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13 de enero de 2015

¿De dónde salió el cromosoma Y de Jesucristo?


La duda es la obligación metodológica del pensamiento científico. En un momento en el que ascienden nuevas y viejas corrientes irracionales, Estupinyà explica cómo funciona la ciencia y describe la peligrosa tentación de sacar la conclusión que más nos conviene.

Para hablar del pensamiento acientífico nada mejor que comenzar hablando sobre los abogados. Científicos y abogados utilizan un orden opuesto de pensamiento: los científicos primero obtienen evidencias empíricas y después obtienen conclusiones supuestamente objetivas, mientras que los abogados parten siempre de una conclusión predeterminada que defender, y más tarde buscan las pruebas o argumentos subjetivos que la sostengan. Si un abogado está hablando con su cliente y descubre un punto débil, su objetivo será esconderlo. Un científico está en condiciones de hacer lo mismo cuando un resultado no encaja con su teoría, pero entonces será un mal científico. Y los malos trabajos científicos, con el tiempo, son descubiertos.


Imaginemos la siguiente escena: un abogado se encuentra a mitad de un caso; después de escuchar al fiscal, se detiene a meditar, duda un poco, y de repente se gira hacia el juez y dice: “Oiga, ahora que lo pienso, quizás este hombre tenga razón y mi cliente sea culpable.” La opinión general sería que se trata de un mal abogado. Su obligación es luchar y hacerlo de manera dogmática por defender la posición de su cliente, tenga o no razón. “Hay dos verdades, la real y la del caso”, dicen en las facultades de derecho. Si un científico tuviera esta última actitud y se empecinara en defender sus ideas, incluso si las evidencias lo contradicen, entonces diríamos de él que se trata de un pésimo científico.

Admito que mi descripción del trabajo del abogado raya en la caricatura, pero intelectualmente me sirve, en términos generales, para plantear este orden entre conclusiones y pruebas, que distingue el pensamiento científico del acientífico. El ejemplo de los transgénicos puede ilustrar muy bien esta oposición. Alguien que está de manera sistemática en contra de los organismos genéticamente modificados –se trate o no de un investigador– seleccionará solo la información y los estudios que insinúen algún riesgo para la salud o el medio ambiente, y desechará los resultados que no gusten a sus oídos. Por el contrario, el buen científico seguiría un proceso inverso. En un principio no tomaría una posición ni sacaría conclusiones antes de tiempo. Analizaría todas las pruebas de manera objetiva, y después discutiría en qué condiciones un transgénico determinado puede ser conflictivo, absolutamente inocuo o incluso beneficioso. La objetividad es una obligación del buen científico, aunque sea muy difícil mantenerla.

Pensemos que lo que define el pensamiento científico, en términos intelectuales, no es solo los estudios que lo respaldan, sino también su manera de actuar. Nada tan alejado del pensamiento científico como defender algo por fe o dogmatismo. Para la religión las dudas son algo que debe superarse gracias a la fe, mientras que para el científico la duda es una obligación metodológica. La responsabilidad del científico es poner en duda lo que le diga su maestro e intentar corregirlo. De otro modo, los libros de ciencia terminarían siendo biblias intocables, nunca habría creación de nuevo conocimiento y los paradigmas no evolucionarían.
¿De dónde salió el cromosoma Y de Jesucristo?
Un caso ilustrativo de este conflicto entre fe y ciencia es el del reconocido físico Frank J. Tipler, profesor de la Tulane University y autor de un famoso libro de texto de física que se estudia en las universidades. Tipler, por otro lado, es un ferviente religioso convencido de que la ciencia puede congeniar perfectamente con la religión. (Mucha gente piensa lo mismo. Yo no, pero no pretendo discutir ahora esa cuestión.) Si nos atenemos a conceptos generales –si pensamos en un Dios, como el de Spinoza, que diseñó el universo en un momento inicial y dejó que la naturaleza hiciera el resto– la fe y la ciencia podrían coexistir en dimensiones separadas. En cambio, si tratamos de justificar todos los detalles que aparecen en la Biblia, sin duda habrá momentos de fricción entre la creencia religiosa y el pensamiento científico. Tomemos el caso de la virginidad de María: según lo que sabemos hasta ahora de biología, es absolutamente imposible que María tuviera un hijo varón, dado que ningún hombre introdujo el cromosoma Y en su sistema reproductivo. Si Jesucristo hubiera sido mujer, se podría pensar en una reproducción por partenogénesis, un proceso en que el material genético de un óvulo se duplica espontáneamente sin que haya división celular y luego de alguna manera se activa y empieza a dividirse como si hubiera sido fecundado. La partenogénesis existe en algunos reptiles, e incluso se puede inducir artificialmente en primates. No sería imposible que sucediera de modo espontáneo en alguno de los miles de millones de humanos que han aparecido sobre la Tierra a lo largo de nuestra historia. Pero, en cualquier caso, este humano sería hembra, con dos cromosomas X. Una mujer virgen podría tener una hija, pero nunca un hijo. No obstante, la mayor parte de los católicos está convencida de que María engendró a Jesucristo por obra del Espíritu Santo. Algunos admitirán que la mágica multiplicación de panes y peces podría tener un sentido figurado, no así la virginidad de María; esa es incuestionable. Es un dogma de fe. O, para mí, de irracionalidad. Aquí es donde Frank Tipler entra en escena. Hace unos años este gran matemático y físico publicó un libro llamado ThePhysics of Christianity, donde intentaba explicar científicamente todos los “milagros” aparecidos en la Biblia, entre ellos la virginidad de María. Tipler argumentó algo absolutamente inverosímil, como que algunos genes del cromosoma Y del padre de María pudieran haberse traslocado a uno de los cromosomas X de María, de manera que no estuvieran activos en ella, pero que en una eventual partenogénesis se hubieran duplicado y hubiesen pasado a activarse en su futuro hijo. De esta manera Jesucristo tendría dos cromosomas X, pero con los genes clave del cromosoma Y que le darían la condición masculina. Si analizamos el razonamiento de Tipler, su hipótesis es una burda jugarreta para intentar defender sus ideas. Y es aquí donde el físico Tipler está siendo –de modo muy lamentable– anticientífico. Quiere creer que María tuvo un hijo varón siendo virgen, porque así se lo dicta su fe. Ante el conflicto, en lugar de enfrentarse a su fe, se enfrenta a la ciencia al grado de tergiversarla para acomodar las explicaciones científicas a sus creencias. En el caso de Tipler, la fe se encuentra por encima de la ciencia. Podrá ser un buen físico, pero es un mal científico.. Lea el artículo completo en:

