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13 de julio de 2019

Neuroeducación 02: Haz ejercicio ¡y mejora tu memoria!


¿Sabías que nuestro cerebro crece a medida que hacemos ejercicio? En efecto. El ejercicio fotalece las sinapsis, crea más conexiones en el cerebro y ayuda a que se formen nuevas células. En otras palabras: ¡te vuelves más inteligente!

Hacer ejercicio nos ayuda a tener mejor salud cardiovascular, lo que significa que llevas más oxígeno al cerebro y puedes despejar la mente. 

Además, un nuevo estudio descubre que para recordar algo, no hay nada mejor que hacer ejercicio 4 horas después de adquirir nuevos conocimientos. Diversos estudios apuntan a que el ejercicio, al mejorar la memoria y la atención, mejora el rendimiento académico: ¡subirán tus notas en el colegio aún más!

Y con 10 minutos de ejercicio diario es suficiente. Pero si te ejercitas 20 minutos, pues mucho mejor. Y basta con dar un paseo o hacer tai chi, sobretodo si se trata de personas mayores. 

Y si haces ejercicio al aire libre tendrás el beneficio adicional de absorber más vitamina D, pues recibirás los marvillososo rayos del Sol en todo cuerpo.

Consejos:  

Haz ejercicio mientras exploras un nuevo lugar o un nuevo ambiente. Ejercítate ante una nueva forma de hacer las cosas o al compartir ideas con otra gente. De esta forma ayudarás a que las nuevas células formen un circuito.

Si te gusta la jardineria, rapear, hacer experimentos o pintar únete a un grupo que tenga las mismas aficiones que tú en lugar de hacerlo solo. No solo obtendrás nuevos conocimientos, también conocerás a más personas. La interacción social también beneficia a tu cerebro.

Entonces: ¡a ejercitarse! y ¡a divertirse!


Leonardo Sánchez Coello
Mag. en Educación

29 de enero de 2018

Los suplementos de calcio y vitamina D no evitan fracturas de huesos

Mejorar la dieta, hacer ejercicio y tomar el sol son mejores pautas.

La población de los países como España no deja de envejecer y las fracturas son un problema que consume cada vez más recursos, por no hablar del daño que sufren ancianas y ancianos. Y es sabido que los huesos necesitan calcio y vitamina D para fortalecerse, por lo que parecería lógico que el consumo de suplementos con estos elementos ayudarán a las personas mayores. Pero las evidencias científicas no avalan este silogismo: el uso de suplementos de calcio y vitamina D no se asocia con un menor riesgo de fracturas.

Un estudio desmonta esta idea analizando hasta 33 ensayos clínicos distintos, que abarcaban a más de 50.000 adultos mayores de 50 años. "El uso de suplementos que incluyen calcio, vitamina D o ambos en comparación con placebo o ningún tratamiento no se asoció con un menor riesgo de fracturas", concluyen los autores que publican su trabajo en la revista de la Asociación Médica Estadounidense (JAMA). Concretamente, los suplementos no servirían para el grupo de personas mayores que viven en sus casas, ya que el estudio no se fija en aquellas que viven en instituciones médicas o geriátricas y que pueden tener otras necesidades.

Este estudio es especialmente interesante dado que en muchos países se incluye el suministro de estos suplementos entre las pautas y recomendaciones generales para personas mayores o con riesgo de fracturas de huesos. Algunos estudios establecen que hasta el 40% de las mujeres en estas edades pueden sufrir una fractura grave. Sin embargo, este metaanálisis —una revisión crítica de los estudios publicados sobre el tema— descarta que sirvan para algo, al margen del sexo, la dosis tomada, el historial de fracturas o el calcio y vitamina D incluido en la dieta.

Este punto es importante: la forma convencional de adquirir estos elementos es a través de la dieta y unos hábitos saludables, ya que están presentes en cantidades más que suficientes en alimentos cotidianos como las sardinas, los lácteos, el salmón, las yemas de huevo o el zumo de naranja. "Las pautas deberían cambiarse", asegura el doctor Jia-Gou Zhao, autor principal del estudio, en declaraciones recogidas por Reuters. "Creemos que mejorar el estilo de vida, hacer suficiente ejercicio, tomar suficiente sol y ajustar la dieta puede ser más importante que tomar estos suplementos", defiende. Estudios previos en importantes revistas médicas como BMJ y The Lancet ya apuntaban en el mismo sentido que el trabajo que publica JAMA. Otras revisiones han descartado igualmente que sean útiles en menores.

