y
el que queda descolgado del milenio, 1998, tampoco quedó precisamente
lejos de sus colegas. Con estos datos del Instituto Goddard de la NASA,
no queda mucho margen para el escepticismo sobre el calentamiento global.
Un aumento de la temperatura del planeta que Christopher Field,
director del Departamento de Ecología Global de la Carnegie Institution
for Science y catedrático de la Universidad de Stanford (EE.UU.),
advierte que provocará un «incremento del riesgo de padecer fenómenos extremos». Algo que este convulso invierno va confirmando.
Desde que el solsticio llegó, los fenómenos y calamidades meteorológicas
se han sucedido a lo largo y ancho del planeta. Y ha dado lo mismo que
se tratase del hemisferio norte, que del sur. Cuando ni siquiera ha
llegado a su ecuador, este invierno que sufrimos ya se ha ganado su
capítulo en los libros de registros «históricos».
Las sucesivas «ciclogénesis explosivas»
originadas en el Atlántico Norte -«Dirk» y «Erich»- han dejado
inundaciones en todo el sur del Reino Unido «como no se habían sufrido
en más de dos décadas»; en España hemos visto «olas gigantes» que rompían «récord históricos de los últimos quince años» y en Francia han soplado vientos huracanados sobre los Pirineos Atlánticos de casi 230 kilómetros por hora, que en Bretaña y Normandía dejaron a 240.000 personas sin suministro eléctrico.
En el otro extremo del termómetro, los moscovitas han disfrutado de un inicio del invierno «como no recordaban».
Las temperaturas sobre cero que se han vivido en la parte europea de
Rusia hicieron temer incluso por la nieve de los Juegos Olímpicos de
Sochi y se enviaron camiones gigantes a las cumbres circundantes para
recogerla. El Servicio Meteorológico de Rusia aseguró que con la que ha
caído habrá suficiente nieve el 7 de febrero. Por si acaso, las
autoridades han almacenado 16 millones de metros cúbicos del imprescindible elemento.
Vórtice polar
Al otro lado del Atlántico, el comienzo del invierno ha
sido también extremo e histórico. El primer aviso lo dio justo antes de
la Navidad una tormenta de hielo
sobre la ciudad de Toronto, al sur de Canadá -no al norte- que los
diarios regionales calificaron «como la peor de toda su historia», y que
dejó a 250.000 personas sin electricidad. Y solo fue el inicio de una
secuencia de olas de frío «históricas». Porque el 1 de enero, «Hércules»
desplomaba el termómetro en esa misma ciudad hasta los 29 bajo cero y apenas una semana después le seguía el «vórtice polar»,
desplazado desde el Polo Norte por un frente de altas presiones del
Pacífico que habitualmente nunca sobrepasaba Alaska, pero que en esta
ocasión le abría el camino al ciclón ártico hacia el sur de Canadá y norte de Estados Unidos.
A su paso, todo el Medio Oeste y la región de los Grandes
Lagos -cataratas del Niágara incluidas- quedaban convertidos en un
gigantesco carámbano. Nueva York registraba temperaturas «nunca vistas en 118 años» y en zonas de Dakota del Norte y Minessota el frío y el viento dejaban sensaciones térmicas de 50 grados bajo cero.
Más de 200 millones de norteamericanos se veían afectados por una
secuencia gélida que el meteorólogo Ryan Maue presentaba bajo la
afirmación de que «los que tengan menos de 40 años no habrán visto nunca
una igual».
Tampoco está en la memoria de ninguno de los californianos
un invierno como el que están viviendo. «Desde hacía un siglo», en este
Estado de 40 millones de habitantes no se padecía una sequía como la que sufren;
tanto que el gobernador, Jerry Brown ha declarado el estado de
emergencia. Y estamos hablando de la temporada de lluvias, que aunque
parezca increíble es en la que se encuentran. Cuando la época supuestamente «fresca y lluviosa»
termine, y la primavera dé paso al verano, habrá que buscar un topónimo
aún más siniestro para renombrar al infierno del «Valle de la Muerte».