2015: el año de la luz

Después de un máximo en 2014, expertos de la NASA vaticinan que la actividad solar descenderá en 2015. Por otra parte, el 20 de marzo de este año gran parte del Viejo Mundo tendrá la oportunidad de disfrutar de un hermoso espectáculo de oscuridad: un eclipse solarque será total únicamente para los habitantes de las islas nórdicas Feroe y Svalbard, pero que barrerá toda Europa, el norte de África y el cuadrante noroeste de Asia. Será una de las noticias relacionadas con la luz que se producirán en el año más apropiado, el Año Internacional de la Luz y las Tecnologías Ópticas (IYL2015), declarado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
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El eclipse solar se verá como parcial en casi toda Europa (Crédito: Tomruen)
¿Por qué dedicar un año a la luz? Lo explica a OpenMind el presidente del Comité Internacional del IYL2015 y de la Sociedad Europea de Física, John Dudley: “El objetivo del IYL es crear conciencia entre el público y las autoridades de que la ciencia y la tecnología de la luz sostienen sus vidas de muchas formas que no se aprecian, y que proporcionan soluciones reales a muchos retos globales”. Dudley es también el padre de la idea delIYL2015, propuesta por primera vez en 2009 y que fue recabando apoyos de organismos científicos hasta lograr en 2013 que la Unesco cosechara el respaldo del pleno de la Asamblea general de la ONU. Dudley aclara que el apoyo de Naciones Unidas no es una mera formalidad. “Nada más lejos de la verdad”, aclara el físico neozelandés afincado en Francia. “Conseguir un apoyo político de tan alto nivel requirió un trabajo muy duro de muchas personas y el desarrollo de argumentos defendiendo la propuesta a todos los niveles: de la ciencia a la sociedad, la economía, el desarrollo y más”.
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Poster del Año Internacional de la Luz 2015 (Crédito: Offenburg University)
La elección de 2015 no es casual. Este año coinciden varios aniversarios relacionados con las ciencias de la luz, empezando por un milenio, el del matemático y astrónomo árabe Ibn Al-Haytham o Alhacén (965-1040), pionero de la óptica y del método científico, cuyo trabajo será conmemorado en la campaña global 1001 Invenciones y el Mundo de Ibn Al-Haytham. También se celebrará el bicentenario del trabajo del francés Augustin-Jean Fresnel(1788-1827), uno de los proponentes de la naturaleza ondulatoria de la luz; así como el sesquicentenario de la teoría electromagnética de la luz del escocés James Clerk Maxwell(1831-1879), el centenario de los trabajos sobre la luz de Albert Einstein (1879-1955), y dos cincuentenarios: el del descubrimiento del fondo cósmico de microondas por Arno Penzias y Robert Wilson, y el del desarrollo de las aplicaciones de la fibra óptica por el chino-británico-estadounidense Charles Kuen Kao.
El IYL2015 recibirá el pistoletazo de salida en una ceremonia de inauguración de carácter científico que se celebrará el 19 y 20 de enero en la sede de la Unesco en París. En este acto se destacarán las tecnologías que, en palabras de Dudley, “empujan los límites de la ciencia óptica: una nueva generación de láseres ultrarrápidos de alta potencia (luz extrema), fuentes de luz sincrotrón en áreas como la farmacología, el desarrollo de la tecnología cuántica en áreas como las ciencias de la información, o la aplicación de técnicas ópticas en biología (biofotónica) destinadas a avanzar en la imagen del cerebro”. “Estas son áreas que ya han sido objeto de extensa investigación, pero en las que pienso que probablemente veremos grandes avances en breve”, valora el físico.
Pero por mucho que la ciencia ocupe un lugar esencial en el IYL2015, el objetivo va más allá de popularizar un campo de investigación con vistas a engrosar sus recursos. “Ciertamente queremos subrayar que la inversión gubernamental en investigación y tecnología es vital para asegurar que la ciencia de hoy se convierta en la tecnología del mañana, pero también hay muchas tecnologías existentes que con muy poca inversión adicional pueden transferirse a áreas como la salud, las comunicaciones y la iluminación, de manera que puedan transformar las vidas de la gente en los países en desarrollo”, expone Dudley. Como ejemplo, el científico cita el proyecto Study after Sunset (Estudiar después del Atardecer), cuyo propósito es impulsar el uso de lámparas solares LED en los hogares sin acceso a la luz eléctrica.
Dudley muestra un especial interés en que el IYL2015 no se quede en un plano meramente institucional, sino que también interese a los ciudadanos de a pie, usuarios de nuevas tecnologías ópticas en los LED o los smartphones que ya desempeñan un papel esencial en sus vidas. De cara al público, el IYL2015 incluye la celebración de eventos por todo el mundo, tanto a través de festivales de luz ya existentes como de nuevas citas independientes. “También estamos planeando experimentos de ciencia ciudadana a escala regional e internacional, utilizando smartphones para medir la luz y la polución del aire”, apunta Dudley. “Queremos implicar a tanta gente como podamos”.