Además, al estar presentes en la dieta, se corre el riesgo de que estas personas consuman una cantidad excesiva de calcio y vitamina D, que conlleva posibles efectos secundarios como problemas de riñón. Incluso hay estudios que relacionan el abuso de su consumo con mayores caídas y fracturas. No obstante, las personas mayores que viven en residencias sí podrían necesitar el suplemento y en cualquier caso, advierten los expertos, nadie debería abandonar su consumo sin consultar previamente con el sanitario que lo haya recomendado.

Tomado de:

El País Ciencia

25 de junio de 2014

¿Desde cuándo bebemos leche?

Las comunidades centroeuropeas dedicadas a la ganadería lechera fueron las responsables de la evolución de la capacidad de digestión de la lactosa hace 7.500 años, que permitió a los seres humanos beber leche fresca, según mostraba una reciente investigación genética realizada por científicos alemanes y británicos. Antes se creía que solo los europeos nórdicos podían beber leche sin sufrir efectos adversos porque necesitaban vitamina D en su dieta por la falta de exposición a la luz solar. «La mayoría de los adultos del mundo no producen la enzima lactasa y por eso no pueden digerir la lactosa», explicó el profesor Mark Thomas del Departamento de Genética, Evolución y Medio Ambiente del University College de Londres. «Sin embargo, la mayoría de los europeos continúan produciendo lactasa durante toda su vida, una característica que se denomina 'persistencia de la lactasa'.»

Los investigadores descubrieron que dicha persistencia está relacionada con una alteración genética única que fue de enorme ayuda para la supervivencia de nuestros antepasados. Y que los adultos no empezaron a consumir leche fresca hasta que aprendieron a domesticar a los animales. Según los investigadores, lo más probable es que la persistencia de la lactasa evolucionara a la par que la práctica cultural de explotar el ganado lechero. Concretamente, los autores sospechan que esto sucedió en la región geográfica donde se originó la cultura Linearbandkeramik, que actualmente ocupa la zona noroeste de Hungría y el suroeste de Eslovaquia.

Se cree que la leche puede compensar la insuficiencia de rayos del sol y la síntesis de vitamina D en la piel en las latitudes más septentrionales. La vitamina D es necesaria para la absorción de calcio, y la leche supone una fuente alimenticia importante de ambos nutrientes, según los expertos. La leche constituye también una fuente beneficiosa de proteínas y es rica en calorías.


Fuente:

Muy Interesante

3 de mayo de 2014

Deja que el sol toque tu piel si quieres preservar tu salud y tu memoria

Según un estudio realizado por Oscar H. Franco, profesor de medicina preventiva del Centro Médico Erasmus en los Países Bajos, un bajo nivel de vitamina D en la sangre podría incrementar el riesgo de morir de enfermedades como el cáncer y afecciones cardiacas.

La vitamina D se obtiene de algunos alimentos que tomamos en la dieta cotidiana como el pescado o los huevos. Pero una fuente importante es la luz del sol: el cuerpo produce la vitamina D cuando la piel se expone directamente al sol. Por eso, con frecuencia se denomina la vitamina de la “luz del sol”. Así que, según Franco, es importante que el sol incida en nuestra piel de vez en cuando. Es decir, que salgamos a la calle, demos un paseo, o nos sentemos en la terraza.

La vitamina D, además, no sólo se relaciona con la salud física, sino con la memoria, tal como sugieren Valerie Wilson y sus colaboradores en un artículo publicado en Journal of the American Geriatrics Society.

¿Cuánta vitamina D es la suficiente? Los expertos afirman que entre 1000 y 2000 IU diarias /aproximadamente, la que sintetizaría nuestro cuerpo con una exposición a la luz solar de unos 15 a 30 minutos dos o tres veces por semana).

Vía | Pulzo

Foto | Actorsuarez

Tomado de: Xakata Ciencia

25 de septiembre de 2013

¿Cómo obtenemos vitamina D de la luz del Sol?