El horno del cono sur
Pero si descontrolado anda el tiempo en el hemisferio norte, no están mejor las cosas al sur del ecuador. En Brasil, a la presidenta Rousseff le costaba esta pasada Navidad contener las lágrimas al observar desde el helicóptero la catástrofe de las inundaciones de los estados de Espíritu Santo y Minas Gerais, donde 50.000 personas tuvieron que abandonar sus casas por las «peores inundaciones de los últimos 90 años».
Y cuando dejó de llover, fue para dar paso a unas temperaturas
sofocantes. En Río de Janeiro la llegada del nuevo año trajo una ola de calor que
provocó sensaciones térmicas de 50 grados; encontrar una ducha libre en
las playas de Ipanema y Copacabana era poco menos que tarea imposible.
Más al sur del continente, el mazazo ardiente sufrido por los argentinos se ganó igualmente a pulso el calificativo de «histórico». En Buenos Aires, si el año 2013 se despidió con la ola de calor «más
duradera de los últimos 107 años», este recién iniciado 2014 va ya por
la tercera, y con sensaciones térmicas de 43,5 grados este pasado
jueves. Pero peor ha sido en Santiago del Estero, al norte del país,
donde se han alcanzado temperaturas de 50 grados,
que es lo que suele medirse en los desiertos del Sahara o del Gobi. Al
lado de estos registros, hablar del quinto año de sequía consecutivo de
Chile y de las decenas de incendios que padece las regiones de Bío Bío y Maule, que han consumido 40.000 hectáreas, parecen algo normal. Pese a que el humo haya cubierto ya Santiago de Chile, la capital del país, y el presidente Santiago Piñera haya tenido que declarar la alerta sanitaria.
También en Australia están conociendo un invierno inolvidable. Melbourne padece la segunda ola de calor «más
duradera desde 1830», Adelaida ha sufrido la segunda «más extrema desde
1939» y esta pasada semana todavía se luchaba contra incendios que han
devorado en el Estado de Victoria 130.000 hectáreas, elevando lenguas de fuego por encima de los 40 metros,
que viene a ser un edificio de quince plantas. Es probable que cuando
los rescoldos se enfríen y se haga revisión de los datos, haya que
cambiar lo de «segunda».
Cielo nuboso en Galicia tras la entrada de un temporal en diciembre.
EFE
Las temperaturas medias globales aumentarán por lo menos 4° C para el año 2100 y, potencialmente, más de 8° C para 2200 si las emisiones de dióxido de carbono no se reducen, según una nueva investigación publicada en la revista Nature.
Los científicos hallaron que el climático global es más sensible al
dióxido de carbono de lo que se señala en la mayoría de las estimaciones
previas. Esta nueva investigación también parece resolver uno de los grandes temas desconocidos de la sensibilidad climática, el papel de la formación de nubes
y si esto va a tener un efecto positivo o negativo sobre el
calentamiento global. La clave para esta estimación se puede encontrar
en las observaciones en el mundo real de todo el papel del vapor de agua
en la formación de nubes. "Anteriormente, las estimaciones de la sensibilidad de la
temperatura global a una duplicación del dióxido de carbono oscilaron
entre 1,5° C y 5° C. Esta nueva investigación habla de que las temperaturas medias globales aumentarán entre un 3° C a 5° C,
con una duplicación del dióxido de carbono", dijo el autor principal,
Steven Sherwood, del Centro de Excelencia para el Clima de la
Universidad de Nueva Gales del Sur. Las observaciones muestran que cuando el vapor de agua es absorbido
por la atmósfera a través de la evaporación, las corrientes ascendentes
pueden elevarse a 15 kilometros para formar nubes que producen lluvias
intensas o se elevan a pocos kilómetros antes de regresar a la
superficie sin formar nubes de lluvia. Fuente: El Mundo Ciencia
Según acaba de identificar un estudio científico, su cifra récord de grados Celsius fue registrada el 10 de agosto de 2010. Y los investigadores responsables creen que este
es sólo un número preliminar: es probable, dicen, que cuando refinen la
información obtenida por varios sensores térmicos espaciales deban
agregar algún otro grado bajo cero. El récord previo alcanzaba un mínimo de -89,2ºC y también había sido medido en Antártica, en la base rusa Vostok en 1983.