Tomado de:

5 consejos para no aburrir en tus presentaciones


Si se pudiera morir de aburrimiento, literalmente fallecer producto del hastío, probablemente la amenaza Nº para la vida de este planeta serían las presentaciones y disertaciones. De seguro la OMS las catalogaría como una epidemia de escala mundial, una tragedia de proporciones bíblicas que arrasaría con todo a su paso. No habría mascarilla, ni guantes ni traje de seguridad que nos mantuviera libres de este flagelo.

Sea para un trabajo universitario, para mostrar un nuevo proyecto o, peor, para hablar de los objetivos de la empresa el año 2035, las presentaciones son una amenaza a la paciencia y la vigilia del auditorio. Por ende, no puedes culparlos si agendaste una presentación para las 14:30 horas donde mostrarías un PPT con 546 slides.

Lo peor de todo es que la información, muchas veces, es relevante. Y cae en el infértil terreno de alguien que puso su atención en el Candy Crash o en Facebook en vez de mirar el PPT que con tanto esfuerzo preparaste.

¿Cómo evitar la Muerte por Powerpoint que está afectando al mundo contemporáneo? Pon atención a estos consejos:

El art{iculo completo en:

Revista Xy

12 de enero de 2015

Las células "teledirigidas" podrían ser el futuro para tratar las diabetes




¿Y si pudiéramos controlar el comportamiento de nuestras células a distancia de la misma forma que controlamos, por ejemplo, un coche teledirigido utilizando radiocontrol? Aunque suene a ciencia ficción, esto es algo que ya está probando un grupo de científicos del Rensselaer Polytechnic Institute en ratones, con el fin de llegar a un resultado aplicable a humanos para el tratamiento de la diabetes.


El proceso es relativamente simple de entender: basta con inyectar un gen con nanopartículas magnéticas cerca de los que se encargan de gestionar la insulina. La idea es que una señal electromagnética excite dicho gen y, con él, incitar a que se comience la producción de la insulina de los cercanos. Por ahora, como decimos, están en fase de pruebas con ratones pero aseguran haber conseguido resultados esperanzadores.

En el futuro, los investigadores esperan que estos métodos puedan aplicarse a otras enfermedades (como el Parkinson, ayudando a liberar la dopamina) y, quién sabe, puede que llegue un día en el que un enfermo de diabetes tan sólo tenga que activar un botón en una app de su móvil para hacer que la insulina comience a fluir por su cuerpo.

Fuente:

Xakata Ciencia
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