Mujer tomando el sol
La vitamina D no es un ingrediente de la luz, sino que la luz del Sol activa una reacción que la produce. La vitamina D es un grupo de componentes relacionados y D3 es el que requiere de luz solar.

El colesterol de nuestra dieta primero se convierte en 7-dehidrocolesterol. La radiación ultravioleta de la luz solar provoca una reacción que genera primero previtamina D3 y luego la vitamina D3.

Para que esto ocurra la persona debe exponerse a la luz del Sol en el exterior, ya que en interiores los cristales de las ventanas bloquean la radiación ultravioleta.

Fuente:

BBC Ciencia

27 de marzo de 2012

¿Desde cuándo bebemos leche?


Las comunidades centroeuropeas dedicadas a la ganadería lechera fueron las responsables de la evolución de la capacidad de digestión de la lactosa hace 7.500 años, que permitió a los seres humanos beber leche fresca, según mostraba una reciente investigación genética realizada por científicos alemanes y británicos. Antes se creía que solo los europeos nórdicos podían beber leche sin sufrir efectos adversos porque necesitaban vitamina D en su dieta por la falta de la luz solar. «La mayoría de los adultos del mundo no producen la enzima lactasa y por eso no pueden digerir la lactosa», explicó el profesor Mark Thomas del Departamento de Genética, Evolución y Medio Ambiente del University College de Londres. «Sin embargo, la mayoría de los europeos continúan produciendo lactasa durante toda su vida, una característica que se denomina 'persistencia de la lactasa'.»

Los investigadores descubrieron que dicha persistencia está relacionada con una alteración genética única que fue de enorme ayuda para la supervivencia de nuestros antepasados. Y que los adultos no empezaron a consumir leche fresca hasta que aprendieron a domesticar a los animales. Según los investigadores, lo más probable es que la persistencia de la lactasa evolucionara a la par que la práctica cultural de explotar el ganado lechero. Concretamente, los autores sospechan que esto sucedió en la región geográfica donde se originó la cultura Linearbandkeramik, que actualmente ocupa la zona noroeste de Hungría y el suroeste de Eslovaquia.

Se cree que la leche puede compensar la insuficiencia de rayos del sol y la síntesis de vitamina D en la piel en las latitudes más septentrionales. La vitamina D es necesaria para la absorción de calcio, y la leche supone una fuente alimenticia importante de ambos nutrientes, según los expertos. La leche constituye también una fuente beneficiosa de proteínas y es rica en calorías.

Fuente:
Muy Interesante
Y además…

12 de agosto de 2011

Vitamina D. ¿La nueva panacea?