En Antártica se registran temperaturas 50 grados más bajas que en Alaska o en Siberia.
"Estas temperaturas tan bajas son difíciles de
imaginar" dijo Ted Scambos, del Centro Nacional de Datos de Nieve y
Hielo de EE.UU. en Boulder, Colorado. Para dar una idea, Scambos explicó a la BBC que
el frío es casi tan extremo bajo cero como lo es el calor del punto de
ebullición del agua sobre cero (casi 100ºC). "Este nuevo mínimo es 50 grados más frío que
temperaturas en Alaska o Siberia, y alrededor de 30 grados más frío que
las temperaturas más bajas de Groenlandia”. "El golpe de frío que ahora mismo se siente en
algunos lugares de América del Norte parece anodino en comparación",
dijo el científico.
Bolsones helados
Scambos participa estos días en San Francisco de
la reunión de otoño de la Unión de Geofísicos de Estados Unidos (AGU,
por sus siglas en inglés), la más grande convención anual de expertos en
ciencias de la Tierra.
Él y sus colegas han estado examinando los datos recogidos en 30 años por satélites orbitales polares. Los científicos observaron que los momentos más
fríos en la Antártica ocurren durante los meses de invierno en lugares
elevados, donde el aire extremadamente claro y seco permite que el calor
sea irradiado al espacio muy eficientemente. Muchos de estos puntos súper fríos son como "las
perlas" de un collar formado por las crestas montañosas que unen las
zonas altas en el interior del continente polar. No están justo en los bordes de esas cimas, sino un poco más atrás y pendiente abajo. "El aire helado cerca de la superficie fluye
cuesta abajo porque es más denso, y llega hasta estos pozos topográficos
poco profundos", detalló Scambos. "Si uno está parado en uno de esos lugares, es
difícil que pueda notar que se trata de un bajío, ya que la pendiente es
muy suave y muy superficial. Pero es suficiente para atrapar este
aire”. "Una vez en estos terrenos bajos, el aire puede
enfriarse aún más y llegar hasta estos tres o cuatro grados menos que el
récord previo de Vostok". Los bolsones fríos se ubican en una línea que
recorre cientos de kilómetros entre la meseta conocida como Domo Argus y
la de Domo Fuji. En todos ellos se alcanzan las mismas temperaturas tan
bajas de entre -92C y -94C.
Las mesetas antárticas están conectadas por crestas montañosas casi imperceptibles.
Los -93,2C fueron registrados en un punto ubicado a 81,8 grados de latitud sur y a 59,3 grados de longitud este.
Calor en Irán, frío en la Luna
Uno de los instrumentos espaciales utilizados
para este estudio es el Sensor Térmico Infrarrojo que forma parte del
satélite Landsat-8, recién lanzado al espacio. Este sensor tiene una gran resolución, pero los
científicos dicen que como es tan nuevo necesitan más tiempo para
calibrar y entender sus datos. "Yo advertiría a Guiness que no incluya aún este
resultado en su libro de récords mundiales porque creo que los números
se ajustarán durante el próximo año", dijo Scambos a la BBC. "Sin embargo, ahora estoy seguro de que sabemos dónde están los lugares más fríos del planeta y por qué están allí". Como dato comparativo, el punto más caluroso de
la Tierra fue registrado – también gracias a un sensor satelital– en el
desierto de Lut en el sudeste de Irán, donde se llegó a los 70,7C en
2005.
Y mirando mucho más lejos, en el Sistema Solar,
es probable que el sitio más frío esté en un oscuro cráter de algún
cuerpo planetario sin atmósfera apreciable. En la Luna se han detectado
temperaturas de -238C. Fuente: BBC Ciencia