Vida saludable

Es posible que, mientras te relajas tranquilamente tumbado en la playa o dando un paseo por la montaña, estés haciendo más por tu salud de lo que se esperaría del mero descanso o de los beneficios propios del ejercicio. La razón: que mientras tomas el sol estás también produciendo vitamina D. Su principal fuente, al contrario que en el resto de vitaminas, no se encuentra en la dieta, sino en un curioso proceso que tiene lugar en la piel.
Cuando tomamos el sol, los rayos ultravioleta B (UVB) transforman una sustancia relacionada con el colesterol (el 7-dehidrocolesterol) en previtamina D, que posteriormente sufrirá pequeños cambios en el hígado y en el riñón hasta dar lugar a la molécula activa. Este mecanismo actuaba hace ya miles de años, adaptado a épocas en que vivíamos la mayor parte del tiempo al aire libre y sin usar apenas ropa, y en las que aún no existían las oficinas o los gimnasios. ¿Es posible, por tanto, que la forma de vida actual, tan alejada de la naturaleza, tenga repercusiones sobre los niveles de vitamina D? Parece que sí.
El precio del progreso
Los valores de vitamina D deseables se establecieron en su momento alrededor de 75 nanomoles por litro (nmol/l), y se consideró que había riesgo de raquitismo u osteomalacia (dos enfermedades por falta de vitamina D que provocan graves deformidades esqueléticas) por debajo de 25 nmol/l. Las personas que tenían entre 25 y 75 se consideraban deficitarias en vitamina D, pero sin riesgo de padecer tales enfermedades. Actualmente se discuten estos valores, entre otras cosas porque se ha tenido en cuenta una población que trabaja en oficinas, hace deporte en gimnasios, etc. (El doctor Giovanucci, investigador de nutrición en Harvard, EE. UU., estima que los valores ‘naturales’ serían de unos 125 nmol/l.) Aun así, y admitiendo los 75 nmol/l como valor de referencia, resulta impactante saber que hasta el 83% de los hombres que acudieron a un centro de atención primaria en Boston (EE. UU.) presentaron niveles insuficientes de vitamina D (Boston tiene una latitud, y por tanto una exposición al sol, muy semejante a la de España). Pero la repercusión puede ser mayor, y es que parece que la vitamina D no influye únicamente en el metabolismo de los huesos.
No solo para los huesos
Desde hace tiempo se conoce que la vitamina D participa en el proceso de formación de los huesos, principalmente aumentando la absorción intestinal de calcio y favoreciendo su depósito óseo. Es por ello que el uso de suplementos de vitamina D está globalmente extendido para la prevención y tratamiento de la osteoporosis. Sin embargo, desde hace unos años se ha venido observando que, sorprendentemente, hay una gran cantidad de tejidos en nuestro organismo que tienen también receptores para la vitamina D, como por ejemplo el cerebro, la próstata o el colon, y que la vitamina D se comporta como una hormona que controla directa o indirectamente más de 200 genes diferentes.
¿En qué se traducen todas estas observaciones? Todavía es pronto para extraer conclusiones, ya que la mayoría de los trabajos publicados hasta la fecha son de observación, que no permiten determinar el papel causal de la vitamina. No obstante, a la espera de estudios más definitivos, los primeros datos son esperanzadores: se ha visto que las personas que viven en latitudes más altas –donde la luz solar es de menor intensidad y, por tanto, produce menor cantidad de vitamina D– presentan un mayor riesgo de desarrollar hasta 17 tipos diferentes de cáncer, entre ellos algunos de los más comunes, como los de colon, mama o próstata. Pero también se ha observado esta relación con un gran número de enfermedades de lo más diverso, como la diabetes de tipo 1, la esclerosis múltiple, la hipertensión o enfermedades mentales como la esquizofrenia, el alzhéimer o la depresión.
También se ha visto que las personas de raza negra (cuya melanina dificulta la formación de vitamina D) tienen mayor tendencia a presentar diversas enfermedades, entre ellas la tuberculosis, y, de hecho, parece que la vitamina D puede mejorar la inmunidad y ser eficaz en la prevención de infecciones.
Además, otro número considerable de estudios han visto de forma consistente una relación entre las concentraciones sanguíneas de vitamina D y las enfermedades comentadas –incluso con la fuerza muscular o la pérdida de peso–, con una mayor protección cuando los niveles alcanzaban los 100 nmol/l. Recientemente se ha publicado, en ‘Archives of Internal Medicine’, un artículo que engloba una serie de estudios en los que se habían usado suplementos de vitamina D o placebo: la conclusión ha sido que la mortalidad entre la gente que tomaba algún tipo de suplemento era un 7% inferior a la de la gente que tomaba un placebo. De hecho, basándose en los datos más optimistas, algunos científicos han estimado que, de confirmarse todas estas observaciones, el uso de suplementos de vitamina D podría ahorrar hasta 180.000 millones de euros a la sanidad europea. Sin embargo, es preciso ser cautos y recordar que son todavía pocos y ambiguos los ensayos clínicos debidamente diseñados y publicados; por esta razón no pueden aún establecerse con certeza los posibles beneficios que tendría el tomar preparados con vitamina D.
Suplementos ¿sí o no?
Las recomendaciones actuales sobre vitamina D en la dieta son de 200 unidades internacionales (UI) hasta los 50 años, 400 UI de 50 a 70 años y 600 UI a partir de los 70. Sin embargo, con las actuales condiciones de vida, estas dosis parecen insuficientes para alcanzar el ‘objetivo’ de 75 nmol/l, la cifra de vitamina D deseable. Así, el doctor Holick, –del Departamento de Endocrinología y Nutrición del Hospital Universitario de Boston y autor del libro ‘The Vitamin D Solution’– afirma que en verano bastaría con tomar el sol durante unos 15 minutos al día sin protección. Este tiempo sería lo suficientemente breve como para no influir en el riesgo de melanoma, que no debemos olvidar es uno de los mayores peligros que tiene exponerse a la luz solar sin las debidas precauciones; de hecho, tras cierto tiempo de exposición, la piel ya no produce más vitamina. Pasado el verano, sin embargo, sería necesario tomar entre 1.000 y 2.000 UI diarias, cantidad que es prácticamente imposible obtener a través de la dieta -una dieta normal aporta apenas 200 UI al día-, y que implicaría la toma de suplementos.
Uno de los riesgos que se les han atribuido a estos suplementos es que podrían elevar en exceso los niveles de calcio, pero parece que tal situación se da solo a partir de dosis superiores a 10.000 UI al día. De hecho, dados los mínimos riesgos que parecen entrañar, Holick recomienda ya el uso de suplementos incluso sin necesidad de esperar a que se publiquen los estudios más definitivos que se encuentran en marcha. En el mismo sentido, la Sociedad Canadiense del Cáncer aconseja ya tomar suplementos para alcanzar las 1.000 UI diarias en otoño e invierno.
Estas recomendaciones no se han adoptado aún en España, y habrá que esperar un tiempo para comprobar si eran realmente apropiadas: dentro de unos años dispondremos de muchos más datos para determinar si los beneficios son los que se sugieren y si no hay problemas a largo plazo derivados de la administración de suplementos de vitamina D. Al fin y al cabo, la panacea universal no es algo fácil de encontrar.

COLUMNAS AL MARGEN
1.- EN BUSCA DE LA HIJA DEL DIOS DE LA SALUD
En la mitología griega, Panacea era la hija de Asclepio, el dios de la salud. De ahí el nombre que se le dio a un hipotético medicamento capaz de curar todas las enfermedades y alargar la vida. La panacea universal se buscó, sin éxito, durante siglos. Recientemente, sustancias como las vitaminas C y E prometían beneficios casi ilimitados que, a la larga, resultaron ser mucho menores de lo esperado. Ahora parece haber llegado el turno de la vitamina D, en la que hay muchas esperanzas depositadas. Una de las diferencias con las sustancias anteriores, como afirma el doctor Giovanucci, es que en este caso no se trata de aumentar las dosis fisiológicas, sino de recuperar las cantidades naturales que nuestra forma de vida ha reducido. Hay más de doscientos ensayos clínicos en marcha que nos dirán cuánto hay de verdad en esta esperanza. Estaremos atentos.
2.- EL METABOLISMO DE LA VITAMINA D
La vitamina D que se toma en la dieta o se obtiene del sol se denomina también colecalciferol. En un principio, esta molécula no tiene actividad, y para ejercer sus funciones precisa de una serie de modificaciones que tienen lugar primero en el hígado y más tarde en el riñón, aunque una gran parte se almacenará como reserva. En el hígado, la vitamina D se convierte en 25-OH-vitamina D, una molécula que tiene ya aproximadamente un 30% de actividad. Posteriormente, en el riñón –y en otros tejidos, como se ha visto recientemente– se transformará en 1-25-OH-vitamina D, que es la forma completamente activa.
En España la mayoría de los preparados con vitamina D (colecalciferol) contienen solamente unas 400 UI y se acompañan de distintas cantidades de calcio, ya que se suelen usar para el tratamiento o prevención de la osteoporosis. Los pocos suplementos que contienen únicamente vitamina D y que se comercializan en España suelen estar basados en la 25-OH-vitamina D (se desarrollaron en principio para personas cuyo hígado no funcionaba correctamente) y dan lugar a niveles de vitamina bastante más elevados que las mismas dosis de colecalciferol. Sin embargo, la inmensa mayoría de los estudios internacionales están basados en este último (la vitamina D original), que es la forma en la que se suele vender la vitamina D en otros países, por lo que hay que tener en cuenta que las conclusiones de dichos estudios pueden no ser del todo extrapolables.
3.- NO ES LO MISMO
Estudios de observación. Constituyen la base de la investigación en epidemiología. Permiten establecer asociaciones pero no causalidad. Un ejemplo de este tipo serían los estudios en los que se determinan los niveles de vitamina D en un grupo de personas y, pasado un tiempo, se observa si hay una relación entre dichos niveles y la aparición de una enfermedad. Como el investigador no controla los grupos, existe el riesgo de que la relación se deba a otros factores aparte de dichos niveles (los individuos con niveles más altos podrían tener una dieta más sana, hacer más ejercicio, etc.).
Ensayos clínicos. Son la base de los estudios experimentales y permiten establecer causalidad. En ellos, el investigador selecciona un número de personas y los divide al azar en dos grupos: por ejemplo, a uno se le dará vitamina D y a otro un placebo (pero ninguno de los grupos sabrá qué es en realidad lo que está tomando). Al estar el proceso mucho más controlado se puede establecer si una mejora en una determinada enfermedad puede ser debida a la administración de la vitamina.
Fuente:

9 de abril de 2011

Si estás de mal humor, toma el sol al menos media hora


El sol es capaz de mejorar sustancialmente nuestro estado de ánimo, como si en los rayos solares viajara una pequeña dosis de Prozac. Algo que la sabiduría popular considera de perogrullo pero que la ciencia está confirmando.

La relación entre el sol y las emociones ha sido analizada por Matthew Keller y sus colegas del Virginia Institute for Psychiatric and Behavioral Genetics, cuyos resultados han sido publicados en Psychologic Sciencie del 2005 bajo el título de “A Warm Heart and Clear Head. Te contingent Effects of Weather on Mood and Cognition”.
El estudio sugiere que las personas tenían mejor humor y mejor memoria si el tiempo era caluroso, caracterizado por temperaturas y presión barométrica alta. Sin embargo, este efecto sólo se observaba si la persona había pasado más de 30 minutos en el exterior.
Si pasaba menos de media hora, entonces el humor no cambiaba.
Los rayos ultravioleta aumentan la producción de serotonina, asociada con la sensación de bienestar, la regulación del sueño, la temperatura del cuerpo y la conducta sexual. Una exposición moderada también beneficiará al sistema inmunitario, además de aportarle vitamina D.
La influencia de la luz es tan poderosa en los neurotransmisores cerebrales, que se recurre a ella en tratamientos para aliviar ciertos casos de obsesión, ansiedad, bulimia y, por supuesto, depresión. La técnica que la emplea se denomina lumino terapia, y consiste en aplicar luz blanca artificial a través de lámparas especiales con filtros ultravioleta o infrarrojos, de intensidad de 2500 lux (500 watts de potencia) al menos durante dos horas al día, un mínimo de dos semanas.


Fuente:

Xataca Ciencia

3 de febrero de 2010

El sol mejora la líbido masculina



Miércoles, 03 de febrero de 2010

El sol mejora la líbido masculina

Pareja besándose

La vitamina D se produce con la exposición a la luz solar.

Tomar un poco de sol podría ser la solución para los hombres que desean mejorar su libido, afirma un estudio.

Los científicos descubrieron que los niveles de testosterona en los hombres mejoran con la vitamina D que produce el organismo con la exposición a la luz solar.

Este nutriente esencial también puede obtenerse consumiendo ciertos alimentos, pero se produce mayormente cuando la piel se expone al sol.

La investigación -publicada en la revista Clinical Endocrinology (Endocrinología Clínica)- estudió a 2.299 hombres y encontró que los que tenían cantidades suficientes de vitamina D presentaban un mayor nivel de testosterona (la hormona sexual masculina).

Los niveles en la sangre tanto de vitamina D como de testosterona se redujeron significativamente en invierno y aumentaron en verano.

Se sabe que los niveles bajos de testosterona pueden tener un impacto en la libido masculina, además de reducir los niveles de energía.

La hormona también lleva a cabo otras funciones esenciales, tanto en hombres como mujeres, como el mantenimiento de la fuerza muscular y la densidad ósea.

Más en verano

Los investigadores de la Universidad Médica de Graz, en Austria, descubrieron que los hombres con al menos de 30 nanogramos de vitamina D por mililitro de sangre tenían mucha más testosterona circulando que aquéllos con niveles bajos de la vitamina.

Pareja en la cama

Los niveles de testosterona y vitamina D aumentan durante los meses de verano.

En todos los hombres estudiados, los niveles de testosterona y vitamina D parecieron llegar a su nivel más alto en el mes de agosto, y caer a su nivel más bajo en marzo y los meses de invierno.

Lea el artículo completo en:

BBC Ciencia & Tecnología

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